Capítulo 15: Baile en linea

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Aquella mañana mi prima me había despertado, irrumpiendo bruscamente en mi habitación, a las ocho y seis minutos de la mañana. Estaba histérica y no paraba de preguntarse cómo se le había podido olvidar contarme la gran noticia. 

Aquel viernes iba a comenzar el festival del verano en el barrio, y mi prima estaba histérica pues apenas teníamos tiempo para irnos de compras para el baile. 

El festival se celebraba dos veces al año en el barrio donde vivían mis tíos y mi abuelo; en verano y en invierno. Nadie sabe exactamente cuándo empezaron a celebrarlo. Mi abuelo me decía que cuando era joven también se celebraba y al parecer también lo celebraban mis tatarabuelos. 

Cada año desde que era una niña había asistido al festival del verano, menos una vez, hace cuatro años, cuando murió mi padre. No había podido asistir al festival de invierno desde que era muy pero que muy pequeña, pues siempre coincidía con que ni yo tenía vacaciones en clase ni mis padres fiesta en sus respectivos trabajos. Pero no había excusas para no asistir al del verano. 

Adoraba ese festival, era mi celebración favorita después de las navidades. Ahí pasé los momentos más felices de mi vida junto a mi familia, la gente a la que amaba. Ahí aprendí a bailar, ahí conocí a mi primer novio y me dieron mi primer beso, al año siguiente me rompieron el corazón por primera vez... Tres días duraba el festival, y durante tres días me sentía plenamente feliz. 

Se organizaban muchas actividades en el barrio, actividades deportivas, concursos de devorar tartas o simplemente de cocinarlas, había mercadillos y música, música a todas horas sonando por todas partes y gente bailando, porque nadie es capaz de no bailar al escuchar una buena canción. No éramos una comunidad muy grande, puede que fuésemos unas cien personas, como mucho ciento treinta. Tal vez alguien pueda pensar que cien personas son muchas para un barrio, pero para alguien de Londres, donde la población es de unos ocho millones de personas, ciento treinta no era mucho. 

Lo mejor del festival era el sábado por la noche; era el momento que todos esperábamos con ansias. Celebrábamos un gran baile, un increíble baile, en un gran establo que había justo al final del barrio. Antes era el establo de una escuela de equitación, pero cuando el dueño decidió cerrar el negocio, aquel establo quedó abandonado; era demasiado grande para que alguien lo alquilara para meter solo un par de caballos y nadie parecía tener la intención de volver a abrir una escuela de hípica. Un día se decidió que se lo podría sacar provecho y desde entonces dos veces al año se decoraba el establo y se organizaba un gran baile. 

Todo el mundo acudía a él: niños, adultos, familias enteras, amigos, parejas... Era la situación perfecta para estar con la familia y también para ligar, todo sea dicho. 

Al final mi prima decidió que se iría ella esa tarde a comprar ropa para las dos y se veía que algo me servía devolvería el resto a la tiendo y luego yo le pagaría; yo ya tenía suficiente trabajo con Daniel. 

—Eres horrible -dije sentándome en uno de los sillones que habíamos movido para despejar el salón.

—¿En serio? ¿Ya te rindes? -preguntó ofendido cruzándose de brazos. 

—Pues sí, se te da fatal, no entiendo cómo se te da tan mal. No es la primera vez que lo intentas y se te da igual de mal. 

—Tal vez sea que tú tampoco me enseñes muy bien. 

—¡A mí no me eches la culpa! No entiendo cómo no lo pillas, ¡estudiaste bailes de salón durante años! ¿cómo no eres capaz de bailar el baile en línea? 

—Katy, dale un respiro al chico. 

Dani y yo nos giramos y vimos a mi abuelo en el marco de la puerta. Se acercó y se sentó en otro de los sillones. 

—¿Tan mal se le da? -me preguntó. 

—Fatal -suspiré. 

—Tus halagos me matan -contestó Daniel poniendo los ojos en blanco. 

—Tranquila, yo puedo bailar contigo el baile en línea, pero Daniel tendrá que aprender a bailar lentas. 

—Sé bailar lentas, mi madre me obligó a ir a clases -le contestó-. Es Katy la que no sabe bailar lentas. 

—¿Es en serio? ¿Todavía no has aprendido? -me preguntó mi abuelo-. ¿Ni siquiera el vals? -negué-. El vals es imprescindible en la vida, ¿qué vas a bailar cuando te cases?

—Dios mío, ¿qué le pasa a la gente con el matrimonio? Tú me hablas de matrimonio, Daniel también...

—¿Qué tiene de malo que hablemos de matrimonio? Somos pareja, nos queremos, no es para tanto pensar que un día nos casaremos.

—Solo tengo diecisiete y tu cumplirás pronto los diecinueve, somos jóvenes para ponernos a pensar en esas cosas. 

—Tu padre y yo teníamos solo veinticinco años cuando nos casamos. 

Los tres miramos hacia la puerta del salón. Mi madre entró y se quedó de pie a mi lado.

—En cualquier caso creo que los primeros en casarse serán Lucy y Lucas. 

—Estoy de acuerdo -le contestó mi abuelo. 

—Y si se casan, vas a tener que aprender a bailar para la boda -me dijo-. Así que, venga, arriba. 

—¿Qué? -fruncí el ceño, pero al parecer Daniel le entendió perfectamente porque me agarró del brazo y me obligó a levantarme. Después le dio su móvil a mi madre quien acababa de sentarse donde antes estaba yo. 

—Pon cualquier cosa -le dijo antes de apoyar su mano en mi cintura. 

—¿Va en serio? Esto va a ser humillante -me quejé. 

—De eso se trata -me respondió Daniel, burlón. 

Mi madre puso una canción que no conocía, como me pasaba con la mayoría de las canciones que tenía mi novio en su móvil. 

Mientras bailábamos, o mejor dicho, Daniel bailaba y yo me movía como un pato mareado que se acababa de bajar de una montaña rusa, miré de reojo a mi madre que se reía al verme bailar tan torpemente. 

Mi abuelo y yo habíamos tenido una conversación esta mañana sobre el baile. A mi madre le encantaban, pero siempre iba a ellos con mi padre. Mi madre adoraba a bailar, adoraba poner la música a tope, al igual que lo hacía yo, y ponerse a bailar por toda la casa, pero dejó de hacerlo al morir mi padre. 

Aquel sería la primera vez que mi madre asistiría al festival del verano tras su muerte,  y por consiguiente, sería la primera vez que asistiese al baile, sola, sin mi padre; tenía ganas de saber qué ocurriría el sábado.







El amor conlleva sacrificioWhere stories live. Discover now