*Especial de Navidad*

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Dos años atrás... 

—Pasa -contesté al oír que mi madre llamaba a mi puerta. Dejé el cepillo sobre el escritorio y me giré en mi silla rotatoria. 

Abrió la puerta y entró en mi habitación. Estaba preciosa, como siempre. Se había puesto un precioso vestido morado de corte imperio de mangan largas y unos impresionantes tacones negros; ¿aprendería yo a caminar alguna vez con semejante soltura sobre tacones de aguja?

—¿Cuáles me pongo? ¿Las perlas o los aros? -se puso el pelo tras la oreja mostrándome los pendientes; una pequeñita perla en la oreja izquierda y un pequeña aro plateado en la derecha. 

—Mamá, ¿desde cuándo me pides opinión a mí? Eres tú la que siempre sabe con qué combinar la ropa, yo soy la que te pide opinión. 

—Vale, me pondré los aros -se quitó la perla y cerró su puño alrededor de esta-. Estoy nerviosa, es normal, ¿verdad?

—Sí, pero no lo estés. Saldrá bien. Te lo aseguro. Estás preciosa, a tu novio ya lo conozco, seguro que su hijo también es muy majo y tu comida estará igual de buena que siempre. No te preocupes. 

—Te quiero, ¿lo sabes? 

—Lo sé, y yo a ti -le sonreí-. Tengo que prepararme. ¿Algún consejo?

—Mmmm -se adentró en la habitación y echó una ojeada por mi armario-, ponte la blusa de color salmón, te da buen color de cara. 

—Vale, ¿me pongo falda?

—No, ponte vaqueros, solo es una cena, no tienes por qué ir muy elegante. 

—¿En serio? -la miré de arriba abajo arqueando una ceja-, ¿te has visto en el espejo?

—Soy yo la que intenta que su novio le pida matrimonio, no tú. Tú solo vas a conocer a su hijo no vas a intentar ligar con él. 

—Quién sabe, ¿es guapo? -me mordí la lengua; sabía que en ese momento ese tipo de bromas desquiciarían a mi madre. 

—¡Katherine! -chilló fulminándome con la mirada. 

—Tranquila mamá, te prometo que no intentaré ligar con él... de momento. 

Mi madre soltó un bufido y salió de la habitación caminando sobre sus tacones. Me levanté de la silla y me paré frente al armario. Mamá tenía razón, solo era una cena, la importante era ella no yo; si aquella cena salía bien no sería de extrañar que oyésemos campanas de boda. 

Me puse la blusa que me dijo mi madre con unos vaqueros con las rodillas cortadas y unos botines negros. 

Mientras me ataba los botines, sentada en el borde de mi cama, escuché cómo se abría la puerta de mi habitación volvía a abrirse. 

—¿Me ato el pelo o me lo dejo suelto?

—Estarás bien de las dos maneras -contestó, pero no era mi madre. 

—¿Raúl? ¿Qué haces aquí? -pregunté al ver a mi mejor amigo apoyado en el marco de la puerta-. No me has avisado de que venías. 

—Tu madre me preguntó si podía traer mi tiramisú de chocolate. 

—Me dijo que se lo encargaría a algún profesional -me puse una cadenita plateada con un osito en el cuello. 

—Vaya, me siento halagado -sonrió con satisfacción mientras yo rodaba los ojos ante su comentario-. Bueno, ¿cuándo llegarán? 

—En menos de una hora. Me encantaría que te quedarás, quién sabe cómo es su hijo. 

—Seguro que es majo -se me acercó y se sentó detrás mío-. ¿Te hago una trenza francesa?

El amor conlleva sacrificioWhere stories live. Discover now