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—¿Cuánto queda? Te juro que quiero arrancarme la cabeza ahora mismo.

—Confío en que podrás aguantar los cuatro minutos que faltan.

Mihua y yo nos encontrábamos en mi habitación, ambos sentados en la cama con mi ordenador portátil frente a nosotros, absortos en el documental de asesinatos reales que salió recientemente en Netflix. La cabeza del trillizo estaba envuelta en un gorro de baño de plástico y algunas partes de su frente se habían manchado de verde, dándole un aspecto gracioso.

Había sido el día anterior cuando insistió en que lo ayudara a teñirse el cabello, afirmando que debía hacerlo antes de la fiesta de Halloween. Así que, después de esperarme en la puerta de la sala de disección -siendo Anatomía mi última clase del día- y perseguirme a través del campus universitario con la caja de químicos para el cabello en las manos, terminé ejerciendo de peluquera privada en mi propio baño, diciéndole adiós a su rubia cabellera. El chico se había mantenido sentado en la taza del váter con las piernas algo abiertas, dejando espacio a mi cuerpo entre ellas. Así pasaron los veinte minutos que tardé en cubrir todos sus mechones de tinte, con sus muslos apresándome de vez en cuando para molestarme y regañarle, o sus dedos jugueteando sobre mi cintura. Tuve que darle un manotazo para que se detuviera y él respondió con una risa malévola, como si fuese eso mismo lo que buscaba.

Los treinta minutos de espera antes de lavarle el cabello los gastamos en mi cama, entre quejas por lo mucho que le picaba el cuero cabelludo y lo apretado que era el gorro de plástico.

—Sé que estas disfrutando de mi sufrimiento —murmuró con los ojos entrecerrados, pues mi sonrisa aumentaba cada vez que se quejaba.

—Mucho. Además, ese gorrito te queda genial.

—Estoy seguro de que parezco mi abuela ahora mismo.

Mi carcajada se hizo más audible cuando me empujó por los hombros molesto, logrando que cayera acostada en mi colchón.

—¿Te ríes de mí, mocosa? —gruñó.

Sí lo hacía. La imagen era demasiado graciosa como para no reírse en su cara. Mi amigo se colocó rápidamente sobre mí con una pierna a cada lado y una expresión fingidamente frustrada, aunque la comisura de sus labios luchaba por curvarse hacia arriba. Fruncí el ceño por la repentina postura o por la sorna que mostraron sus ojos y, antes de poder reaccionar, sus manos se enterraron en mis costados y mi estómago, arrancándome carcajadas más intensas y casi chillidos. Me removí bruscamente bajo él víctima de las cosquillas, pero no me dejó libre por más que lo suplicara. Sus muslos se encargaban de sujetarme firmemente en la cama, con todo su peso sobre mis piernas.

—¿Ahora qué, eh? ¿Te sigues riendo de mí?

—¡P-para, por favor! —grité agitada, sintiendo dolor en el abdomen debido a tantas risas.

Tuve que encoger el cuello en cuanto sus manos viajaron hasta allí, siendo aquella una de las zonas más tremendamente sensibles para mí. Se me erizó la piel al segundo y sujeté sus muñecas con la poca fuerza que las cosquillas me dejaban, en un intento por alejar sus dedos de mi garganta. Su dientes blancos ahora mordían su labio inferior, carcajeando por lo bajo mientras se inclinaba levemente sobre mí—. ¡Cuatro minutos! ¡Han pasado los cuatro minutos!

Mi plan funcionó a la perfección pues, tan pronto mencioné aquello, mi amigo se bajó de mi regazo deseando deshacerse del tinte. Fuera como fuese, no contaba con las acciones siguientes; con una facilidad infinita, pasó un brazo bajo mis rodillas y otro por mi espalda, alzándome en el aire como un príncipe carga a su princesa y obligándome a rodear su cuello al sentir la ausencia de mi cama. Me costó recuperarme del sentimiento extremadamente risueño que me trajeron las cosquillas y observé el rostro feliz de mi amigo a pocos centímetros, quién me dejó caer en el suelo antes de que pudiera recriminarle nada. Sin embargo, el frío del suelo me recorrió los pies y admití para mis adentros que estar en el aire se sintió mejor que aquello. El gorro de plástico cayó en las baldosas de mi baño y pronto también lo hizo la camiseta negra de Mihua, dejando a la vista aquellos curiosos tatuajes de adornaban su torso.

Trillizos Park. - bts.Where stories live. Discover now