Capitulo XVIII

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—Gee, tengo hambre —Frank sonaba como un niño pequeño mientras abrazaba al más alto. Lo había extrañado durante el tiempo en que estuvo fuera. En serio.

Ambos se encontraban en el desordenado dormitorio del Way. Más específicamente, acababan de terminar de ver una película y ahora estaban abrazados en su cama.

—¿Yo cuento como comida? —Preguntó juguetonamente el pelirrojo, teniendo a cambio un golpe en el brazo— ¡ay!

—Degenerado —Bufó el tatuado, escondiendo su rostro en la campera negra que tenía puesta el otro. Lo abrazó sobre la tela y lo empujó hacia sí mismo. Tenía un agradable aroma distintivo, una mezcla de café y alguna flor o cítrico, como sea, lo embelesaba.

Tú degenerado —Clarificó, mientras el otro reía— tuyo.

—Gee.. —Dijo de repente Frank, cambiando su tono confiado a uno algo avergonzado. Adorable. Todo lo que hacía parecía ser adorable y Gerard no sabía que hizo para merecer a un ser tan bueno como él— quiero preguntarte algo.

—Pregúntame. Y no, vamos a tener sexo ahora porque estoy cansado y la verdad no quiero que nuestra primera ve—

—No es eso, Dios —Lo cortó, dándole otro golpe— ¿qué te pasa hoy?

—Me pasa que tengo una pareja abusiva. Me golpeas todo el rato, ¿por qué? —Todo esto lo dijo exagerada y dramáticamente, cerrando sus ojos, como si algo invisible lo lastimara. Sonrió— no me queres más. Eso. Es eso.

—No, idiota.

—Decime de una vez, o juro que es la última vez que te invito a mi cama. Además, te comes todas las palomitas, maldito gordo.

—Amenazas e insultos —Susurró Iero— señales alerta sobre estar en una relación abusiva.

—Dime —Insistió, haciendo ahora un puchero. Se acomodó, para lograr observarlo más apaciblemente.

Sus ojos avellana eran realmente una obra de arte, podría escribir odas y odas sobre ellos. Sobre ese color café. Amaba tanto el café, pero más a Frank. Creo. No, amaba a ambos igualmente.

—¿Me pintas las uñas?

La voz del tatuado había sonado tan baja y las palabras habían sido tan inesperadas y dóciles, que Gee no pudo evitar el impulso de empujarlo hacia él y fundirse en un beso. Le gustaba. Quizá demasiado. Cerró con lentitud los ojos, notando la manera en que los labios de Frank eran suaves y dulces; se sentían como estar en casa. O algo mejor que estar en casa. Era como pasar la noche en una cabaña en medio del bosque con las personas que más querías. Era una aventura, todo nuevo pero no por ello menos grato.

—Claro —Contestó finalmente al separarse. Sin embargo, Frank lo siguió besando, ahora en el cuello— ¿quién es el degenerado ahora?

—Si quieres me detengo eh.

—¡No! —El pelirrojo se sonrojó, había soñado quizás un poco desesperado. Uy.

Frank se divertía. Ninguno de sus novios anteriores lo habían adorado tanto como él hacía. Ellos se reían a su costa cuando pintaba sus uñas de negro, decían que era de niñas. Pero Gee era diferente. No se burlaba de él, sino junto a él, lo tenía en cuenta, lo hacía sentir eso que nadie nunca había logrado en muchos años. Amado.

—¿Qué color te gusta? —Preguntó Frank, cuando dejó el cuello del chico. Había dejado un chupón, y no pudo evitar pensar en lo raro que sería si Mikey lo notara.

—¿Rojo?

—No soy una puta.

—Las uñas rojas no son de puta. Y diferiría en tu estatus de puta —Contestó rápidamente, como si el comentario lo hubiera ofendido personalmente— bien, ¿negro?

—Suena bien —Dijo este, emocionado de vuelta. Sacó de su mochila un kit para el cuidado de las manos, tenía esmaltes de varios colores y limas de uña, entre otras cosas— y la próxima que me llamas puta no te abrazo por una semana.

—Que miedo.

—Si no te molesta entonces puedo no abrazarte por una semana, está bie—

—¡Frankie! —Refunfuñó, haciéndolo callar con otro beso— no estaba siendo sarcástico. Me da miedo, en serio.

—Que asco, sos demasiado tierno —Exclamó, con falso disgusto— ¿cuándo te picó la araña gay?

—Al nacer, supongo. Y considerando lo gay que soy, debieron ser muchas arañas. Repetidas picaduras.

—¿Quién necesita Spiderman si tiene a Gerard Way man? —Balbuceó Frank, mientras se pasaba una capa de esmalte, para mostrarle al chico como se hacía. Era realmente bueno en aquello, debía admitir— ¡uh, pensé en un chiste!

—Confío en que será terrible.

—Callate —Dijo, aún concentrado en sus manos— ¿qué empieza con "G" y termina con "ay"?

—¿Qué cosa? —Preguntó distraído. Estaba más concentrado en poder recordar cada detalle de la imagen frente a él. Las manitos tatuadas del chico eran cuidadosas y se movía en delicados círculos, no sabía esta era la misma persona que actuaba en el escenario casi como si estuviera en un strip club.

—Gerard Way —Rió, y el aludido no pudo evitar reírse también. Sí, después de todo, era un mal chiste— ahora lo haces tú. Píntalas.

Gerard observó curiosamente al artefacto que tenía en frente (nunca había tocado un pintauñas en su vida) y empezó a colorear las uñas del chico pacientemente.

—Frankie, amor, ¿puedo hacerte una pregunta yo?

—Si —Contestó— a menos de que sea lo de las clases de natación. No sos tan gordo tampoco.

—Cállate un rato —Musitó, como si tuviera que concentrarse. Cerró los ojos, y cuando los abrió de nuevo, parecían más verdes y brillantes que en mucho tiempo. O el guitarrista alucinaba— Frank Anthony Iero, ¿serías mi novio?

Frank tragó saliva, y el momento parecía ir más lento, tal y como en las películas. No podía ser cierto.

¿Estaba pasando? ¿El súper capitán hetero decía que quería estar en una relación con él? ¿Gerard anti-maricas Way? Tenía que ser una maldita broma.

—¿Hablas en serio? —Preguntó, mordiéndose el labio. Si todo era una joda, iba a estar increíblemente avergonzado.

—¿Por qué mentiría? —Argumentó el dibujante, claramente herido. Pero este sentimiento se borró completamente cuando el otro sonrió como nunca antes, dandole las palabras que tanto tanto anhelaba oír. Fue un "sí" pequeño y dulce, pero con mucho poder. Un sí a la medida de Frank Iero.

—Mierda, quiero besarte y tocarte tanto en este momento.

—¿Entonces, por qué...? Nada te detiene, Frankie.

—No quiero arruinar mi esmalte —Confesó, sonrojándose. Gerard lo besó por, uh, ni siquiera sabía cuantas veces lo había besado ya, y no le importaba.

Lo hizo de nuevo, ahora con más fuerza, su corazón empezó a correr tan veloz que sabía que si no lo detenía probablemente terminaría en el hospital. Iero abrió los labios dejando a la lengua del otro colarse. No pudo evitar soltar un delicado gemido, casi implorando porque no se detuviera.

—A la mierda, puedo volver a pintármelas más tarde, ¿verdad? —Exclamó, sin tardar en volver a unirse con Way.

En ese momento, era feliz. Y en ese momento no podía hacer nada más que desear que su felicidad no durara tan poco como las últimas veces. Confiaba en Gerard Way.

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now