Capítulo 6 - Como magneto y metal.

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Capítulo 6: Como magneto y metal.

PDV Connor.

Estaba en su habitación, podía verla desde la ventana. Lucía preocupada, dando vueltas en círculos y con el ceño fruncido. Solo tenía ganas de ir y aliviar lo que fuera que le estaba haciendo mal. Quería estar junto a ella como nunca antes había querido. Sentía que ya no me bastaba con protegerla, de cierta forma quería algo a cambio. Y ese algo era su presencia.

Me senté y esperé. Esperé, y esperé. Ella no salía, y me empecé a desesperar. ¿Acaso no se daba cuenta de que quería estar con ella? El cielo comenzó a oscurecerse, y no había otro sonido más que los pasos de Marion. Probablemente sus padres se habían ido.

Me acerqué más a la puerta, intentando de alguna forma hacer que note mi presencia. Tenían una de esas pequeñas puertas, dentro de la puerta, para que pasaran los perros. Seguramente del pastor alemán. Era bastante grande…yo hubiera entrado por ahí.

No, no podía hacer eso. Pero… ¿Por qué no? Estaba sola, nadie haría nada, y estaba preocupada. Y…¿si tenía alguna emergencia? De ser así, definitivamente iba a tener que ayudarla. Pero no podía saberlo a menos que entrara. Era lo correcto. Una pequeña parte de mí me decía que lo que estaba pensando era solo una forma  no válida de justificar lo que iba a hacer…pero no escuché esa parte.

Sin más rodeos entré a la casa. Se acercaba bastante a lo que siempre imaginaba. Había una mesa de roble con varias sillas alrededor que hacían juego, unos cuantos pasos más allá estaba la cocina, en la otra dirección la sala de estar, más allá una puerta y finalente unas escaleras. Entonces escuché un gruñido y sin que pudiera anticiparlo tuve un pesado cuerpo sobre mí, mordiéndome.

¡Rayos! me había olvidado por completo del perro. Me lo sacudí de encima con facilidad. No se parecía en nada a mi pelea con Sharon. Yo no era mucho más grande que él, y aun así me parecía una criatura indefensa.

Comenzó a ladrar, gruñir, e intentar morderme de nuevo. Yo esquivaba cada uno de sus ataques, pero no quería lastimarlo por dos razones: una, si lo veían herido sabrían que alguien había estado aquí, y dos, no quería herir a nada ni nadie que fuera de mi ángel.

Me preocupo que ladrara, ella iba a escucharlo. Los pasos de arriba se detuvieron y pude verla bajando la escalera. Tenía una expresión preocupada e iba armada de un palo. No pude evitar sonreír, era como ver a un gatito intentando ser un león.

- ¿Ronnie?-llamó con inseguridad.

Entonces vio al perro, que ladraba incesablemente, y me vio a mí, acorralado en una esquina, pero sin miedo ni heridas. Se quedó absorta unos momentos y luego hechó al perro a los gritos, y estirándole del collar, hasta meterlo en el cuarto de baño. El pobre animal estaba muy confundido.

- ¿Así que viniste hasta aquí?-la chica tenía una mezcla de incredulidad, fascinación, y estaba un tanto cautelosa. Tenía sentido, puesto que un animal salvaje estaba en su casa.

Asentí con la cabeza.

 Luego recién me di cuenta de que era un completo idiota. ¡Asentir! ¡¿En qué demonios estaba pensando?! Pero ese era el problema, no pensaba. ¿Un lobo respondiéndole a un humano? tenía que ser muy idiota.

La humana se sobresaltó y frunció el ceño.

-¿Acabas de decir que si? ¿Puedes entenderme?

Esta vez solo me quedé quieto en el lugar, y al cabo de unos momentos me senté. Como cualquier otro animal, sin hablar, ni asentir.

Ella sacudió la cabeza y murmuró algo así como “debo estar volviéndome loca”. Luego centró de nuevo su atención en mí, dejó el palo en la mesa y fue a buscar un poco de carne. Lamentaba que creyera que mis sentimientos solo se mantenían en la comida, y que no se diera cuenta de que quería estar con ella.

Huellas De Un LoboWhere stories live. Discover now