Capítulo 9 - Reencuentro

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Capítulo 9: reencuentro.

PDV Connor.

Habían pasado varios días desde que no veía a Marion. Me sentía como si hubieran vaciado mi alma de felicidad y la hubieran llenado con nostalgia y tristeza. Lo único que podía hacer era aullar por las noches, esperando que lo escuchara; de esta forma sabría de mi presencia, aunque fuera lejana.

En la manada mi indiscreción empezaba a ser solo un recuerdo. Sharon estaba bien conmigo de nuevo, y se había disculpado por tratarme así.

Los cazadores habían avanzado considerablemente, estaban cerca de encontrarnos. Tenían rastros y pistas suficientes para atrapar a cualquier lobo, y ahí es cuando nos enfrentamos a una contradicción. Si los evadíamos; nuestra fachada correría peligro, se vería sospechoso que unos lobos, tan cerca de ser encontrados, se hayan simplemente desvanecido. Y por otro lado, no podíamos encontrarnos con ellos, porque eso solo dejaría dos opciones: matarlos, lo cual ya no estaba bajo discusión, y dejar que nos atraparan, algo que tampoco dejaríamos que pasara.

Jack, después de mucho pensar, llegó a la conclusión de que pasáramos un tiempo como humanos. Estaríamos cuanto fuera necesario en la ciudad, y luego, cuando el peligro pasara, volveríamos a nuestros bosques.

La idea no nos atraía del todo. Estábamos acostumbrados a ser lobos, y no transformarnos en un tiempo sería extraño. Pero mientras más lo pensábamos parecía la mejor opción.

Finalmente estuvo decidido. Seríamos un padre (Jack) con sus dos hijos (Luka y Sharon) y los amigos de sus hijos (Kim y yo), disfrutando una temporada de la ciudad. Ya teníamos un departamento (que no era muy grande, puesto que casi no teníamos dinero, solo lo que Jack guardaba de nuestras víctimas). El líder consiguió un trabajo en un restaurante, y aunque dijo que no era necesario, yo logré conseguir un puesto en una librería. Luka, Sharon y Kim pasaban la mayor parte del tiempo en el parque, (ya que detestábamos estar encerrados) y cuando no, en el departamento.

Tal como había planeado varios días atrás, mentí sobre el horario de trabajo. Dije que la tienda cerraba a las nueve, cuando en realidad lo hacía a las ocho y media. Eso me dejaba solo media hora para llegar hasta su casa y verla. Pero era mejor que nada. Intentaba ocultar el entusiasmo que me provocaba por fin esa noche ver a mi ángel, pero al parecer no lo hacía del todo bien, ya que había algunas miradas de soslayo, y Kim más que nadie parecía sospechar. Pero aun así no llegaron a ninguna conclusión, o al menos no dijeron nada.

No era una librería muy concurrida, y los clientes solían aparecer de a uno. Yo me encargaba de cobrar, así que lo único que hacía era esperar sentado detrás del mostrador, hasta que alguien compraba un libro. Además de mi había una chica que ayudaba a quien lo necesitara y ordenaba los estantes, el de la limpieza, y el dueño.

Sólo hubo unos pocos clientes, y luego finalmente el reloj dio las 8:30. Me despedí y salí a toda prisa hacia Wickery Park. Era un parque medio descuidado y olvidado, lleno de maleza y esculturas abandonadas. Conectaba con el bosque, y no estaba muy habitado. Era justo lo que necesitaba, además, solo estaba a cinco minutos a pie de la librería. En cuanto llegué al bosque, me aseguré de que nadie me viera y me transformé. Se sentía bien ser un lobo de nuevo, y más aun correr a toda velocidad por la fresca espesura. Me tomó solo unos momentos ubicar mi posición en el mapa del bosque que tenía en mi cabeza. Corrí hacia el este y me encontré con la gran roca por la que siempre pasaba para ir a su encuentro.  Finalmente llegué a su hogar, y pasé la verja como tantas otras veces. Ella ya estaba ahí, sentada sobre un banco. Tenía una expresión triste y desolada, mirándose las manos que reposaban sobre su pierna. Tuve una mezcla de emociones; me alegraba enormemente de estar junto a ella, una vez más. Después de tanto tiempo sin verla, solo quería eliminar la distancia que nos separaba y mostrarle que estaba ahí. Pero por otro lado se me partió el alma, ¿por qué estaba triste?

Me acerqué tan solo a unos pasos de distancia, y aun así no se percató de mi presencia. Esperé, y luego de un rato no pude evitar soltar un pequeño ladrido de impaciencia.

Ella levantó la vista, sobresaltada, y sus ojos tristes adquirieron un brillo al verme.

-¡Estas vivo!-exclamó, y de un salto estuvo frente a mí, abrazándome. Me sorprendió su entusiasmo, pero en seguida mi mente se nubló por su contacto. El recuerdo de su aroma y piel revivía finalmente.

-¿Dónde estuviste todo este tiempo?-me miró a los ojos, aun excitada, con la mirada radiante y sin un rastro de la tristeza que tenía hace unos momentos.

Solo pude devolverle la mirada, y esbozar algo parecido a una sonrisa. Tantas veces había deseado poder responderle, hablarle, y esta no era la excepción.

Amé cada segundo que pasamos juntos y odié el momento de nuestra separación. Pero no me quedaba otra. Aunque ligeramente desanimado por tener que irme, sentía una alegría enorme, como si me rodeara y se metiera en mi interior hasta el fondo de mi alma, llenándome de entusiasmo. Era justo lo que necesitaba.

Cuando llegué a casa intenté actuar normal, como si recientemente no hubiera disfrutado de un momento grandioso.

Dormí feliz, pensando en mi ángel. En haber respondido por fin al llamado de mi magneto.

Huellas De Un LoboOù les histoires vivent. Découvrez maintenant