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Me despertaron unas gotas de agua que caían sobre mi rostro. Era Camila la que hacía esa acción de lluvia sobre mi cara, se sintió un poco molesto debo admitir, pero ella estaba sonriendome así que lo dejé pasar.

—¿Pasa algo? ¿Hay algún problema?— reintegrandome estaba después de mi siesta.

Hacía mucho calor, la verdad es que estaba empapada en sudor y me cuestiono cuanto tiempo ha pasado realmente. Ella se ve fresca y descansada, en cambio yo me veo de lo peor y me siento pegajosa de sudor.

—No pasa nada, tranquila, lo que incide es que ha pasado la hora de cenar y ayer no lo hiciste. Aún está tibia la cena, y le he dicho a Marta que mandara a traer agua.

—Estoy sorprendida—admití—, no era necesario que hicieras eso.

—Lo era, es lo menos que puedo hacer.

—Gracias Camila— le dediqué una gran sonrisa y ella me la devolvió. Me gusta pronunciar su nombre— ¿Por qué hace tanto calor? ¿Tú también despertaste en la misma condición que yo ?

—Casi. Quizá estás enfermando realmente, será mejor que te des un baño y te cambies, yo he tomado uno y estoy como nueva— dio una vuelta, demostrandome estar en perfectas condiciones—. O puede que sea algo que soñaste, cuando tengo un sueño malo suelo despertar es una situación igual a la tuya.

—No recuerdo haber soñado tal cosa. Te doy toda la razón, será mejor que me dé un baño.

Me puse de pie con rapidez, pues ya no soportaba estar en mi propia piel. Sentí un leve mareo de la nada, provocando que casi me vaya de boca. De no ser porque Camila me sujetó estaría con varios dientes menos.

—¿Todo en orden?— preguntó con notoria preocupación, a lo que yo asentí en respuesta.

La miré atentamente unos segundos, detalle su rostro, mi vista estaba tan clara que pude ver sus facciones con calidad. Descubrí que tiene una marca de herida casi invisible en su barbilla y al juntar los labios se marcan leves lineas alrededor de su boca. Detuve mi exploración no deseada, ella llama mucho mi atención y no pude evitarlo. Dirigí mi caminar al armario a buscar otra muda de ropa. Ya quedaban pocas mudas y no sabía cuanto tiempo íbamos a durar en alta mar, lo que significa que teníamos que lavarlas cuanto antes. Ya en el baño noté que la toalla que había usado anteriormente estaba casi seca, despoje mis vestiduras para meterme a bañar. El agua fría recorriendome el cuerpo fue como un alivio, como saciar la sed de días o calmar el hambre de años, me da la lucidez que necesitaba. Me tomé mi tiempo, lavé la toalla que usé anteriormente y me puse la que estaba seca, quedando de nuevo esa deformidad en mis caderas. Terminé de abotonar la camisa y seque un poco mi cabello, tratando de peinarlo con mis dedos. Apenas mi presencia se hizo presente en la habitación la busqué con la mirada. La encontré sentada en el sofá que ahora jugaba el rol de ser mi cama con lo que supongo era mi cena en sus manos.

—Ahora yo también estoy como nueva— di la vuelta imitando lo que ella hizo hace unos momentos.

—Me ha parecido una eternidad lo que duraste ahí dentro.

—No seas exagerada, si ha sido un momento. Muero de hambre, ¿Qué me has guardado?

—Esto es carne de conejo— dirigía la mirada con cierto disgusto hacia el plato.

—¿Y sabe muy mal? Porque para poner esa cara.

-"No, lo que sucede es que los conejos son muy lindos para ser comidos, no me gusta mucho comerme a los animales.

—Es lo que hacemos para sobrevivir, somos depredadores y ellos las presas— el ciclo natural de supervivencia.

— Me siento como una total hipócrita porque lo he comido— su cara se ha arrugado, pareciese que estuviera a punto de llorar.

— No pasa nada, fue esta vez nada más, está bien.

Me apresuré a sentarme a su lado, no me gusta la expresión que su cara ha adoptado. Le quité el plato de comida de sus manos y lo puse a un lado, nada debe interponerse para abrazarla. Lo menos que quería en estos momentos era que ella estuviera triste, al parecer era una amante de los animales y comerlos no era de su agrado, eso sería una buena explicación del porqué está tan delgada, además de que ha pasado su vida sirviéndole a unos bastardos egoístas sin sentimientos que más de una vez le habrán dejado pasar hambre a ella y a su familia. Pobre Camila. Me alegraba saber que aún quedaban personas a las que le importaba preservar la vida de la naturaleza que fuese.

—Ven, levante.

Salimos de la habitación, ella no lloraba mas se veía muy triste y afectada. Suponiendo que la cubierta estaba sin un alma, decidí llevarla a cubierta. Era de noche, una muy oscura y atrapante. Comprobando que no había nadie a estas horas, nos sentimos libres de poder estar tranquilas ahí sin molestia alguna, y que yo podía salir con esa deformidad de mis pantalones a respirar ese aire marino que tanto me agrada.

—¿Le temes a las alturas?

—Yo... —dudó un poco— no sé, nunca he estado en un lugar tan alto como para tener temor a las alturas, creo.

—Comprobemos eso— dije con intención de dirigirnos a la cofa.

Yo me he montado en la cofa en varias ocasiones, era un buen lugar para serenarse, pensar o  para pasar el rato. Sólo iba en las noches cuando no había nadie, me gusta tener mi propio espacio, sin nadie alrededor para molestar, además de que el Sol daba directo, lo que dificultaba mirar al cielo, por eso mi momento favorito es en las noches.

—Iré yo primero y tú me sigues. Un dato importante es no mirar hacia abajo. Fíjate bien como lo hago para que me imites.

No era difícil, hay unas escaleras que ayuda a que sea más sencillo, pero si resbalas o pisas mal puede que te caigas y te lleves un buen golpe o incluso la muerte, todo depende de la altura en la que te encuentres. Subía lentamente sin mirar hacia abajo, a mi también me entraba  el temor de imaginarme cayendo, no obstante cuando llegaba arriba todo valía la pena.

Estando a la altura de la cofa abrí la pequeña puerta que ésta tenía para entrar, no era el espacio más amplio del buque, pero era lo suficiente para ambas. Me voltee para ayudar a subir a Camila, se veía muy tranquila a diferencia de mi la primera vez que subí hasta acá.

—¿Qué te ha parecido entonces?.

—Hace bastante frío aquí— ignoró un poco mi pregunta—. Esta muy alto— miraba hacia abajo apoyada levemente en la madera.

—¿Qué sientes cuando miras hacia abajo?

—Siento que voy a caerme si sigo mirando.

—Entonces pon la vista en alto y no pasará nada— miró hacia arriba tomando mi consejo, su cara pasó de miedo y tristeza a una de asombro.

—Las estrellas, se ven muy cerca, casi como si pudiera tocarlas— extendió su mano en el intento tomar una.

—Casi— susurré viendo su intento fallido en conseguir una estrella, su manera de hacerlo es genuina. No tengo idea de cómo es su personalidad por completo, hasta ahora nunca he conocido a nadie que sea como ella, única en su especie.

Ella miraba hipnotizada el cielo,  casi olvidándose de dónde estaba y que le había pasado en su vida. Sus labios casi morados, su piel se veía más clara y delicada que hace unos momentos, la tristeza y el dolor no dominaba su rostro, ahora había admiración y felicidad, no tanto como la que me gustaría pero la había.

Nos quedamos en vela hasta el amanecer. Esa noche no cené, aunque me muriese de ganas primero estaba ella y su bienestar.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora