Capítulo XIII

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—Hace frío, hace mucho frío, ayuda, Gee —La voz aguda de Frank retumbaba en los oídos de Gerard como una repetitiva melodía.

—Ya te di mi campera, enano molesto —Repuso un poco gruñón, pasando una mano entre sus rojos cabellos.
¿Dónde se encontraban los otros imbéciles? Por cierto, debía dejar de llamar a la gente que quería así, no a todos les hacía gracia. Mientras más quería alguien peor lo trataba; una maña suya.

—¡Chicos! —Una voz demasiado alegre sonó detrás de ellos, haciéndolos darse la vuelta, casi sincronizados. Y por fin encararon a los dos hombres (abrigados de la cabeza hasta los pies) que los habían abandonado a su suerte después del concierto, pero por alguna razón, no se sentía molesto. Capaz tendría que ver con que eso había terminado en él durmiendo en la misma cama que su enano, pero esos eran detalles.

—Llevas todavía ese horrible sombrero —Señaló, como saludo. Patrick llevaba (de nuevo) esa fedora que tanto odiaba, sin embargo, hoy llevaba una negra. Gerard se imaginó que posiblemente tendría un estante o ropero dedicado exclusivamente a esos molestos sombreritos. Ew.

—Sí, me gusta como le queda —Comentó Pete, mirando a su amigo con cierta ternura. O como prefería llamarlo, lo comentó poniendo su cara de idiota. Lo cual era diferente a su cara regular, que era sólo de estúpido.

—Llevamos esperando 26 minutos afuera. —El pelirrojo musitó, aún gruñón. Frank rió por lo bajo.

—Que específico.

—Y cuarenta segundos. —Añadió, apoyándose en la pared del helado lugar. Qué bien le vendría un cigarrillo en ese momento.

—Deberían haber entrado, Dios. —Stump dijo, quitándose su bufanda negra con rojo y poniéndosela a Frank sin que este pudiera decir nada. Gee rodó los ojos y tensó los labios, casi como un instinto— Está congelante aquí.

—¿En serio? No me había dado cuenta. —Cruzó los brazos y se dirigió al moreno, haciendo un puchero con los labios— Pete, tengo frío.

—Felicidades, hombre. Todo un logro te has mandado, no todos somos tan bueno al sentir la temperatura.

—¿Y si entramos? —Frank lo detuvo antes de que el otro pudiera contestar, parecía estar tan harto de la situación como los demás.

Patrick fue el primero en entrar, seguido de los demás chicos, que sintieron en sus cuerpos la agradable calidez del local al instante.

El lugar tenía un distintivo aroma del café por el cual Gerard abría matado a cualquiera en ese momento. Bueno, quizás no hubiera asesinado a Frank.
O sí lo habría hecho, pero rápidamente. Sin dolor, sí, eso.

Decidieron sentarse en la primera mesa que vieron porque realmente ninguno quería seguir parado. Frank jugaba con los dedos de Gerard mientras los demás decidían lo que iban a pedir.

—Te sentaría bien tatuarte un poco —Le dijo, sonriéndole cariñosamente. El dibujante seguía algo gruñón, pero intentó esbozar una sonrisa, que terminó siendo algo más parecido a una mueca incómoda.

—Me dan terror las agujas —Comentó, poniendo un brazo alrededor del castaño, como protegiéndolo. Pete enarcó una ceja.

—¿Qué hay entre ustedes dos? —Lo preguntó sin rodeos, como acostumbraba a hacer. El cantante pareció atragantarse en el aire que respiraba y miró a su compañero alarmado, como si estuviera diciéndole "¿qué dijiste?" con la mirada.

—¿Te dan miedo, en serio? —Frank evitó la pregunta completamente adredé. El moreno murmuró un "ya veo", mientras seguía hurgando entre los ítems del menú.

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now