Capítulo 30

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— Gracias por venir a por mí —le agradecí a Thaís en cuanto me subí al coche.

— Nada, cariño —acarició mi pierna mientras sonreía con compasión —. ¿Nos vamos al estudio? —asentí con la cabeza, en aquel momento fue lo único que me apeteció.

— Creo que es lo que más necesito ahora mismo, pero es muy temprano, ¿no? —me mordí el labio, ella negó.

— Que va, tía —sonrió —. Es el momento perfecto. Voy a llamar a Mélodie, se vienen cositas muy guays.

Tanto Mélodie como Thaís se convirtieron en personas esenciales en mi vida. Eran mucho más mayores que yo, Thaís acababa de cumplir veinticinco años y Mélodie tenía veintidós, me sacaban ambas unos cuantos años, pero con ella me sentí siempre yo misma. Me dieron mi lugar en todo momento y nunca me sentí inferior a su lado. Evidentemente la diferencia de edad se notaba pues ellas tenían muchísima más experiencia que yo. Pero lo que más me gustó fue que pasando el rato junto a ellas ni siquiera me di cuenta de que teníamos edades diferentes y a ellas les pasaba exactamente lo mismo conmigo. Siempre me dijeron que era muchísimo más madura para la edad que tenía.

Apoyé la cabeza en la ventanilla y a través del cristal me dediqué a mirar las calles de Barcelona. Solas y tranquilas, como si el mundo hubiese llegado a su fin y nosotras fuéramos las únicas supervivientes de aquella tragedia. Me aferré al abrigo y conseguí regular la respiración, la cual llevaba alterada desde mi conversación con Marc. Ya no me quedaban lágrimas, fue bajar del hotel y sentir que todo se había acabado. Lloré mientras esperé a que Thaís llegara a por mí, pero más allá de eso, me prometí a mí misma ser fuerte. Tenía claro que al llegar a casa me iba a volver a romper y que lo único que me iba a curar era acurrucarme en el regazo de mi padre y llorar hasta vaciarme o incluso, ir al cementerio, sentarme en el suelo y pasarme las horas mirando el nicho de mi madre mientras le contaba mi vida. Otra opción era meterme en la cocina con Sergio ahogando las penas cocinando miles de postres mientras mis hermanos intentaban meter las manos esperando a que termináramos para comerlos. Mi refugio siempre fue mi familia, con ellos estaba a salvo.

Metí las manos en el bolsillo de la chaqueta y mi piel rozó el papel que Marc me entregó antes de que me marchara del hotel. No lo leí, no me atrevía a hacerlo. Sentía que si lo hacía acabaría rompiéndome más y no estaba preparada para ello. Tampoco sabía el contenido de aquel trozo de papel y eso fue lo que me hizo retrasar la lectura. Estaba todo demasiado reciente y por mucho que quisiera leerlo, no tenía ni ganas ni fuerza. En aquel momento me sentí abatida, como si me hubieran arrancado el corazón, siendo todo lo dramática posible. Cuando no quería enamorarme fue precisamente por eso, al final mi vida había dado un giro radical, no me iba a ir a Estados Unidos, pero se sintió prácticamente igual. Me dejó o pensándolo fríamente fui yo la que se atrevió a decirlo en voz alta. Pero por mucho que yo lo dijera, el que tomó la iniciativa fue él. Y joder, dolía. Claro que dolía, pero lo estuve viendo venir desde que estuvimos en Bali.

Plaies d'amour ▪︎ MARC GUIUWhere stories live. Discover now