Conociendo a Eileen

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Allí estaban madre e hijo, todavía fundidos en un abrazo que parecía no tener fin. Era como si en tan solo ese gesto quisieran expresarse lo mucho que se amaban y se habían extrañado el uno al otro, y aunque Severus siempre fue duro para admitir su lado sensible, había ocasiones en que le era imposible no hacerlo. Ella era su madre y por fin estaba de vuelta con sus mimos y con todo su amor, la mujer que le dio la vida y lo protegió encarecidamente de las crueldades de su padre muggle, la que siempre lo valoró cuando nadie más lo hizo, a excepción de Lily que le brindó su amistad sincera desde que lo conoció en aquél parque cuando eran niños.

—Te amo, hijo mío. 

Severus solo había escuchado esas palabras de labios de su madre hasta que años después, muchos años, las escuchó de nuevo, en esa ocasión pronunciadas por su amada Lily, haciéndolo sentir vivo por primera vez en tanto tiempo. Entonces lloró, lloró amargamente en brazos de su madre por haberla juzgado mal, se odió a sí mismo por haberla odiado a ella, debió haberla escuchado cuando quiso explicarse.

—No llores, mi niño —dijo su madre con voz dulce acariciándole el cabello—. No me voy a ir a ningún lado.

—¡Pe... perdóname, mamá! —musitó él al tiempo que se separaba de ella para mirarla a los ojos que eran iguales a los suyos—. Perdóname por no haberte escuchado, me duele haberte herido como lo hice. 

Ella lo calló colocándole un dedo en los labios, luego lo tomó de la mano y lo invitó a tomar asiento sobre la cama.

—No tengo nada que perdonarte, hijo  —dijo muy comprensiva—. Es natural que pensaras que te había abandonado. 

—Pero no lo hiciste.

—¿Sabes? Hace dos días, cuando me recuperé al beber la poción estabilizadora de memoria del señor Millani, lo primero que recordé fue tu rostro, de vez en cuando solía verlo en medio de la niebla que invadía mi memoria, pero no sabía quién eras, sin embargo, cuando la poción surtió efecto, todo tuvo sentido, comprendí que eras mi hijo, mi niño, mi principito.

—Extrañaba tanto que me llamaras así —confesó él después de exhalar un hondo suspiro.

—Me inspiré en mi apellido para llamarte: Severus Prince Snape. Y es que además eso eres para mí, mi pequeño príncipe —respondió ella abrazándolo de nuevo —luego sacó de debajo de la almohada la foto que estaba contemplando anteriormente y añadió—:  Para mí no has cambiado nada.

Severus contempló aquella foto del bebé.

—¡Mamá! —exclamó sonriendo—. ¿Ese soy yo?

Ella asintió con la cabeza mientras sonreía.

—Por supuesto que he cambiado desde entonces.

—Para nada —dijo ella—. Para mí aún eres mi bebé y lo seguirás siendo por siempre.

—¡Ay Dios! —exclamó Severus mientras negaba con la cabeza—. Esto me huele a que me vas a sobreproteger como lo hiciste cuando era un niño... En realidad la situación no cambió cuando llegué a la adolescencia, así que algo me dice que ahora de adulto...

—No es sobreprotección, sino cuidado —corrigió ella con un tono de voz solemne—. Las madres siempre solemos proteger a nuestros hijos.

—Creo que ahora sí entiendo a Harry después de todo —musitó él sin que ella lo escuchara.


Al salir de la habitación, se reunieron con Lily y McGonagall. Más tarde, Severus les envió una lechuza a sus amigos para que ellos se enteraran de la gran noticia de que su madre había vuelto. Ellos le respondieron que el fin de semana irían a visitarlos. Severus estaba radiante de felicidad, ahora sí tenía todo lo que quería, no solo a su Lily y la amistad de Harry sino también a su querida madre.

El regreso de Eileen Prince SnapeWhere stories live. Discover now