Capítulo 10.

451 68 14
                                    

—Leyra, no estás escuchándome.

Leah me pellizca la mejilla y me hace quejarme y apartar su mano con fuerza. Eso dolió.

—Maldita. ¿Qué?

—Lo tienes merecido. Te he estado hablando varios minutos como una tonta y tú en tu mundo.

—Estoy pensando. ¿Qué me decías?

—Que estos dos meses que tenemos que quedarnos para marcharnos podríamos investigar cómo es este lado. Quizá podamos unirnos a ellos.

—¿Unirnos?

Anoche tuve otro sueño diferente, fue en el bosque. Alexey estaba dentro de mí y Boris nos miraba mientras se tocaba. No aguanto más así. Me da vergüenza verlos, pero también sé que ellos tienen esos sueños y eso me consuela, solo un poco. No debería haberlos visto en cuero ayer, no debería haberlos mirado más de lo debido, solo consiguió que soñara más con ellos. Irina tiene razón, se vuelven más intensos. Me desperté sintiendo que mi cuerpo los llamaba, como si tuviera la necesidad de levantarme de la cama y buscarlos solo para calmar mi deseo.

—Podríamos trabajar con ellos, ayudarlos. Así conoceríamos su mundo.

—Leah, el plan es increíble de verdad, pero ellos son lobos. Nosotras somos humanas. Nuestra fuerza es mínima.

—Crees que no lo sé, pero me siento inútil.

—Lo sé. Podría hablar con Alexey y ver si te deja unirte al grupo de guerreros para entrenar.

Sus ojos café brillan con intensidad. Sé que ella necesita eso, necesita tener el control de la situación y no es alguien que prefiera quedarse sentada.

—...Pero está Feddei...¿Estás bien con eso? Podrías hablar con él.

—Lo veo a menudo en la casa. Está donde yo voy. Y no quiero hablar de esto, no necesito su ayuda.

—¿Qué pasa con ella?

—¿Se va a mudar con ustedes? Ya sabes...

—No tengo ni idea, no la veo a menudo.

Dejo el tema ahí. Estoy segura de que es un tema del que no quiere hablar, no la presionaré, aunque mi curiosidad sea grande. Dos días después, me como unas galletitas de vainilla con huevo revuelto. Me encuentro sola en la cocina, Liza está arreglando las habitaciones. No la dejo que arregle la mía, porque tampoco soy la reina del país. Soy capaz de lavar mi propia ropa. Es terca. Pero menos que Leah. Convencerla fue difícil, pero aceptó. Pensé que quizá fuera hora de dar una vuelta por donde están las otras cabañas. Cuando volvía de la cabaña donde está mi amiga, escuché risas y gruñidos, Taniel, el guardia que me asignaron por mi seguridad me comentó que estaban jugando, que los gruñidos suenan así como si estuvieran peleando, pero solo se divierten. Lavo lo que usé.

No me voy a quedar las veinticuatro horas encerrada, ya es momento de tomar un poco de aire fresco. Boris y Alexey fueron a visitar una manada por problemas con otros lobos, solo eso sé. Puede que...solo quizá, me preocupe un poco lo mucho que tardan. Supongo que el portal tarda en abrirse. No tengo idea de cómo funciona, me gustaría saberlo. Sí. Tampoco quiero ser una metida, ya bastante que ocupo un espacio en su hogar. Lo que sí me sorprendió es que los dos duerman en el mismo lugar. Sé que los guerreros están divididos en sectores, pero supongo que es por su amistad. No me han dado otra vibra, sé que están un poco sorprendidos de que ambos tengan la misma compañera, eso sí me enteré.

—¿Necesita que la siga a algún lado, señorita Brown? 

La voz firme y ronca de Taniel no me sorprende, es sigiloso y silencioso lo admito, pero cada vez que pongo un pie fuera aparece por arte de magia.

LeyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora