Tropiezo 16

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Media semana tuvo suficiente, como para ser ignorada; no es que le pareciera fastidiosa la ley del hielo, de hecho, la prefería antes de los gritos , sin embargo, ya no quería seguir de esta manera.
Keisuke, se llego privar, de mantener una conversación estable con la joven rubia, aunque, seguía al pendiente de ella.
Por ejemplo, no dejo que se subiera a la motocicleta de Chifuyu, porque, quitando sus celos posesivos; su amigo, no tenía idea del miedo que le daba a la joven la velocidad en las motocicletas, quería evitar que ella pasara un mal rato, así que la obligó a subirse la suya.
Otro ejemplo, la acompañaba a su salón, "disimuladamente" sin dedicarle una palabra, solo, asegurándose que entrara bien, y que TODOS, se dieran cuenta de su presencia, como la de ese día.

Pero, pese a todas esos gestos, seguía sin poder hablarse; ella intentaba una conversación, pero el la evitaba a toda cosa; ella no tenía idea si era, berrinche, capricho o de verdad estaba molesto; así que, decidió actuar cuando esto pareció exagerado.

Era miercoles 26 de octubre.

Un día, que no era tan bueno, para la memoria de la joven rubia, que salía de su departamento con calma, y un plan en la cabeza.
Vestia con unos pantalones negros, una sudadera vieja color mostaza y unos tenis del mismo color de su sudadera e igual de desgastados; tenía una pequeña bolsa, donde guardaba su dinero. Su cabello largo, estaba suelto, pero con unas dos pequeñas coletas, en la parte de arriba, en un peinado lindo.
Atrapó todo el aire que pudo en sus pulmones, para girar en sus talones, dispuesta a ir hacia la puerta del chico; que aseguraba que estaría en casa. ¿Por qué? Bueno, llegaron juntos de la escuela, caminando a la par, en completo silencio. Había cumplido su promesa de protegerla.

Con las manos temblorosas, tocó la puerta, dejando tres golpes pequeños.
"toc...toc... toc"  demasiado separados entre sí.
Solo había alguien que tocaba de esa forma las puertas, así que, rápidamente, él chico, detrás de esta, que permanecía acostado en el sofá de su casa, supo quien era.

Se paró de mala gana; quejándose en voz baja, caminó hacia la puerta, abriendo la de manera pausada, poniendo una mueca seria, cuando vio a la chica, mordiendo internamente su mejilla, con unos ojos suplicantes.

—Hola Kei...— apodo en un buen momento.—¿Estas... ocupado?— pregunto con un tono de voz suave y dulce.

—¿Por qué?— Cuestionó, con un tono de voz neutral.

—Bueno... es que, hoy tengo algo que hacer, algo muuuy importante, pero, esta un poco lejos de aquí— uso muy bien sus palabras, alargando "muy" para que sonará de manera impaciente —Quería ver, si me podías hacer el favor de llevarme, yo pagaré la gasolina, lo prometo— Pidió, juntando sus maneras en forma de rezo, suplicando.

El chico pelinegro, trago saliva, desvío la mirada y asintió—Si, como sea... yo te llevo, solo deja que me ponga los zapatos— siguió neutral, dándose la vuelta, y cerrando la puerta tras de él.
Cubrió con una mano su boca, cuando una sonrisa tonta apareció en su rostro sonrojado.

"¿Por qué ahora tienes que actuar tan adorable? Mierda" hablo consigo mismo.
"Cómo espera que me resista cuando es tan bonita" gruñó, sentándose en el suelo, para ponerse sus botas.

—Carajo...Fumiko— murmuro, intentando apaciguar lo enrojecido de su rostro, con sus manos, haciendo un especie de abanico, echándose aire.

Al ya tener sus cosas listas, como zapatos, llaves, ponerse una chaqueta y así; salió del departamento, no sin antes, tomar una bocanada de aire.
No, no le era sencillo estar al lado de la joven, quizás estaba distante, pero, eso no quitaba que tuviera emociones hacia ella; cada vez que la veía con su uniforme, o la llevaba a la escuela en su motocicleta, y ella tenía que aferrarse a él, contenía sus sonrisas o risas más tontas. Simplemente, lo traía loco, casi a sus pies; así que, no iba a permitir que lo supiera tan fácil. Era tan bueno fingiendo, como ella.

HumoWhere stories live. Discover now