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—En un mes habrá examen.

El profesor de Historia de la Medicina finalizó la clase justo un minuto antes de que sonara el timbre, indicando el fin. Un alarido de disgusto salió de los labios de cada alumno -incluidos los míos- mientras guardábamos los libros en la mochila, dispuestos a quejarnos para exigir una fecha más atrasada. ¿Cómo pretendía que comenzásemos a estudiar si ni siquiera tuvimos tiempo de integrarnos en la materia? Por suerte, sólo se trataba de una prueba parcial que apenas contaría en la evaluación, pues los exámenes finales a final de cuatrimestre eran los más importantes.

—Profe, ¿el examen va a ser oral o escrito? —la voz de Mihua se hizo presente, sus labios fruncidos en una mueca de dolor.

-Anal para quién no estudie.

Las risas se hicieron presentes con el comentario de Suga y pronto el profesor nos mandó a callar, golpeando la mesa fuertemente. El aula se quedó en silencio absoluto al segundo, esperando a que dijera alguna respuesta; sin embargo, no respondió. No le dio tiempo. El timbre hizo eco entre las paredes de la Universidad y pronto todos nos adelantamos, corriendo como una manada de salvajes hasta la puerta de la clase. Todos nos empujábamos entre sí en busca de la salida, podía sentir a la perfección cómo moriría aplastada por Taehyung, que no dejaba de impulsarme hacia adelante y logrando que mi cuerpo quedara completamente pegado al de Dooly, que iba delante mío.

Su rostro giró con una expresión sorprendida y rápidamente apartó la mirada de mí, arrepentido de averiguar quién lo estaba prensando con tanta fuerza y asustado por tenerme tan cerca.

—¡Joder, Taehyung! —le di un golpe a su mano, la cual apretaba mi cintura fuerte.

—¡Lo siento, Mihua me está empujando!

En ese momento, logramos salir por el marco de la puerta y me alejé acalorada del bullicio, acomodándome la mochila al hombro. Divisé cómo el trillizo pelirrojo se mantenía comprimiendo a la gente y haciéndolos enojar, mientras él y Suga carcajeaban divertidos por eso. La cara de Taehyung ahora estaba aplastada contra la espalda de otro chico y sus gritos de molestia contra Mihua se oían por todo el pasillo.
Los dos igual de idiotas.

Rodando los ojos, desbloqueé mi móvil en busca de la hora y gruñí entre dientes, recordando que era la hora de mi castigo con Dooly.
Ni siquiera recordaba qué era, ¿pero a quién le importaba? Sólo esperaba acabar cuanto antes y largarme a dormir. No estaba en mis planes ser la sirvienta del director por mucho tiempo, aquél que nos había juzgado al trillizo y a mí de la peor manera.

Era gracioso: sólo había pasado una semana en la Universidad y ya quería que acabase el curso, irme de vacaciones y hacer lo que me entrase en gana. Quizás si hubiera entrado en Harvard, mi motivación fuese diferente. Pero estar allí, en aquella Universidad privada que tanto me había negado a aceptar, me recordaba una y otra vez el día que mi madre entró a mi habitación con una mueca de disgusto en su rostro y una carta en la mano, anunciando que no tendría la oportunidad de estudiar en el lugar de mis sueños. 

—Tienes un moco, hermanita.

La voz de Seokjin resonó a mis espaldas como el gran inoportuno que era y me giré hasta él, dedicándole una mirada fulminante. A un lado suyo, el chico de cabello rosa -el cual aún no sabía su nombre- me observaba con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa, a diferencia de los días anteriores. Así, de pie frente a mí se veía realmente alto y esbelto, con una mandíbula marcada y... vaya, unas cuántas marcas rojizas se extendían por su cuello. Presté especial atención a una de ellas que tenía forma de corazón.

Qué cochino.

—¿Cómo puedes saber que tengo un moco si estoy de espaldas a ti, imbécil?

—Tengo el don de la telequinesis, ¿porqué dudas de mí? —su rostro adquirió un tono ofendido mientras una minúscula sonrisa aparecía en mis labios, negando con la cabeza.

Trillizos Park. - bts.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt