Capítulo 14 - La cita

11.4K 1K 56
                                    

Capítulo 14: La Cita.

PDV Connor.

Llegué al parque unos 15 minutos antes de lo que habíamos acordado. No había podido evitarlo, estaba muy ansioso. Kim me había mirado con emoción cuando le dije que Marion y yo íbamos a salir, y me palmeó la cabeza murmurando “Estas creciendo...” con tono emotivo, a pesar de que yo incluso era algo mayor que ella. Rodé los ojos ante el recuerdo, y me dispuse a mirar a mí alrededor.

Este parque no era Wickery Park, el que solía usar para llegar a su casa, donde con Luka habíamos matado al hombre. Sino que este era uno más vivo. El césped estaba bien cortado y cuidado, no había gran espesura, una pequeña laguna se extendía por uno de los extremos laterales y un sector estaba destinado a juegos para los niños. Podías ver el movimiento de la gente, paseando con sus perros, jugando, teniendo un picnic, riendo, leyendo, escuchando música…

Yo estaba parado en el lado más cercano a su casa, porque sabía que vendría por ahí. ¿Podía ser que saber algo así me convirtiera en alguien obsesivo…?

Pensé en el tiempo, en cómo por más ansioso que uno esté, los minutos seguirán siendo minutos, sin  alterarse, sin que les importe nada más que su constante duración de 60 segundos.

Dejé de sumirme en mis pensamientos cuando divisé la motocicleta negra de Marion acercándose. Sonreí ampliamente y la saludé con la mano para que supiera dónde estaba. Ella tardó unos segundos en verme, pero cuando lo hizo su expresión se volvió un reflejo de la mía, también sonriendo.

Estacionó su vehículo y se acercó a mí.

-Hola Connor-saludó animosamente.- ¿Cómo está tu mano?

Sonreí y levanté la mano izquierda, moviendo los dedos.

-Como nueva, gracias a ti.

Ella rio por lo bajo.

-Bueno, yo también estoy en perfectas condiciones –se señaló a sí misma, dando una vueltita rápida, y luego me miró con una media sonrisa- gracias a ti. Si no me hubieras salvado del choque podría haberme roto un hueso, o algo peor…

-Pues me alegro de haberlo hecho- le aseguré, intentando no pensar en ese “algo peor…”

Ella asintió, y yo le señalé el parque.

-¿Vienes aquí seguido? Yo no conocía este lugar hasta ahora.

-Sí…¿quieres que te muestre algo?

-Claro.

Sonrió y me tomó de la mano, llevándome a un rincón vacío del parque, donde había abundantes arbustos y unos pequeños árboles. Riendo por lo bajo me hundió en la maleza, y luego se metió ella también. Pronto nos vimos en un espacio apenas lo suficientemente grande para que cupiéramos los dos, rodeados completamente por plantas. Ni siquiera podíamos pararnos ya que a un metro del suelo uno de los arbolitos que nos tapaba extendía sus ramas, cubriendo el cielo. Estábamos ocultos del resto del parque y de la gente. Miré asombrado cómo podía sentirme tan a gusto y contento en un lugar tan sencillo y pequeño.

-¿Te gusta? –preguntó ella, con aquella voz emocionada tan dulce.

Sonreí ampliamente.

-Por supuesto que sí. Es perfecto.

El resto de la tarde transcurrió con alegría. Nos conocimos mejor, me contó de su escuela, de sus amigos, de sus padres e incluso de su perro. Yo intenté ser lo más sincero posible, pero tuve que mentir en unas cuantas cosas respecto a mi familia y amigos. Y me vi obligado a inventar con rapidez sobre mi pasado, dónde estaba antes de venir aquí y todo eso. Al volver al presente me tranquilicé más, podía ser yo mismo. Hablamos de nuestros gustos, y ambos coincidimos en lo bello de la naturaleza. Bromeamos y reímos bastante también. Había momentos en que tenía que apretar la hierba entre mis manos o apoyarme contra un tronco para asegurarme de que todo esto fuera real, de que en verdad estuviera viviendo una de mis tantas fantasías como desde hace tanto tiempo soñaba. A veces ella hablaba, pero yo realmente no la escuchaba. Estaba perdido en su belleza, en sus ojos zafiro y su sonrisa de ángel. ¿Será que no se daba cuenta lo hermosa que era? ¿O lo hacía a propósito?

Pero finalmente, como todas las cosas, tuvo que concluir. La noche caía sobre nuestras cabezas, apurándonos a salir de aquel pequeño escondrijo y a despedirnos.

-La pasé muy bien – dijo ella, sonriéndome.

-Yo también- admití con sinceridad, mirándola profundamente, cuando ya habíamos salido del escondite entre la maleza.

Dudé de cómo despedirla. Confusamente le extendí la mano, porque por lo que sabía de humanos, solían despedirse así. Ella rio y movió a un lado mi mano, abrazándome. Yo sonreí felizmente y la abracé también.

-Deberíamos repetirlo.-dijo ella, concluyendo el abrazo.

-Cuando quieras.

Y así nada más todo terminó. Ella se subió en su moto y se perdió en la oscura y tranquila noche. Yo me quedé un rato observando la nada, y luego caminé hasta el departamento. Nunca me había sentido tan feliz y completo en mi vida.

Pero claro, uno no puede nunca experimentar tanta felicidad sin que algo en la vida te la quite. Por lo que,  pensando que nada podría sacarme de mi bruma de amor, entré en el departamento. Y un asustado y jadeante Luka apareció frente a mí.

-¡Connor! ¡¿Dónde estabas?! –No esperó a que le contestara- ¡Es Sharon, los cazadores la atraparon!

Y así de simple toda esa calma se esfumó, reemplazada por el oscuro tinte de la preocupación, que se arrastró lentamente por mi cuerpo cubriéndome totalmente.

Huellas De Un LoboWhere stories live. Discover now