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—Quizás tengan nuestras medidas de aquella vez— respondí su pregunta.

La primera vez que estuvimos aquí, Samuel, horrorizado por nuestro sentido de la moda mandó a todas sus criadas a tomar nuestras medidas para hacernos y arreglarnos vestidos, pero entonces yo mandé a buscar camisas y pantalones. Ya los vestidos no me matan como solían hacerlo. Y Camila parecía estar de acuerdo con eso.

—Igual creo que es algo enfermo que tenga vestidos para nosotras, ni siquiera podía estar seguro de que regresaramos con vida de ese lugar— ella tenía sus ojos cerrados y seguía con su mano en su frente.

—Que optimista eres— su respiración se hacía más tranquila y su pecho subía con lentitud—. No vayas a dormirte, tenemos una fiesta a la que asistir.

—No quiero ir a ninguna fiesta, quiero estar aquí y que te quedes conmigo— estando de lado  montó una pierna en mi cintura junto con su brazo, pegandome mucho más a ella. 

—Y yo también, bajaremos un rato y luego encontraremos alguna buena excusa para subir. Podría actuar como si estuviera borracha y tú podrías traerme aquí para que descansara— sentí su creciente sonrisa en mi camisa.

—Me gusta esa idea— subió su cabeza y la recostó en mi hombro acomodándose, haciendo caso omiso a lo que le dije de no dormirse. Es Camila, nunca puedo llevarle la contraria.

—Perdón por esas cosas que te dije y por humillarte, no me gusta tratarte así aunque sea necesario— me carcome la conciencia dirigirme a mi sol de esa manera.

—Asunto olvidado, nunca creeré ninguna de tus palabras mi ángel.

—Quiero besarte desde esta mañana— bajé mi vista hacia su cabello.

Como si supiera que la estaba observando subió su mirada y mis ojos quedaron prisioneros de los suyos. Atrapé su labio superior sin necesidad de preguntarle con ninguna palabra, nuestros ojos hablaban por si solos.

Desde hace días venía haciendo lo mismo, pasaba su lengua por mi labio inferior haciéndome temblar. Se levantó un poco y tomó mi cara con sus manos, con sus dedos tocaba mis labios abriéndolos sin ser brusca.
Sentí su húmeda lengua dentro de mi boca, jadee y gemi de sorpresa, se sentía bien, algo tan grande que no podía contener. Sin romper el beso decidí hacerle lo mismo, tenía que sentir lo que yo estaba sintiendo. Puse una mano en su cintura y otra en su cuello acercándola más si es posible, imitando lo que ella hizo. Cayó duro encima de mi cuando metí mi lengua en su boca, hizo que nuestro beso se rompiera y sólo nos quedó reírnos de nosotras mismas porque estábamos descubriéndonos y éramos tan torpes a la vez.

—Quiero que me beses así más seguido— sus mejillas estaban muy rosas y sus preciosos ojos brillaban como las estrellas.

—Y tú a mi, se siente como cosquillas en la boca, muy rico.

Camila gruñó como nunca la vi hacerlo en su vida cuando tocaron nuestra puerta, puedo jurar que pataleo un poco.

—Ve a abrir la puerta Karla— hablé muy alto, de seguro eran las criadas que Samuel le había encargado a Smith para que vinieran.

Ella pone cara de pato al oírme, la levanto conmigo, cargándola y caminando hacia la puerta ejerciendo poca fuerza, ella abre mucho sus ojos y susurra "¿Qué estas haciendo? " Voy dándole pequeños besos de camino a la puerta que ella me corresponde.

La dejo de pie en la puerta y corro a lanzarme a la cama para fingir estar descansando.

—Ya mismo señorita Jauregui— habla tan alto como yo. Coloca su mano en la manilla de la puerta y espera unos segundos antes de abrir. Entran cuatro mujeres vestidas de la misma manera y se colocan en una línea en frente de mi.

Mar Dorado | Camren.Where stories live. Discover now