Tropiezo 14

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Podrías describir a Fumiko Mori, como una persona distante a la vida;  pero no es una persona fría y calculadora, mas bien, era solitaria, sin ganas de confiar en las personas.
Enamorarse, estaba fuera de sus planos, ya que no se veía en una relación con ningún hombre, a pesar de que había tenido una gran lista de ellos.
Pero, cuando llega alguien, que te hace sentir cálida, sin miedo o protegida; todo se vuelve más difícil de decir que no..

Después de decidir lo que iba a hacer con sus sentimientos; paso más o menos una semana, intentando ser distante del chico de ojos avellana; no lo pasaba de largo, o lo ignoraba; pero, cada vez que el proponía llevarla a la escuela, o pasar la tarde juntos viendo una película, estudiar juntos o hacer la tarea. Ella siempre encontraba una excusa.

"Me gusta más caminar", "tengo cosas que hacer" "Ya ni hay exámenes por los cuales estudiar" o algo simplemente como un "no gracias"

Pasaron varias semanas, distanciándose el uno del otro, poco a poco, ambos se estaban volviendo desconocidos, con sentimientos que coincidían del uno al otro.
Aunque, bien dicen... el que persevera alcanza..

(...)

La rubia de ojos oscuros, regresaba de su departamento, con unas bolsas de compras en las manos, traía un poco de comida y agua, para la semana; subía las escaleras con cansancio, mientras pensaba en su dolor de espalda.

"¿Por qué a los hombres les gusta ser tan descuidados? Abarcan toda la cama" bufó con molestia, subiendo a paso lento el último escalón.

Se detuvo, cuando escucho una risa bastante familiar; alzó el cuello, para ver que había delante de ella, o más bien, que se aproximaba. Hasta que sintió un hueco en su pecho; cuando el pelinegro, bajaba las escaleras, al lado de la rubia de ojos miel.
Reían a grandes escalas, ella golpeando jugetonamente su hombro hasta que miro hacia enfrente, encontrándose con una mirada ardiente.

Emma calló su risa, reprimiendo sus labios, llamando la atención discretamente del pelinegro, que reía con los ojos cerrados; hasta que sintió la mano de la chica rubia, pellizcar la parte de atrás de su espalda.

—Auch— se quejó, mirando a la chica rubia con molestia, hasta que vio que ella no la miraba, y su vista se concentraba hacia enfrente, unas escaleras abajo de ellos; al presenciar a la chica de sus sueño, sintió un escalofrío pasarle.
Hace horas que no la veía —Ah... Hola, Fumiko— Saludo el chico pelinegro.

La vio arrugar la nariz y bajar la mirada. Aún permanecía muy cerca de la otra chica —Hola Baji...y Emma— Saludo de vuelta, dejando un silencio sepulcral.

La otra chica, de ojos miel, carraspeó su garganta —Me da mucho gusto verte, Fumi— apodo sin permiso.

Logro que ella levantara la vista, aunque, no de manera linda, se veía amenazante, pero, rápidamente se dio cuenta que estaba siendo muy obvia, así que, cambio su expresión, a una más relajada.
—Si, lo mismo digo— le dedico una sonrisa falsa, subiendo un escalón, quedando cada vez más cerca de ellos.—Am... ¿Me dan permiso? Quiero subir a mi departamento— Pidió, con un tono de voz más tranquilo y serio.

—Ah... sí claro— ambos jóvenes, soltaron al mismo tiempo, haciéndose a un lado, dejando un hueco entre ellos.
La rubia pasó sin problemas entre estos; sin despedirse, subió la otra hilera de escaleras.

El pelinegro se quedó un poco quito, hasta que sintió el codo de la Emma, empujándolo, y haciendo un ademán con los ojos, divagando los entre él y la chica, que subía escalones de forma  lenta.
—Ve— exigio la chica en un murmuro, señalando con la cabeza escaleras arriba. Keisuke entendió la indirecta despuésde unos minutos, asintió , y se dio la vuelta, para alcanzar a la chica.

HumoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz