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  —¿Qué tal el día, tabla de planchar?

  —Jodidamente bien, gracias imbécil.

  —Oye, te has pasado. 

Rodando los ojos, me dejé caer sobre el césped bajo el árbol y apoyé la espalda en el tronco de éste, quedando entre Mihua y Dooly; uno fumando, el otro pendiente de terminarse la manzana antes de que se oxidara. Como era de costumbre, aparté el humo del tabaco con una notable mueca de molestia y saqué un donut de chocolate del bolsillo de mi mochila, comenzando a comérmelo con la misma ansia de un animal salvaje. 

Estaba enfadada.
Enfadada con el estúpido profesor de Fisiología celular, enfadada con el la prueba parcial, con mis compañeros de clase, conmigo misma -por no haber estudiado lo suficiente- y con el mundo entero. Enfadada con los gemelos Min, con Taehyung, Jimin y con Mihua. 

Y es que, mientras el examen se llevaba a cabo la hora anterior, aquellos cuatro hombres no habían dejado de susurrarse entre ellos y lanzarse pelotitas de papel con las respuestas en ellas. De alguna manera, se las ingeniaban para que el profesor no lo notase en ningún momento. Sin embargo yo, que estaba rodeada de ellos, no pude concentrarme en todo lo que duró la hora. 

Para empeorar la situación, tampoco logré sacarme de la cabeza el tema de las cartas anónimas. Ni comer lograba quitarme el malhumor de encima. 

Una mano se posó suavemente sobre mi hombro y pronto me encontré con la mirada tímida de Dooly, quien me observaba curioso a través de los cristales de sus finas gafas. Su cabello castaño se mantenía peinado perfectamente a cada lado de su rostro, su cuerpo cubierto por una chaqueta que me recordó que el frío comenzaba a hacerse más presente día tras día.

  —¿E-estás bien? —aquella voz tranquila y cohibida bastó para relajarme un poco. 

Me encogí de hombros mientras terminaba de tragar y eché la cabeza hacia atrás en un suspiro profundo, apoyándola para poder observar al chico más detenidamente. ¿Cuál sería el secreto de Dooly para permanecer tan relajado con sus hermanos, cuando eran totalmente diferentes? 

  —El examen me ha salido como una mierda por culpa de tus hermanos y sus amigos, ya sabes. Lo normal. —me quejé con el tono de voz elevado, con la intención de que Mihua lo escuchase perfectamente. Pero lo único que recibí de él fue una carcajada—. Y si no es suficiente, hay por ahí algún idiota aburrido que está dejándome cartas en la taquilla.

  —¿Cartas de amor? —Mihua entró en la conversación de golpe, alzando las cejas con una sorpresa que incluso parecía falsa—. Pobre chico, debe tener un gran problema en la vista. Eres horrible.

En cuanto terminó de hablar, elevé el puño a la altura de mi rostro y le lancé un golpe en el hombro con todas mis fuerzas, arrancándole un quejido de disgusto. 

  —Y tú deberías empezar a comprarte una tumba, porque voy a terminar cortándote el cuello un día de estos.

 —¡Joder!, qué salvaje eres —se sobó la zona adolorida con el ceño fruncido—. Voy a terminar lleno de moretones, y no justamente por las razones que a mí me gustaría tenerlos. 

Dejó la frase en el aire, mirando cómo amenazaba con volver a golpearlo. No obstante, aquella sonrisita ladina típica de él estaba plasmada en sus labios, mientras se mordía levemente el labio inferior. 

Traté de no fijarme demasiado en aquella estúpida manía que tenía de jugar con sus propios belfos y que siempre se ganaba mi atención. No obstante, noté que el orden de sus piercings había cambiado y ya no llevaba ninguno en el labio, sino que había colocado uno en el tabique de su nariz. El metal del septum brilló y me pregunté cuántos agujeros ocultos tendría escondidos en su cara y cuántas veces los reabría al cambiarse los piercings de sitio.

Trillizos Park. - bts.Where stories live. Discover now