Setima decana

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(Lugar desconocido; tiempo sin identificar)

Entre las Conciencias había una verdad que todas sabían: Gran Ente siempre andaba entre creación y creación o deber a deber; rara vez tomaba un descanso.

Para acompañar a las constelaciones, como reminiscencia de las razas celestiales, creó a las encarnaciones de algunas de las estrellas y otros objetos del cielo, que eran los asteroides, meteoritos que, no iban a ser los únicos porque más adelante, serían creados nuevas tandas de ellos. Las estrellas tenían una versión la mitad de fuerte de la Semilla del Alma normal de las constelaciones. Era lo justo porque así no verían su vida tan comprometida. En cambio, los objetos astronómicos, una versión llamada Semilla quintum.

Con la excepción de Caelum y unos cuantos, la mayoría de encarnaciones y seres creados por Gran Ente, nacieron por parto natural entre seres humanos normales que eran avisados de que iban a portar un ser especial en ellos. Tan serviles como de vida limitada, cumplieron a su propósito bien.

Por medio de algunas de sus conciencias de reserva, Gran Ente ayudó a conformar las religiones monoteístas hace muchos siglos atrás para mantener a raya a los humanos mortales y que no molestasen tanto.

Fue recién que a partir del siglo XIX nacieron familias enteras de inmortales. Y, entre todas las creaciones que moraban el universo hecho por el unioxte, solo las nebulosas eran capaces de concebir descendencia inmortal y portadora de la semilla. 

Stellaris: el epítome del destino (Stellaris 0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora