Capítulo IV

3K 394 399
                                    

—¿Cómo es posible? —Pete enarcó una ceja, observando a los tres chicos tendidos en el piso.— Nunca te vuelvo a dejar solo. Nunca en tu vida, Way.

—¿Sí, verdad? Porque me estoy divirtiendo de lo lindo. Amo que hombres extraños me acosen a mí y a mi hermano. —Gerard empezaba a ponerse nervioso, y cuando eso pasaba, se convertía en una bola sassy que nadie podía calmar.— Esta es la mejor fiesta, por favor, invítame más seguido, ¿sí?

Pete rodó los ojos mientras palpaba el rostro de Mikey, intentando hacer que despertara, pero el rubio no daba señales de querer moverse pronto.

—Tenemos que irnos rápido, van a empezar a preguntar —Susurró Gee, notando la mirada de la mujer de uñas rojas perfectamente limadas y cejas teñidas posarse sobre él.— ¿Esto es un delito? ¿Y si vamos a la cárcel? Pete, si vamos a la cárcel por tu maldita culpa mi condena va a ser la más larga. PORQUE PRIMERO TE VOY A MATAR.

—No alces la voz —El moreno parecía perder la calma a medida que no parecían despertar.— Vamos a sacarlos de acá, ahora mismo.

—¿Y los intrumentos?

—¿A quién le importan los instrumentos en un momento así? —Repuso nerviosamente, pasando las manos por su cabello.

—Yo te regalé ese bajo, idiota. Es mi bajo especial.

—Bueno, bueno, respira. Tranquilo —La música electrónica taladraba en los oídos de ambos, no haciendo nada por mejorar la situación.— El papá Wentz tiene todo controlado.

Gerard soltó una risa, nervioso y preocupado. Estaba seguro de que le daría un ataque de nuevo si no tenía algo para impedirlo, algo para calmar su mente. Estarían bien, estarían bien, bien.

Entonces, lo recordó.

—Eeh, ¿me pasas la chaqueta de Iero?
El tatuado lo miró consternado, como si se hubiera vuelto loco.

—No soy quién para decirte nada, —Empezó— pero no creo que desnudar a nuestro amigo sea lo ideal en esta situación.

—Pasame la puta chaqueta.

—Lenguaje —Dijo, pasándole la prenda de cuero. Urgó en los bolsillos hasta encontrar lo que necesitaba. Gracias a Dios por Frank Iero pensó, agarrando la pastilla tranquilizante que el chico le había comentado que siempre traía consigo, juraba que era capaz de tatuarse el nombre del joven en su frente por agradecimiento. Oh, pero ahí se dio cuenta, Frank no estaba bien, ¿verdad? ¿Qué clase de persona lleva consigo pastillas tranquilizantes?

Ignorando sus nuevos pensamientos sobre la salud mental de su nuevo amigo, agarró el vaso que Pete había dejado en la mesa y bebió su contenido junto con la pastilla. Con una mueca, sintió a la amarga cerveza baja por su garganta. La odiaba, le traía malos recuerdos.

—¿TOMASTE LA PASTILLA CON ALCOHOL? ERES UN —Wentz parecía perder la calma con cada acción del otro— ERES UN GIL, GERARD WAY, UN GIL.

—Nada —Puntualizó, masajeando su propia sien—  puede ser peor que lo que está pasando ahora.

—¡Lo que me faltaba! —Miró al cielo, y juntó sus manos, como rogando por piedad— ¡Un gil depresivo!

—Haz algo productivo por primera vez y ayúdame a llevarlos al auto. —Gee dijo esto rápidamente, juntando las palabras, al mismo tiempo que subía al pequeño cuerpo de Iero a su espalda.

Sintió el calor del joven, y por un momento, se calmó. Estaba bien, después de todo.

—¿Por qué tú llevas a Frank? —Refuñó— ¿Yo tengo que llevar a la bestia de Mikey?

Prozac y avellanas -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora