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| Anakin |

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| Anakin |

Sin importar que siga en el suelo, sigo observando a la hermosa mujer en la cama. Hay un cambio abismal. En este exacto momento, quiero besar a mi madre por resaltar la belleza de nuestra mate. Toda esa espera valió la pena.

Con cuidado, soy el primero en ponerme en pie. Ella deja de sonreír al ver que tengo intenciones de acercarme a ella.

—Sé que mis hijos fueron unos brutos contigo, pero te prometo que no lo hicieron con intenciones de lastimarte o privarte de tu libertad. Tienen miedo de perderte, están aterrados. Te esperaron por mucho tiempo y no quieren que nada les arrebate a su mate —interviene mi madre y, para mi sorpresa, se sienta en su cama a centímetros de ella—. ¿Comprendes lo que digo?

Ella mira a mi madre por varios segundos. Por un momento pienso que no va a contestar, pero lo hace. Murmura un pequeño "sí", para después volver a abrazar a nuestra madre. De inmediato, los brazos de ella rodean el pequeño y delgado cuerpo de nuestra mate. Mi madre no es una hembra muy alta ni fornida, pero en comparación con nuestra mate, se ve mucho más gordita.

—Debemos alimentarla más. Ese no debe ser su peso normal —dice mi lobo preocupado.

A lo que se refiere con peso normal es al peso que un Licántropo mantiene. Todos tenemos uno, pero en las hembras varía, ya que la mayoría de los machos hacen ejercicio por horas y siempre tienen músculos. Pero las hembras no se someten a entrenamientos obligatorios desde cachorras y, por ende, su peso normal varía. Eso incluye su contextura. Por eso, a diferencia de los machos, hay hembras gorditas, flacas, medias, curvilíneas, en general de todo tipo como las humanas. Pero en los machos, la forma y peso de su cuerpo es similar por el entrenamiento al que son sometidos.

Ninguno de nosotros se atreve a moverse ni siquiera un milímetro. Nuestra mate, a pesar de estar aferrada a nuestra madre, nos mira. Esos ojos de un color diferente a todos los que he visto nos observan a cada uno.

—¿Quieres salir a conocer la manada? —los tres nos tensamos al escuchar a nuestra madre.

—¡Sí, quiero! —me sorprendo por la emoción con la que contesta ella.

—Entonces, mis hijos te llevarán. Conocerás tu nuevo hogar. Tú eres la Luna, y eso significa que ahora todo te pertenece. Oficialmente te cedo mi puesto. Tienes mi bendición y lo haremos oficial en unas semanas cuando te encuentres mejor. Tienes que lucir excelente ese día.

Ambas se separan, y mi madre con ambas manos acaricia las mejillas de nuestra mate. En este momento, tengo que tragarme un gruñido. Nunca pensé estar celoso de mi propia madre.

—Confía en ellos, linda. Los crié bien y, si estás dispuesta a desafiarme sabiendo que los a castigar, entonces los tienes comiendo de la palma de tu mano —le asegura, dejándonos como unos sumisos. Pero en este momento, lo único que puedo pensar es que tal vez podremos tener un momento a solas con ella.

Zinerva: Legado de AmorWhere stories live. Discover now