Decisión precipitada

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Sasuke no podía dejar de admirar el hermoso cuerpo de su esposa removerse inquieto bajo las sábanas, ¿estaría sufriendo una pesadilla...?, solo tenía un modo de comprobarlo, y era acudiendo a su antigua habitación, el nido de amor que antes compartían, pues a través de las cámaras no era lo mismo que verlo en vivo y en directo. Abandonó el escondite del jardín y se dirigió con primura al interior de la casa, sonrió nada más entrar, pues el embriagador aroma a cerezas que desprendía su esposa impregnaba todos y cada uno de los rincones.

Subió las escaleras con parsimonia y de nuevo esbozó una burlona sonrisa al ver la puerta entreabierta, por lo que enseguida accedió al interior. Se sorprendió al ver todo a oscuras, pues solo la tenue luz de la luna entrando por la ventana era lo que daba algo de iluminación a la estancia, situación que aprovechó para tumbarse muy despacio a su lado, no podía resistir por más tiempo la tentación de volver a sentir su calor y aspirar de cerca ese aroma que lo volvía loco, moría ganas de hacerla suya, de sentirla en todo su esplendor, pero hacerlo de este modo era imposible, así que tendría que ingeniar algo para ello.

*

Un palmo separaba uno del otro, pues un solo roce sería la perdición para el azabache. De repente, ella se dio la vuelta para el lado que estaba él, quedando frente a frente, Sasuke tragó grueso, pues si en ese instante ella abría los ojos, estaba jodido, pero la conocía bien, y por la cara que tenía ella, pudo comprobar que estaba profundamente dormida.

—Dios... —susurró.

Jamás se cansaría de mirarla, si ya le parecía hermosa de por sí, verla dormir era su perdición. Con sumo cuidado apartó un pequeño mechón que caía sobre su ojo derecho y la vio sonreír ligeramente, acto que fue recíproco por él, pues no pudo evitar hacerlo también, aunque poco le duró la sonrisa en la cara.

—Naruto... —susurró en sueños, su amada ninfa.

La cara de Sasuke pasó de la calma a la tempestad en cuestión de milésimas, apretó la mandíbula y los puños con fuerza y tuvo que reprimir sus instintos, pues el aura asesina que se había instalado en él daba pánico, por lo que decidió salir de la cama antes de cometer una barbaridad con su infiel esposa, pues no solo había tenido que soportar su traición en persona, sino que Sakura también soñaba con su amante. Se fue a un rincón de la habitación y tomó asiento, la escasa luz no alcanzaba hasta allí, por lo que si ella despertaba no podría verlo aunque quisiera. No dejaba de mirarla intensamente, su cabeza no dejaba de maquinar mil y una formas de hacerla sufrir de la forma más cruel y mezquina, y solo había una, dándole en su punto débil.

Su amante...

Tenía que encontrar la manera de atraerlo hasta allí, aunque para eso tuviera que soportar verlos juntos, besarse, amarse, acostarse...
¿Lo soportaría...?, estaba convencido que así sería, pues su sed de venganza era tan grande que podría con todo, así que al día siguiente empezaría el verdadero infierno para la pelirrosa, se habían acabado los miramientos con ella.

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Al día siguiente

Sakura se levantó con una sensación de calma y paz en su interior, pues había soñado con Naruto y eso le agradaba, pero también era cierto que recordaba la última conversación teléfonica que mantuvo con él, donde ella misma le pidió distancia y tiempo para digerir las cosas, ¿y si ya no quería verla nunca más...?, no, eso sería algo que no podría soportar.

Se dirigió a la cocina dispuesta a desayunar y con la firme convicción de llamarlo cuando terminara.
Fue directa a la nevera y sacó el cartón de leche y una deliciosa porción de mousse de limón que le había preparado su suegra, pero al darse la vuelta para dejarlo en la mesa que había a sus espaldas, tanto el cartón de leche como el plato con la porción de mousse de limón quedaron regados por el suelo, pues sus manos perdieron fuerza y sus ojos no podían dejar de observar lo que se encontraba sobre la mesa, una rosa blanca colocada pulcramente y recién cortada dejaron a la pelirrosa sin aliento y apenas sin aire para respirar, su pecho subió y bajó a gran velocidad y enseguida notó como sus pupilas empezaron a nublarse por las lágrimas que estaban por salir, no podía creerlo, pues el único que le dejaba una rosa blanca cada mañana era su difunto marido.

PSEUDOCIDIO 🔞 (TERMINADA)Where stories live. Discover now