Capítulo VIII

2.3K 367 322
                                    

Mikey observó a Gerard dormir plácidamente en la sala de estar. Los materiales que usaba para sus pinturas estaban, como siempre, tirados en un gran desorden. Qué hice yo para merecer a este holgazán de mierda como hermano.

De igual manera, el rubio se molestó acomodarlo de modo en que su cabeza estuviera en sobre una almohada, además de taparlo con una sábana, ya que el apartamento estaba levemente fresco a pesar de la calefacción; no quería que el frío lo molestara y causara que despierte. Anoche había sido una de sus noches duras.

Mikey siempre lo escuchaba, pero no sabía cómo reaccionar. A través de las paredes podía escuchar los finos llantos que Gerard quería ocultar; oírlo lo hacía sentir nudos en el estómago, porque puede que fuera un horrible holgazán que no ayudaba a pagar la renta, pero al fin y al cabo era su familia, su hermanito mayor que ahora había crecido aún más. Y nadie le había dicho que crecer iba a ser tan duro, que lo convertiría completamente.

Dios, el cielo sabía cuánto quería ayudarlo con su depresión, pero no estaba seguro de cómo, y nunca había sido bueno tratando con las personas. No había dado consejos desde los once años, cuando el pescadito mascota de Gee había muerto. Recordaba vagamente su intento de ayudar, la manera en que el entonces niño lloró más fuerte cuando Mikey le dijo  "tú también vas a morir, yo voy a morir. Deja de ser estúpido".

—Siento no ser de ayuda —Murmuró para sí mismo, observando a su pecho subir y bajar al ritmo de su respiración.

Con un torpe movimiento, recogió el celular del chico del piso, como el entrometido que era. Cuando notó que la pantalla rezaba en letras blancas "6 llamadas perdidas de Frankie" no pudo resistir la tentación de desbloquearlo. Su contraseña era (muy obviamente) 6666, y debía admitir, que a veces le asustaba lo mucho que lo conocía.

Fue directo a las llamadas, para encontrarse con que habían hablado por dos horas y media sin interrupciones. A las 3 am, hora que coincidía con cuando dejó de escuchar sus lamentos. ¿Coincidencia?

Sintiendo como que invadía algo a lo que no debía acercarse, abrió la bandeja de mensajes y empezó a leerlos. Los oscuros ojos del chico se abrieron en asombro al leer los mensajes. Su hermano le había escrito a Iero sobre su tristeza, sobre cómo se sentía y que necesitaba ayuda. Sabía que ambos habían pasado mucho mucho tiempos juntos en esas 4 semanas, pero aun así le sorprendió que había hablado de un tema tan delicado, de algo que no hablaba con él, ni con su mamá o abuela. Tenía algo especial con el chico, una conexión que no existía con otras personas.

4 mensajes no leídos
No hagas nada estupido, si? :( Voy a ir si hace falta
Estoy aquí para ti <3
Literalmente hablando
Estoy afuera de tu puerta je

Michael frunció las cejas en desconcierto. ¿De qué hablaba? Allí no había nadie a excepción de los Way, era imposible que— ay dios, tenía que estar bromeando.

Sin perder tiempo, el menor sacó las llaves del apartamento, y con un leve crujido, abrió la pesada puerta.

Tal y como esperaba, frente a él yacía el pequeño cuerpo del dormido Frank Iero. Debía haber estado ahí por mucho tiempo, porque usaba sus manitos como almohadas y llevaba únicamente una remera con estampado militar para protegerse del frío, además, no era como que sus skinny jeans fueran muy abrigados tampoco. Mikey lo compadeció al ver sus labios azules, así que decidió despertarlo.

—Fraank —Canturreó, su voz teñida de ternura y agradecimiento. Se acercó a él y al comprobar que nada en el mundo lo haría despertar, lo cargó en su espalda, metiéndolo sin titubear dentro del departamento. Se merecía algo mejor que el congelado suelo del pasillo.

Con cuidado de no despertar a ninguno de los dos, dejó a Frank junto a su hermano con una delicadeza poco propia de él. Los dos encajaban perfectamente, notó, como el cuerpo del más pequeño era como la pieza faltante del bastante dañado rompecabezas que era Gerard. Esto es muy gay para mí, pensó abandonando la habitación, ¿era buena idea dejar a los dos solos en una habitación? Way no lo sabía y la verdad, tampoco le importaba mucho la vida sexual del artista. Y como le había dicho tantas veces, "era hetero".

Todo lo que deseaba y ocupaba su mente era la posibilidad de que Frank lo haya ayudado en una forma que estaba fuera de su alcance, ojalá y lo hubiera hecho.
***

Cuando Gerard Way despertó se sintió como un niño en Navidad. Sólo que en lugar de ver un árbol con regalos debajo de él, su mirada se posaba en los tatuajes del hombre en su cama. Se fijaba en los de sus brazos, especialmente, ya que se habían juntado con los del pelirrojo mientras ellos dormían. No necesitaba explicación, no necesitaba contexto, sólo necesitaba asegurarse de que lo que ocurría no era otro sueño absurdo.

Pero no, el tiempo pasaba y Frank no parecía desaparecer, así que el chico se fundió en el abrazo que tanto necesitaba desde la noche anterior, cuando su voz lo ayudaba a calmarse y lo convencía de no terminar todo. ¿Qué haría sin el maravilloso hombre al lado suyo?

—¿Gerard? —La voz del castaño lo despertó más, como una inyección de adrenalina. No había nada mejor que escucharlo pronunciar su nombre, no existía nada que se pudiera igualar.—¿Estoy soñando? No recuerdo nada... ¿Morí ayer? ¿Estoy en el cielo?

—Sos un gay —Contestó, sonrojándose ante tales palabras.

—Considero tus manos en mi cadera algo un poco gay —Repuso Frank, acercando su cuerpo más al del chico. Tenía una oportunidad, una oportunidad imbécil que no entendía ni cómo había pasado, pero la tenía.—¿Puedo pedirte algo? Prométeme que no te vas a molestar.

—Claro que no, imbécil. —Fue su somnolienta respuesta.

—¿Me das uno de tus besos en la frente? —Iero pronunció las últimas palabras con un dejo de inseguridad. ¿Estaba yendo muy rápido? ¿Y si Gerard se asqueaba y lo dejaba fuera de su casa (y cama) para siempre? No quería perder al otro por alguna estupidez que había pronunciado cuando estaba muy dormido para meditar lo que hacía, pero las palabras escapaban de su boca.

—Está bien, bebé —Pronunció Gee, provocando que el enano casi tenga un ataque cardiaco a las 7 de la mañana. Bebé, bebé, bebé. ¿Podría ser? ¿Que Gerard sintiera algo parecido al desastre sentimental que sufría él?

Claro, no tuvo mucho tiempo para pensar en esto, ya que los labios de Gerard en su frente acallaron todos sus pensamientos. Se sentía protegido y cálido.

—¿Te molestaría si... —Frank se calló al observar los ojos hazel/verdes del otro abrirse y encararlo. No estaba listo para besarlo realmente, porque no estaba listo para ser rechazado y perderlo. No estaba listo para que desapareciera de su vida, como sabía que ocurriría irremediablemente.— Nada.

—¿Seguro?

—Muy —Contestó, dejando su cuerpo destensarse y acomodándose en el hombro de Gerard. Luego de un momento, comenzó a llover.

—Adoro la lluvia —Susurró el ojiverde en los oídos de Frank, logrando erizar cada pelo sobre el cuerpo del chico.

—Yo también. —Se limitó a responder.

Y así se quedaron, uno al lado del otro, escuchando sus corazones desbocados y sintiendo sus pieles rozarse. Las palabras eran innecesarias.

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now