Tercia

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El gran Sol del planeta donde moraban todos aquellos humanos primigenios pertenecientes al linaje del dios Adonis, tenía por nombre Aidonesía. En realidad, se trataba de la estrella que los terrestres llaman Diadem; cuya ubicación según ellos es en la constelación de Coma Berenices o Cabellera de Berenice.

Sí se preguntan por cómo se llama el astro, dejaos que os diga que es Beleizeiva; una denominación puesta tras deformar al máximo la palabra bello o belleza.

Los adonianos tenían buen tiempo en él. Se dice que la suprema identidad llamada Gran Ente lo creó con la ayuda de su gran poder para garantizar a sus hijos un hogar digno. También les dio poderes para que pudieran defenderse de las amenazas, todos esos condensados en una semilla ligada a lo más puro e indestructible que podían tener. Esa semilla era la llamada Semilla del Alma.

De igual les creó su propia morada a incontables razas divinas, ¿la razón?

Antes de que pueda mencionarse, primero se toma en cuenta que hace muchos siglos atrás, los descendientes de las estirpes celestiales tenían por encargo proteger al planeta de otras especies que quisieran hacerse con su control, para ello tenían los poderes de la Semilla del Alma.

Su creación data de las épocas cuando entre los mortales ya se habían ideado diversas formas de vidas y mitologías; se desconoce la fecha o el lugar exactos. En un principio estaban en paz, los problemas eran escasos o no se hablaba de ellos.

La inverosímil armonía se destruyó por la ambición natural de querer ganar poder encima de los otros. Comenzaron las guerras entre divinos. No había bando alguno, todos estaban contra todos, incluso los más tranquilos. Ríos se tiñeron de sangre, campos llenos de cadáveres, violencia sin control reinaba sobre el mundo. Ni Gran Ente ni las conciencias podían estar todo el tiempo vigilando.

Entre los de mayor crueldad se encontraban los descendientes de: Morrigham, Xipe Totec, Supay, Pelé, Kali, Ares y Osiris

Cuando comenzaron las guerras, en la Tierra habitada por los homínidos, existían mayores concentraciones de "homo celestialis" que de "homo sapiens sapiens" Los inmortales eran mayoría, a menudo tomaban a los mortales para sus juegos y placeres, y a menudo también asesinaban a los hijos que tenían con ellos para ofrecerlos a sus dioses con el fin de ser bendecidos en las batallas.

Ante tanto caos, él o la Gran Ente se enfureció tanto que deseó borrar la Tierra entera. En instancias finales, su furia se acalló por Maishklyle que siendo una de sus veintitrés conciencias; seres creados por su poder: una extensión de su ser con autonomía propia y colaboradores con los asuntos del universo, le brindó la maravillosa idea de dejar el planeta para los "normales" y crearles sus propias moradas a los "divinos"

Al Gran Ente le pareció increíble idea la de su conciencia. Grande fue su conmoción, que, en apenas tres días terrestres, decidió darla por realizada.

Primero ideó los nuevos hogares en distintos puntos del universo, aunque la mayoría se encuentran en las constelaciones de Escorpio, Ofiuco, Sagitario, Centauro, Orión y Cisne. Segundo, durmió a los habitantes del planeta con la ayuda de unas esporas provenientes de todas las plantas somníferas del planeta existentes.

Cuando todos estaban dormidos, el ser superior pidió colaboración de sus conciencias; quienes no asistieron al máximo por estar en asuntos distintos en otras de las creaciones de su mayor.

Entre el grupo de las que ayudaron, estaban las siete principales, sus fieles aliadas. Por suerte, aquellas conciencias, en conjunto con su creador, fueron suficientes para mandar a los homos celestialis a sus nuevos hogares.

Stellaris: el epítome del destino (Stellaris 0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora