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Ya han sido tres meses los que han pasado, o al menos eso creo, en el mar se pierde la noción del tiempo. Pero aún recuerdo como fue mi primer día. Todos los hombres me miraban curiosos, y se negaban a trabajar junto a una mujer.

En esos días uno de ellos intento abusar de mi, pero me salvo el señor Matthews, con quien he hecho una gran amistad. Luego de el incidente el señor Nau, Capitán del barco, dejó claro que él que se atreviese a acercarseme le cortaría las manos y el pene, y no habría de sorprenderse por morir desangrado. Me he encargado de ganarme su amistad y su confianza, debo decir que la vida marítima me sienta bien, por lo que le estoy muy agradecida y trato de hacer mis labores sin causar problemas.

Desde ese día he tenido cierto respeto de parte de los otros tripulantes, aunque aún no me aceptan como parte de ellos, el capitán si lo hace y me arriesgo a decir que tiene un trato especial pero firme conmigo, sin malinterpretarse, el señor Nau nunca se ha propasado conmigo. He ido a muchos lugares y me ha gustado mucho, la parte mala que no puede faltar es que no ha sido de mi agrado lo que hemos hecho en ellos, somos unos ladrones, también nos han llamado piratas, en sí yo no me involucro del todo en eso, pero se me incluye en el lote por el hecho de ser de la tripulación.

Me ha tocado pocas veces cumplir mi parte del acuerdo, ser el centro de atención, la manzana de la discordia, nada que me haya resultado difícil o causado problemas, la vanidad y algo de egocentrismo me da la confianza suficiente sin permitir ir muy lejos, mencionando el encanto de mis ojos. Nunca he tenido que hacer más que mirar y sonreír, no me creía ser tan bella pero con los resultados en los flojos intentos de seducir he descubierto el poder que tenía y no sabía.

Salgo a la proa y noto con sólo mirar al cielo que hoy será un día de tormenta, no me gustan las tormentas. Veo a mi amigo el señor Matthews sentado en el borde y me acerco hacia él, me gusta hacerle compañía. Ethan Matthews, nativo de Inglaterra, del norte de Londres, siempre ha vivido del mar según me ha dicho, cuenta con 22 años y es un muchacho encantador, con buenos modales y bastante atractivo, se nos ha unido en uno de los primeros asaltos que hemos hecho. Alto con cabello rizado casi dorado y con unos ojos azules, tan azules como el cielo. En el tiempo que llevamos
conociéndonos no me ha dicho mucho de él, y sinceramente  estoy ansiosa por saber más.

—Buen día Ethan— se sobresalto un poco, por un momento pensé que iba a caer al agua—. Perdona, no fue mi intención asustarte.

—Sin problemas Lauren, buen día para ti también— pronunciaba mi nombre de una manera extraña que me gustaba, Loren, con su acento sonaba sutil y elegante.

—Parece que hoy no será un buen día— hago este comentario haciendo referencia al cielo con mi mano.

—Todos los días son buenos, pero hay personas que los hacen malos— dijo mirando al cielo.

—Que profundo señor poeta, ¿Has aprendido eso de ese tal Shakespeare del que tanto me hablas?

—Lo he deducido yo mismo— mira en todas las direcciones—. No deberíamos estar parloteando tanto, no queremos que el Capitán este de mal humor, vamos a trabajar Lauren y con gusto continuaremos nuestra conversación luego.

La siguientes horas fueron de trabajo, que aunque nunca me tocaba el trabajo pesado, siempre lo hacia con las mejores ganas. Cuando el Sol estaba ocultándose comenzó a llover muy fuerte para mi gusto, el viento comenzó a soplar descarriadamente, y el barco se movía con brusquedad, temía que nos hundiesemos.

Las olas eran enormes, gigantescas, y cada vez que el barco pasaba una casi nos volteabamos. Ethan me sujetaba y yo lo sujetaba a él, mi vista estaba borrosa por tanga agua, del cielo y del mar, que me golpeaba, mi corazón latía con fuerza. No podía creer que una cosa tan hermosa pueda atentar contra mi vida.

Mi peor temor se hizo realidad  luego, la tempestad casi nos había volteado y todo estaba inundado, la tripulación desaparecía a cada ola que nos arrasaba, temía por mi vida y la de Ethan en ese momento, ya consideraba que todo estaba acabado.

-"¡Capitán nos estamos hundiendo!" gritó un hombre, la piel se me puso de gallina, mi corazón palpitaba salvajemente.

Pasó lo inevitable, se hundió la nave, perdí todas mis pertenecías, y todo el botín que teníamos se perdió en el mar. No solté a Ethan en ningún momento, no le comenté que nadar no sabía, para mi suerte él no me soltó. Conseguimos salir del barco sanos y salvos, y nos montamos en unos botes con el resto, el frío estaba matándome y el calor de Ethan no lo hacía diferente. Ahora nos dirigiamos a Tortuga, dijo el capitán.

La pasé mal después de uno o dos días de hambre y sed antes de llegar a Tortuga, me agarró un resfriado y hasta pensé que moriría de lo mal que me sentía, pero ahí seguía mi amigo Ethan, resguardandome. Rápidamente luego de nuestra aparatosa llegada el señor Nau, el Capitán, fue a hablar con el Gobernador. Toda la tripulación, yo incluida, nos adentramos a una taberna a pasar el rato, yo a comer, mi estomago estaba revuelto. En ese lugar, vi muchos hombres con mujeres sentadas en sus piernas y supuse que eran prostitutas. Una mezcla de sudor, alcohol y tabaco flotaban en el aire, todos reían y tomaban como si no hubiese mañana, capté la atención de varios pero hice caso omiso y me aferre a Ethan, él echó un vistazo dándose cuenta del porqué estaba aferrada a él.

Nos sentamos todos en diferentes lugares, muchos de mis compañeros saludaban a otros alegremente, era la tercera vez que veníamos aquí, pero era la primera vez que bajaba del barco, porque claro está, ya no teníamos barco. Pidieron una ronda para todos en mi mesa, colocaron frente a mi un vaso con un líquido de olor fuerte, mire a Ethan para que me diera una pista de lo que era eso. Algo tenía que ingerir, mi boca estaba seca.

—Es Ron, tiene un sabor fuerte, pero creo que te gustará— susurró a mi lado.

Tomé un sorbo y mis facciones cambiaron, era un sabor muy fuerte y amargo, quemaba un poco cuando lo tragabas pero no era algo con lo que iba a morirme, era esto o nada, y después de dos días sin ingerir nada este líquido desagradable se acercaba al cielo, aunque en otras circunstancias no sería mi primera elección.

Escuché una risa al frente de mi, levante la mirada para ver de quien se trataba. Era el señor Alejos, a él no le agradaba mucho que digamos, en realidad sólo le agrado a Ethan y a el señor Nau.

—Perdone su Majestad que no tengamos té y galletas— dijo refiriéndose a mi reacción cuando probé el ron.

—Deja de molestarla Francisco— ese era Ethan, siempre a mi rescate.

—Por Dios Ethan, todo lo que haz tenido que hacer para meterte en las faldas de una mujer, aunque esta puede que use pantalones.

— No te permito...— Ethan dio un golpe a la mesa e iba a levantarse, de seguro para golpear al señor Alejos que ya colmó su paciencia.

Antes de que eso pasara se oyó un golpe fuerte en la puerta anunciando la llegada de alguien, el señor Nau apareció con la misma sonrisa que lucía el día que me anunció que se marchaba.

—Zarpamos mañana al amanecer— grito para todos sin importar si eran parte de la tripulación o no.

Al decir el señor Nau eso todos los hombres les invadió algún espíritu o algo, se golpeaban y lanzaban los tragos al aire, luego se abrazaban como si nada hubiera pasado.

Parece que mi travesía no ha acabado aún, estoy ansiosa por saber que me depara el destino en mi próximo viaje.

Mar Dorado | Camren.Where stories live. Discover now