Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
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| Antosha |
—Ya sabes lo que tienes que hacer— dice Faddi mientras me señala con un cucharón.
Él acaba de preparar la cena, nunca lo admitiré para no inflar más su ego, pero es un magnífico chef, tomo varios cursos de cocina, sin embargo nunca ha ejercido, la razón obvia es porque prefiere ayudarnos estos primeros diez años que tendremos como Alfas, a pesar de que él no tiene un cargo importante nos ayuda con el papeleo y tareas que no podemos confiarle a cualquiera, sin embargo siempre bromeamos diciendo que es la secretaria de todos.
—¿Creen que funcione?
— Sí, una disculpa directa es mucho mejor que miles de regalos— dice Faddi emplatando nuestra comida.
—Dijiste que es una roger...— Vladimir no sigue hablando porque lo interrumpo.
—era una roger, ahora es tu Luna— aclaro mirándolo serio.
—lo que tú digas, mientras no la presentes en frente de la manada nadie la tratara como tal, volviendo al tema tienen que ser directos con ella, no estoy insinuando que sea estúpida, simplemente supongo que entenderá mejor si no das tantas vueltas— levanto una ceja sorprendido.
Vladimir es muy bromista, nunca lo he visto enojado, pero ahora está muy serio, eso me agrada, se está tomando el tema en serio.
—Come y vete arreglar el problema con tu mate— me ordena Faddi y lo miro mal.
Ellos son unos de los pocos que me pueden tratar así, a pesar de que no me agrade que ellos no muestren tanto respeto y reverencia tengo que admitir que son indispensables en mi vida, son un maldito respiro, no puedo hablar así con cualquiera, agradezco profundamente que nuestros padres no hayan utilizado condón.
—¿Cómo está?— Faddi nos mira, se refiere a la comida.
—Asqueroso como siempre— responde Vladimir.
Faddi se ríe, sabe que no es cierto, pero ninguno admitirá lo bien que cocina.
•••★•••
Entro a la casa de Arman, de inmediato me tiro en el mueble, necesito pensar como lo haré, se que es fácil, solo hablar, pero debo escoger bien las palabras que utilizare y decidir cómo reaccionar en diferentes escenarios que podrían pasar, no quiero volver a meter la pata ni quedar ciego por el enojado y la impotencia que siento cada vez que ella nos rechaza mientras estamos dando lo mejor de nosotros.
—¿Ya terminaste de hacer tu rabieta?— aparece Anakin de la nada.
— No era ninguna rabieta, ¿cómo querías que reaccionara?
—le pudiste haber roto la muñeca, estuvo llorando por tú culpa— gruño y me levanto del mueble para encararlo.
—pudieron haberla consolado, pero como ninguno de ustedes tiene las bolas para mantener una conversacion fluida con ella supongo que lloro hasta quedarse dormida— sus ojos se oscurecen— ese es tu maldito problema, vez los defectos de los demás, pero nunca haces algo para arreglar los tuyos, si no fuera por mí ella ni siquiera confiaría en nosotros...— no puedo seguir hablando ya que el en un movimiento rápido me estampa contra la pared mientras me toma del cuello.
