Capítulo XII

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Ray estaba en un problema.

Básicamente había visto series durante más o menos nueve horas seguidas, y no podía parar. Esa había sido su rutina por los últimos 5 días, llevándolo a terminar varias temporadas de Orange is the new black en un extremadamente corto periodo de tiempo. Había calificado a Netflix como la primera amenaza para su vida social, su productividad y su existencia en general.

De igual manera, lo último que realmente esperaba esa noche era recibir compañía, así que cuando dos empapados (había llovido durante al menos cuatro horas) chicos con ropas oscuras estaban parados frente a su puerta, no pudo evitar volver a cerrarla en sus narices.

—¡Toro! —Gritó el primero, vagamente alterado y golpeando la puerta repetidas veces con sus pálidos nudillos.

—¿Quién es ese? —Preguntó sarcásticamente el tatuador, subiendo el volumen de la televisión.— Suena muy atractivo, por cierto, preséntamelo cuando puedas.

—No te hagas el imbécil, imbécil. —Exclamó el mismo chico, esta vez sacando una hebilla de su bolsillo. Como había visto en las películas, la utilizó para abrir la puerta y sin más, ambos entraron a la desorganizada casa. La sala tenía muchos papeles con diseños pegados en todas partes, casi tantos que no se podía ver la pintura azul ligeramente destiña de las paredes.

—Gerard, —Dijo el hombre, sin darse la vuelta— juro que voy a llamar a la policía. Maldito raptador de inocentes.

—Ray —La voz del chico más bajo sonó, contrastando con la de los otros. Más aguda y sonora— por favooor, vinimos a visitarte, hombre, te extrañamos un montón.

—Díganme la verdad, pepinos sin gracia —No dejaba de mirar la pantalla, observando detenidamente la imagen de una chica con muchos tatuajes y ojos azules coser ropa en primera plana, como si su vida dependiera de ello.

—¿Cómo- cómo nos llamaste? ¿Estás drogado otra vez?

—Frank, vas a decirme la verdad o vas a salir por esa puerta.

—Bien, bien —Accedió, dirigiendo una mirada de molestia al pelirrojo, que respondió con una similar— Gee y yo no tenemos donde quedarnos por la noche y lo único que se nos ocurrió fue venir contigo, eh, por favor. Por favor. Es una larga historia.

Y en verdad, era una larga historia.
Pete y Patrick (el último no dejaba de hablar sobre lo feliz que estaba, era realmente irritante para todos) se habían ido al departamento del cantante a dormir. Suponían que dormir. Y ellos no iban a quedarse en casa ninguna de sus casas, no querían dar explicaciones.

Así que una vez que los chicos habían salido del concierto, separaron sus manos, porque Gerard Way seguía siendo un hombre heterosexual a los ojos de todos, a pesar de que eso hiciera que el pecho de Frank Iero se sintiera pesado y su corazón algo vacío.
Y no habían hablado del tema, pero cuando empezó a llover, el dibujante volvió a besar al chico, así, debajo de la lluvia, porque imaginó que eso era lo que uno de los héroes galantes de sus cómics haría. No sabía bien que estaba haciendo su cuerpo exactamente, pero aquello se sentía tan bien que no podía estar mal.

Claro, a menos de que fueras la iglesia. O los padres de Way. O toda la sociedad en general. Qué divertido había sido descubrir que era homosexual, se ponía cada vez mejor, con la mayoría de la población odiándote.

Frank no sabía bien todavía cómo reaccionar, es decir, nada le podía gustar más que como Gerard actuaba pero sentía que tenían que resolver exactamente qué pasaba entre ellos antes de seguirle el juego. No era la putita de nadie, y no planeaba serlo en ningún futuro.

—No podemos ir a ningún lugar porque queremos discutir algo y- ¿tengo que explicarte, de verdad? —Frank parecía a punto de sufrir un desmayo, y Ray realmente no quería tener que cargar con alguien al hospital a las 3 de la mañana.

—¿Saben qué? Bien, pepinos emo, se quedan. Pero tengo una sola habitación libre y-

—Está bien —Asintió Gerard, quizás demasiado rápido para su propio gusto. Se puso rojo al mismo tiempo que Ray levantaba sus cejas en consternación. Lo hiciste otra vez, mostraste ese lado, muy bien. Perfecto. 10 de 10 puntos.

—Bueno, está por ahí —Dijo, restándole importancia al arrebato de su amigo  y apuntando la habitación al final de pasillo que daba con la cocina— antes de que me arrepienta.

—Ay, Ray —Frank parecía estar realmente agradecido, por lo cual se lanzó a los brazos del desprevenido hombre y lo apretó en un fuerte abrazo. Way miró a otra parte mientras la escena transcurría— eres el mejor, de veras. El mejor.

—Me haces volver a considerar llamar a la policía, raro —Contestó, soltándose de su agarre. Sin decir nada más, volvió a su lugar original, enfocando toda su atención a la serie, como si nada nunca lo hubiera desconcentrado en un primer lugar. Frank estaba algo avergonzado, así que apartó la vista y se encaminó hacia la pieza.

Gerard mojó el corto trayecto de la sala hasta la habitación, casi ocasionando que el guitarrista cayera al suelo.

—Perdón —Susurró, dejando que la puerta se cerrara detrás de ellos. El lugar era bastante acogedor, no se parecía para nada al resto de la casa.
Tenía varias lámparas de luces cálidas y cortinas naranjas, lo que le otorgaba un aspecto casi rural.
Gerard sonrió con malicia y se acercó al chico, que para su sorpresa, se alejó de él abruptamente.

—Gerard Arthur Way —Musitó, cruzando ambos brazos contra su pecho y dejando que su cabello negro cayera en su rostro cual cascada— en primer lugar, no soy tu perra. Un chico hetero no viene y dice —Cambió su voz, intentando hacerla más grave y parecida a la de él— "oh Fronki, vamos a besarnos todo el día, uh eres un puto gay pero no me importa porque yo no lo soy, aunque te bese y toque por todas partes".

—Nunca dije eso —Se defendió, un poco divertido pero a la vez preocupado— y en definitiva no sueno así.

—Pero lo haces.

—No —Cortó— y sería más como un "oh, Frankie, estoy tan pero tan enamorado de tu estúpido rostro. De tu estúpida voz y estúpida sonrisa. De todo tu estúpido ser y no puedo remediarlo, porque oh, Frankie, eres lo más bonito que me ha pasado en años"

El chico intentó mantenerse serio y firme, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa aflorara de la punta de sus labios.

—¿En verdad piensas eso de mi?

—No —Bufó, Iero había sonado como una chica de doce años y no podía evitar burlarse— hablaba del otro Frankie. Frank Eiro.

—Imbécil.

—Prefiero el término, hombre con capacidades excepcionales.

—Prefiero llamarte imbécil, bebé —Hasta el último pelo del cuerpo de Gerard se erizó ante el apodo, lo había tomado por sorpresa.

—Me gusta eso también.

—Anda y dícelo al otro Frank.

—Este Gerard, —Susurró, acercándose— quiere saber qué es lo que este Frankie piensa.

—Bien, piensa que deberías ir a cepillarte los dientes. Tu aliento es horrible —Bromeó, sonriendo entre dientes— mentira, pienso que eres lo más bonito que me ha pasado en años, también.

—No homo.

—Sí homo —Dijo, observándolo detenidamente— y amo todo de ti, todito. Tuve un crush desde el momento en que te vi en la farmacia. Woa, se podría decir que estoy bastante enamorado.

—¿Somos novios? —Preguntó ásperamente, la palabra novios se sentía rara y rasposa en su garganta, como si no estuviera acostumbrado a usarla con su nuevo significado.

—No —Contestó, mirando a través de la ventana. Seguía lloviendo— ¿qué somos?

—Somos nada, porque somos todo.
El chico sonrió más ampliamente aún. Se puso rápidamente en una rodilla en el suelo, y fingió estar sosteniendo un anillo de compromiso.

—Gerard Way, ¿aceptarías ser mi todo?

—Acepto, oh, Frank Iero. ¿Tú aceptarías ser mi nada?

—Con mucho gusto —Respondió, poniéndose el anillo imaginario.— Dios mío, soy tan punk rock. Acabo de hacer lo más hardcore de mi vida.

—Frank Way —Susurró, sin poder sacar sus ojos del chico.

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now