Capítulo 19.

223 39 11
                                    

Los brazos de Leah me asfixian, su preocupación se siente en cada apretón y ese aroma único que siempre la acompaña se hace presente, recordándome lo mucho que me ha extrañado.

—Perdóname —su voz suena ahogada entre el abrazo, resonando con una sinceridad que me obliga a separarme ligeramente para mirarla a los ojos.

—¿Por qué te disculpas? —pregunto, confundida por la repentina petición. Leah siempre ha sido el tipo de persona que actúa con el corazón en la mano, raramente se arrepiente de sus decisiones.

—Sabía lo del portal, pero no te dije nada. Pensé... pensé que estaba bien ocultartelo, te veo tan feliz aquí —sus ojos bajan, incapaces de sostener mi mirada. La culpa se dibuja en cada rasgo de su expresión.

Tomo sus manos entre las mías, le ofrezco una sonrisa comprensiva.

—No tienes que pedirme perdón, Leah —la sinceridad de mis palabras parece sorprenderla, y sus ojos se encuentran de nuevo con los míos. —El hecho de que supieras sobre el portal y decidieras guardarlo para ti, para no alterar mi felicidad, solo me muestra cuánto te importo.

Leah me observa, buscando en mis palabras alguna señal de resentimiento, pero solo encuentra la verdad. Un suspiro de alivio se escapa de sus labios, y sus brazos vuelven a envolverme, esta vez con una ternura renovada.

—Eres increíble, ¿sabes? —dice, su voz apenas un susurro entre nuestro abrazo.

—Lo sé —le digo soltando una risa ligera. —Pero no tanto como tú.

Y ahí permanecemos, abrazadas en medio de un mundo que a veces parece demasiado grande y complicado, encontrando consuelo la una en la otra. Porque, al final del día, la amistad tiene la extraña capacidad de hacer que incluso los secretos más pesados se sientan un poco más ligeros.

Rompo el abrazo. Y sus ojos se estrechan en un gesto de desaprobación mientras sus manos se tensan alrededor de mí.

—¿Qué creen que están haciendo? —su voz resuena con una mezcla de indignación y enojo. Giro la cabeza y mis lobos están de brazos cruzados.

—Llevarnos a nuestra mujer —dice Boris con firmeza.

—¿Su mujer? Ella ahora está conmigo —responde, desafiante.

—Leah —suelto una risa. Boris gruñe molesto y Alexey ladea una sonrisa como si supiera que vendrá a continuación.

Feddei aparece de la nada y se lleva a Leah en su hombro como si fuera un saco de patatas. La diversión se refleja en los rostros de Boris y Alexey, quienes retroceden un paso.

—¡Feddei, suéltame! —la voz de Leah suena mezclada entre el enojo y la risa, mientras se retuerce intentando liberarse.

—Lo siento, amigos, pero Leah necesita un momento para tranquilizarse. En mi cama —declara Feddei con determinación, ignorando las protestas de Leah.

Con un gesto de despedida hacia Boris y Alexey. Miro la escena con incredulidad mientras se alejan, preguntándome cómo cambiaron las cosas tan rápidamente.

Cuando finalmente estamos solos, Boris se vuelve hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de emociones. Se acerca lentamente, y sin una palabra, sus labios encuentran los míos en un beso profundo y húmedo. Nos separamos y Alexey ocupa su lugar pero antes, su gran mano se levanta, pero hace una pausa antes de que toque mi mejilla.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres?

Extiendo la mano y coloco mi palma en el lugar donde su corazón late.

—Si. Nunca he estado más segura de nada en mi vida.

—Gracias a la Diosa luna, sino te tendríamos que secuestrar.

LeyraWhere stories live. Discover now