Tropiezo 10

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Sus tenis de anterior color blanco, manchados con el lodo de las calles que llegaba a pisar, chapotearon en charcos grandes, sin tener la oportunidad de pasarlos de largo; sus pies se sentían fríos y húmedos, gracias a las grandes cantidades de agua que habían entrado en su calzado.
Sus dientes titireaban, mientras se abrazaba a sí misma, intentando ir a un lugar en el cual cubrirse de la fuerte lluvia que había.

Apenas con 13 años, se había visto en la penosa necesidad, de salir de su hogar, sin nada más, que dos mochilas, que tenían prendas de ropa, y algunos libros de la escuela, en la que antes asistía.
No sabía a donde iba, no tenía conciencia del camino o de los lugares que estaba pisando, huyendo del destino que alguien le puso.

Corrió hacia un local, que tenía un techo sobresaliente, cubriéndose un poco de la humedad de esa noche, miro a sus alrededores y no había nadie en las calles, con una tormenta así, seguro todos estaban en casa.

Solo alguien como ella, vagaba sobre esas calles, o eso es lo que creía.

Estaba apunto de desvanecerse en el suelo, por lo cansada que estaban sus piernas; dejó caer la mochila llena de ropa, que tenía colgando sobre sus hombros, y la que tenía en una de sus manos, haciendo resonar un fuerte golpe.
Por encima de la lluvia, escuchó un débil lamento felino.
Miro hacia donde escucho el maullido, para encontrarse una escena desgarradora.

Era un gato calicó, con ojos verdes, su pelaje empapado, y con las patas traseras tiradas en el suelo, un hilo de sangre corría de estas gracias a la lluvia.

—Dios...— murmuro la rubia, mirando nuevamente hacia los lados, estaba segura, que había sido atropellada, y con esta lluvia, nadie la había tomado en cuenta.

"Pobre gatita... herida, empapada y sin a donde ir" Pensó Fumiko, mordiendo su labio inferior; rebusco, sin saber que hacer con el constante maullido de dolor que tenía el animal.

—Lo siento, quisiera llevarte a casa, pero...— Se disculpó, agachado se a la par del animal, aunque, no sé atreviera a tocarlo.
Por su mente, apareció una pregunta.

"¿Eso me pasara a mi?" Miro atraves de los ojos felinos, su reflejo, como si, por un momento, sintiera el terrible dolor que tuviera el animal, unas fuertes ganas de llorar la amenazaron.
—Yo tampoco tengo a donde ir—termino de decir, arrugando su entrecejo.

Estuvo unos segundos, admirando al felino, antes de que se le ocurriera algo.

Abrió su mochila, sacando una manta que era suya, cuando era una niña, algo, que tenía un apego emocional fuertemente, pero en este caso, no le parecía importante, incluso estorboso.
Cerró su mochila, y se la colocó en los hombros.
Como pudo, con delicadeza, envolvió al animal en esa manta afelpada, seca y suave, teniendo cuidado con no tocarla o lastimar sus patas.

—Lo siento, no me puedo quedar contigo—se disculpo nuevamente, tomando la otra maleta que tenia, subiéndola a uno de sus hombros, para dedicar sus brazos, en sostener al felino.

Abrazo contra su pecho, y corrió unas calles atrás de lo que ya había avanzado; recordando  perfectamente, un letrero de veterinario o algo de animales, unas cuatro calles antes.
Corrió lo más veloz que pudo, inundando sus pulmones con aire frío, que quemaba su garganta, la lluvia, golpeaba contra su cuerpo, que intentaba cubrir al animal.

Cuando estuvo delante del consultorio de animales, pensó en que podía hacer, era muy noche para que alguien estuviera ahí, sin embargo, una leve luz, proveniente de la ventana, la hizo tener esperanzas.

Tocó el timbre, y también la puerta, de manera desesperada, hasta escuchar a alguien gritar del otro lado de esta, una sonrisa apareció en su rostro, y miró al animal.

HumoWhere stories live. Discover now