Capítulo 5: Globales

74.6K 3K 149
                                    

-Te andaba buscando -le dije a Raúl-. ¿Todo bien?

-Sí, ¿y tu? -guardó el sobre con las notas globales en el interior de una carpeta negra de plástico.

-Bien, nada que no me esperase. ¿Y los demás?

-Se han ido todos a tomar algo a El Molino, menos María, que sigue en su reunión.

-Pues vamos con los demás -lo agarré del brazo y nos dirigimos a la calle.

El Molino era una cafetería que había justo en frente de nuestro colegio. La dueña era una encantadora mujer, de unos cuarenta y pocos años, con el cabello cortísimo color azabache y los ojos azules más alegres que había visto nunca.

Nuestro instituto estaba muy cerca de otros dos colegios y una biblioteca pública a la que iban muchos universitarios y estudiantes de bachillerato. Por ello, Janine, la dueña de El Molino, no descansaba ni un segundo desde que abría a las nueve de la mañana.

Vendía, a demás de bebidas evidentemente, una impresionante gama de pasteles, bollos y panes de decenas de clases, y los martes, solía preparar unos deliciosos paninis que se acababan en menos de media hora desde que los sacaba al mostrador.

En cuanto entramos vimos a nuestros amigos sentados alrededor de dos mesas que ellos mismos habían juntado. La cafetería estaba a rebosar. Habían pasado dos semanas desde los exámenes finales, y ese era el día en el que daban, no solo las notas finales, sino que además decían quienes eran los ocho alumnos de primero que dispondrían de una beca para el curso siguiente. Me senté al lado de Carlos y Raúl se sentó al lado de Alicia.

-¿Qué tal las globales? -pregunté colgando mi jersey y mi bolso en el respaldo de la silla.

-Bien -respondió Carlos mientras seguía devorando su napolitana.

-¿Y tu? -le pregunté a Alicia.

-Tengo un ocho de nota media -dijo cabizbaja.

-Oye, ¡eso está genial! -le animó Raúl frotándole el hombro.

-Ya, claro -dijo sarcástica-. Haber, ¿qué media tienes tú? -lo miró fijamente y él se quedó en silencio sin saber qué decirle-. Ya sé que tienes una media superior al nueve -se encogió de hombros-. ¿No podías haberme ayudado a mí igual que lo hiciste con él? -me preguntó.

-Yo no lo ayudé, solo le dije que espabilase e hincase los codos de una vez. Oye, no te preocupes, ya sé que ahora mismo te parece una faena ese ocho, pero todavía te queda segundo, y puedes darle la vuelta a la situación.

-¿Darle la vuelta? La nota de corte de fisioterapia es superior al once, tendría que sacar matrículas de honor en todo para poder darle la vuelta.

-Pues hazlo, así de simple, hazlo -le dijo Carlos.

-Bueno... ¿quieres tomar algo? -me preguntó Raúl.

-Sí, por favor.

Nos levantamos y nos dirigimos al mostrador donde Janine estaba rellenando una bandeja con palmeritas recién horneadas.

-Hola Janine -le saludó mi amigo.

-Hola -contestó con una amplia sonrisa-. ¿Qué os pongo?

-A ver -miré todo el mostrador-, yo quiero una cola-cao y un croissant.

-Yo un café y un donut.

-¿Normal o de chocolate? -Raúl me miró fijamente antes de contestar.

-De chocolate.

-Bien, ahora mismo os lo pongo -se marchó a preparar nuestro pedido.

-¿Por qué me has mirado? -le pregunté.

-Estaba pensando que te apetecería más comer, ya que siempre andas robándome la comida.

-Oh, que generoso eres -lo abracé por la cintura.

En ese mismo instante una sonriente y deslumbrante María entró en el local.

-Hola chicos -nos saludó.

-¿Buenas noticias? -le pregunté.

-Increíbles -rió emocionada-. Janine, ¿me pones un café con leche?

-Ahora mismo -le contestó cogiendo una tercera taza.

Cuando Janine nos dio lo que pedimos, le dimos el dinero y nos dirigimos a nuestra mesa cada uno con su comanda en las manos. Raúl y yo nos sentamos en los mismos sitios de antes, María, por su parte, cogió una silla de otra mesa y se sentó al lado de Carlos antes de darle un corto beso en los labios.

-¿Qué tal? -le preguntó su novio.

-Genial -respondió risueña-. Tengo noticias -anunció.

-¿Qué será? -preguntó Raúl sonriendo de lado.

-¡Tengo una de las becas para el año que viene! -dijo emocionada.

-¡No! -exclamó Alicia.

-¡Venga ya! ¡Ninguno nos lo esperábamos! -respondí entre risas.

-¡Jo! ¡No le quitéis la emoción al asunto! -refunfuñó.

-Enhorabuena cielo -le contestó Carlos antes de volver a besarla-. Aunque entenderás que con tus notas a nadie le ha pillado esto de sorpresa.

-Vale -se encogió de hombros.

-Venga, brindemos -levanté con cuidado mi taza de café-. Porque hemos aprobado nuestro primer año de bachillerato, y tenemos todo el verano por delante.

-¡Salud! -exclamaron todos chocando nuestras tazas.

-Os echaré mucho de menos este verano -dije.

-Y nosotros a ti -me contestó Alicia.
-¿A qué hora os vais? -preguntó María echando azúcar en su bebida.

-El vuelo es a las nueve y media de la noche así que supongo que saldremos hacia las siete.

-Quiero hacer otro brindis -anunció Raúl-. Quiero brindar por Katy, porque este es su último día en Londres antes de irse a América y porque al fin ella y Daniel les han contado la verdad a la gente.

-No sé si quiero brindar, sigo mosqueada porque no nos lo contases a todos -dijo Alicia cruzándose brazos.

-Oh, ¡vamos! -Raúl le dio un codazo juguetón y ella soltó una risotada.

-Brindemos pues -Carlos levantó su taza en el que ya apenas quedaban un par de gotas de la cola-cao que había pedido.

-¡Por Katy! -exclamó Raúl-. ¡Y por Daniel!

-¡Por Katy y Daniel! -corearon los demás.

(***)

-Supongo que esto es un adiós -dije cuando nos bajamos de la moto de Raúl.

-Oye, te vas para dos meses, no dramatices tanto -me contestó guardando mi casco en la caja de la moto.

-Ya, pero te echaré mucho de menos.

-Yo también te echaré muchísimo de menos.

-No te olvides de hablarme por Skype cada semana.

-No lo haré, skype todos los viernes a las once de la mañana y whatsApp todos los días a todas horas -me sonrió, aunque noté tristeza en su mirada-. No te olvides de mí.

-Oh, por favor, nunca me olvidaría de ti.

Lo abracé rodeando con fuerza su cintura y él me abrazó los hombros. Sonreí al sentir la mano de Raúl acariciando mi cabello.

-Te quiero Raúl.

-Te quiero Katy.




El amor conlleva sacrificioWhere stories live. Discover now