||Capítulo 29.

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Doncaster, Reino Unido.

Louis se acostó muy tarde, casi estaba amaneciendo cuando logró conciliar el sueño. Toda la madrugada se la pasó observando su mano, intentando aclarar sus pensamientos y escuchar a sus sentimientos. Estaba tan confundido que llegó a dudar en alguna parte de la noche sobre quién realmente era.

Estaba mal y lo sabía, todo su ser le gritaba un rotundo '¡NO!'. ¿Qué era lo que sentía? ¿Qué era lo que pasaba?

Al final no pudo hacer otra cosa más que sentir todavía el hormigueo en la punta de sus dedos y simplemente dormir.   

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Cuando amaneció y los rayos del sol comenzaron a cubrir hermosamente Doncaster, Louis por primera vez en su vida se emocionó de poder despertar y levantarse. Se sentía renovado, feliz. Algo confundido, pero intentó disimularlo del todo cuando se duchó rápidamente y se puso (¡al fin!) un poco de su ropa y no algo de Harry.

—Buenos días.

Él entró a la cocina puesto que el delicioso olor del desayuno lo había atraído, saludó distraídamente pensando que se encontraría a Anne cocinando, o inclusive que sólo se encontraría el plato solo en la repisa puesto para él.

Pero cuando abrió la nevera, sacó la leche y volteó, dio un respingo al descubrir a Harry con un mandil rosa que decía ''el mejor cocinero'' mientras cortaba alguna verdura en una tablilla de madera.

—Hola Louis —saludó sonriente.

No lo miró porque estaba concentrado cocinando, lo cual Louis agradeció. Así no se daría cuenta de su mirada asustada y de que se había puesto algo pálido a causa del susto.

Y es que precisamente no quería verlo en esos momentos por el bochorno que sentía al saber que esos mismos labios que Harry estaba mordiendo en signo de concentración, los había visto él con tanta claridad la noche pasada y había pasado las yemas de sus dedos por su cara. 

Se sentía estúpido. Pero se puso rápidamente a la defensiva intentando controlar lo que sea que fuera a salir en ese momento.

—Hola —dijo secamente—. ¿Dónde está Anne?

—Salió y me dejó a cargo del desayuno, dijo que tardaría un poco en regresar —realmente ni siquiera le dedicaba una miradita, y eso no sabía si lo aliviaba o lo irritaba—, ¿Por qué lo preguntas?

—No, por nada.

Louis y Harry siguieron con sus respectivas tareas, Harry siguió preparando la comida y Louis se dedicó a servir leche en un vaso transparente para después tomarla de un trago. Estaba sediento y le gustaba la leche por las mañanas.

—Lou, ¿podrías pasarme la pimienta que está encima de la repisa? Es el frasquito verde.

Casi se atraganta con la leche. 

¡Lou! ¡L-O-U! ¡le había dicho Lou!

Tenía ganas de voltear a verlo y meterle un puñetazo, pero a la vez se sentía desconcertado, y también irritado, y feliz. Hace muchos años que no escuchaba que alguien le dijera así. Ese diminutivo había quedado en el pasado, enterrado desde que era un niño. 

Comenzó a respirar entrecortadamente y por un momento dudó el hecho de que Harry hubiera estado dormido durante el momento de ayer, ¿Y si lo había sentido? ¿Y si se había dado cuenta? ¿Y si esa era la razón por la cual estaba actuando tan generoso y cariñoso con él?

Estaba pisando una zona peligrosa, y no quería adentrarse más en ella. Aún no era tiempo de tomar decisiones precipitadas, tenía que mantener la calma si quería que ese momento fuera suyo para siempre y nadie se enterara jamás. 

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora