Capítulo 13: No me olvides

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Habían pasado casi cinco días desde que había llegado y no podía creerme que en estos cinco días, en estas 120 horas, no había tenido ni una hora para pasear junto a mi mejor amiga.

Me puse la ropa de montar y salí corriendo al establo. Me dirigí a la cuadra de Cobalt pero me detuve en seco al ver que no estaba sola en el establo.

-Hola.

-Hola -me contestó Daniel.

-¿Qué haces aquí?

-Oí como le decías a tu abuelo que ibas a montar. Me dijiste que me ibas a obligar a montar en cuanto tuvieses oportunidad, así que he decidido venir voluntariamente en vez de que me tengas que obligar.

-¿Vas a montar conmigo? ¿Voluntariamente? -sonreí encantada.

-Sí, y todavía no me lo creo -se encogió de hombros.

-Pues cojamos a Canela -me acerqué al panel donde teníamos colgadas las riendas -. Es muy mansa y seguro que os llevaréis bien.

-Eso espero -rió nervioso.

-Coge esas mantas -le pedí señalando hacia las mantas que les poníamos a los caballos antes de ensillarlos-. Le he preguntado a mi madre si quería montar conmigo.

-¿Y? -me siguió hasta la cuadra de Canela.

-¿Tu ves que esté aquí? -ironicé. Saque a Canela de la cuadra y le puse la manta en el lomo-. ¿La ensillas tú o yo?

-¿Bromeas?

-Claro que bromeo -reí. Ensillé a Canela y Daniel la agarró de las riendas mientras ensillaba a Cobalt.

Cuando hube terminado, cogí un casco de montar, no tenía ni idea de quién era, mío al menos no, pero esperaba que le sirviese a Daniel. Se lo probó y por suerte le entraba, aunque lo cierto es que no le quedaba demasiado bien.

-¿Qué tal estoy? -preguntó.

-Bastante cabezón. Pero estás bien para montar. ¿Quieres que te ayude a subir?

-Creo que eso puedo hacerlo solo.

-Está bien.

Me monté sobre Cobalt y agarré sus riendas. A Daniel le costó un poquito más subirse sobre Canela pero al final lo logró sin asustar al caballo y provocar que saliese corriendo.

Salimos del establo y nos dirigimos hacia la carretera. Aquello era algo que nunca se veía en Londres, una pareja montando tranquilamente por la carretera. Pero en las afueras de Houston era algo bastante común, eso y encontrarte con un rebaño de ovejas que impide que puedas seguir adelante con el coche.

Seguimos montando hasta adentrarnos en un gran claro. Poco a poco fuimos adentrándonos en una gran extensión de árboles. Conocía aquel sitio como la palma de mi mano. Pasé gran parte de mi infancia entre aquellos árboles. Era el sitio especial que compartíamos mi padre y yo, ahí aprendí a montar, a subirme a los árboles... incluso aprendí a nadar en un pequeño lago que a lo largo de los años fue secándose hasta convertirse en un acumulo de charcos de tamaño medianos.

Nos adentramos unos cuantos metros más hasta llegar a nuestro destino; el campo de No-me-olvides. Se trataba de un claro rodeado de árboles que le daban una forma cilíndrica. El sol pegaba plenamente en aquel círculo formado por árboles. Me bajé de Cobalt y me agaché tocando suavemente las flores que había ahí. Mi padre me enseñó de pequeña que la No-me-olvides era la flor nacional de Alaska, según él este era el único sitio fuera de Alaska donde crecía aquella flor. Nunca investigué si aquello era verdad o una simple falacia, probablemente lo era, no me creía que una flor creciese únicamente en un estado, pero de ser cierto, si mis sospechas eran ciertas, no quería saberlo, porque pensar que era verdad hacía que ese sitio fuese muy especial, mágico como decía mi padre.

-Es precioso -dijo Daniel. Me giré y vi que estaba de pie a mi lado. Se había quitado el casco y tenía el pelo un poco aplastado.

-Sí, ¿verdad? -le sonreí. Me tumbé de espaldas y cerré los ojos-. ¿No te tumbas conmigo?

No me respondió, simplemente se tumbó a mi lado y me cogió la mano.

-¿Te das cuenta de que esta es la primera vez en cinco días en la que estamos realmente a solas? -preguntó entrelazando nuestros dedos.

-Es cierto -afirmé y lo miré de reojo-, creo que deberíamos de hacer algo al respecto.

Se me quedó mirando durante unos instantes antes de agarrarme por la cintura y ponerme sobre él; solté una risita tonta, y me sentí aun más tonta por haberlo hecho. Me echó el pelo hacia un lado y me agarró por los hombros, apartándome un poco la camiseta de cuadros lilas que llevaba por encima de la camiseta gris. Me dio un ligero beso en el hombro y fue subiendo, dejando un reguero de besos, hasta llegar a la altura de la oreja. Me mordí el labio reprimiendo las ganas de reír.

-¿Sabes qué me pone a cien? -preguntó. Le pregunté el qué sin articular palabra, con un gesto con la cabeza-. Que te rías cuando te toco -esa vez no pude evitar reírme por mucho que me mordiese el labio.

-Ya sabes que tengo muchas cosquillas.

-Lo sé, y eso me encanta.

Se giró haciendo que quedase en el suelo y él sobre mí. Me besó fogosamente. Nuestros labios comenzaron a danzar en un baile agresivo y ardiente. Enredé mi pierna derecha con la de él. Apartó una de sus manos de mi cintura, la metió por debajo de la camiseta y la puso sobre mi pecho. Decidí que era momento de parar aquello cuando sentí como metía los dedos por debajo de la copa del sujetador.

-No vamos a hacerlo aquí -le dije y se detuvo en seco.

-¿No es el sitio adecuado?

-¿En medio del bosque con los caballos mirándonos? ¿Tú crees? -ironicé, sonriendo, intentando no sonar muy seca.

-Sí, tienes razón -se incorporó y se sentó con las piernas completamente extendidas.

-Tal vez podríamos hacer algo juntos esta noche -dije inocentemente. Él me dedicó una mirada lasciva y sentí como la sangre me subía a las mejillas. Por lo general no era de las que se sonrojan con facilidad, pero cuando me miraba de aquella manera tan sexy, me era imposible no hacerlo.

-¿Qué propones? -preguntó con voz ronca.

-Propongo que cuando todos se vayan a dormir, nos vayamos cada uno a nuestra habitación -me incorporé al igual que lo había hecho él-. Yo me pondré algo un poco más atrevido que de costumbre y mientras tú prepararás alguna película para que la veamos.

-¿Una película? -preguntó arqueando una ceja-. ¿Alguna petición?

-Sorpréndeme. Tienes portátil e internet; busca algo adecuado para la situación. ¿Vale? -traté de mirarlo de la misma manera que lo hacía él, y creo que funcionó porque noté como todo su cuerpo se tensaba.

-Vale -murmuró-. Pero tal vez podríamos disfrutar de un pequeño adelanto de esta noche -se mordió el labio inferior y me faltó tiempo para agarrarlo por el cuello y besarlo fogosamente; menuda noche íbamos a tener.


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Pido perdón por la tardanza. Estos días han sido una locura, y buscar Wi-fi lo ha sido aun más. Pero por fin he vuelto, así que, aquí tenéis el nuevo capítulo; espero que os guste.




El amor conlleva sacrificioWhere stories live. Discover now