Capítulo 12: Americana y mocasines

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Leed el comentario del final, es importante. 


Al día siguiente me desperté a las ocho menos diez en punto. Os contaré una curiosidad sobre mí, durante el curso, era incapaz de levantarme temprano, mi cuerpo simplemente se negaba a reaccionar, sin embargo, en cuanto llegaban las vacaciones tanto las de Navidad, Semana Santa o del verano, mi reloj interior se ajustaba automáticamente y me proporcionaba la habilidad de poder madrugar sin esfuerzo alguno.

Me quité el pijama y me vestí con unos vaqueros piratas y una camiseta blanca con el dibujo de un gatito subido a la cabeza de un tigre. Doblé la ropa que utilicé a la noche y la metí en el segundo cajón del tocador, al lado del pijama de mi padre. Por si os lo preguntáis, no suelo dormir con la ropa de mi padre, la otra vez fue una excepción porque estaba muy cansada y no me apetecía empezar a sacar mi pijama de la maleta, pero no acostumbraba a dormir con su ropa.

Me puse las mismas zapatillas moradas del otro día y bajé a la cocina. Mi abuelo estaba sentado en su silla habitual desayunando su taza de café mientras leía el periódico.

-Buenos días abuelo -le besé la mejilla.

-Buenos días. He oído que andabas despierta y te he calentado agua -dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia la tetera eléctrica que había en la encimera.

-Oh, gracias -eché el agua en una taza y saqué de uno de los armaritos una cajita de mi marca de té favorita; Lady Grey -. ¿A qué hora nos vamos a la tienda? -me senté en la mesa y cogí una galleta del paquete que mi abuelo había dejado sobre la mesa.

-Bueno, primero tengo que llenar unas cajas, tengo que coger tomates y vainas, y luego tengo que meterlas en la furgoneta así que en una hora más o menos -pasó de página y se puso a leer la sección de deportes-. ¿Ya le has preguntado a Daniel si quiere venir a ayudar?

-No hace falta, vendrá aunque no quiera -aplasté la bolsita contra el fondo de la taza con la cucharilla metálica.

-Buenos días -dijo un Daniel adormilado entrando en la cocina.

-¿Preparado para trabajar?

-¿Eh? -me miró confundido. Yo me limité a reír y a darle un mordisco a mi galleta.

(***)

-¿Lo tienes? -le preguntó mi abuelo a Daniel.

-Sí, tranquilo -dijo caminando con las dos cajas de tomate agarrados con los antebrazos.

Cogí la última caja de vainas que quedaba en el maletero y cerré la furgoneta blanca. Mi bisabuelo tenía una pequeña verdulería, cuando murió se la dejó a mi abuelo en la herencia. Había tres verdulerías en aquella zona, pero después de que uno de los dueños se mudase a Portland cuando su hija se quedó embarazada, y el otro muriese por tener una edad avanzada, mi abuelo se convirtió en el único dueño de una verdulería.

Aquella tienda era su gran pasión, se pasaba la mayor parte del día y cuando no estaba ahí se pasaba horas en la huerta de la granja trabajando. Pero cuando mi abuela murió, decidió que ya iba siendo hora de contratar a alguien para que le ayudase.

-¡Hola Katy! ¡Cuánto tiempo! -dijo Tim agarrándome la puerta para que entrase.

Timothy Wells era un chico encantador. Era un muchacho muy guapo, con el pelo rizado y de color azabache y tenía unos preciosos ojos castaños. Mi abuelo decía que lo contrató porque su padre era un viejo amigo de la familia, pero siempre he pensado que había otro motivo, y era el motivo por el cual siempre había chicas jóvenes rondando por la verdulería; como he dicho, Tim era muy pero que muy guapo.

El amor conlleva sacrificioWhere stories live. Discover now