El nuevo residente de Hogwarts

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Al día siguiente, despertaron tarde porque era domingo, sin embargo, Hermione no quiso perder más tiempo y se puso a trabajar en los deberes de Pociones, Historia de la Magia y Aritmancia que tenía pendientes.

En la sala común había mucha gente pero ella sola ocupaba una mesa completa dónde tenía esparcidos libros, hojas de pergamino y botes de tinta. Cuando hubo terminado se dispuso a ayudar a Harry y a Ron con los suyos.

Por la tarde, los chicos estaban melancólicos porque los Weasley, el señor Lovegood, Sirius, los Longbottom, los Malfoy y los Lestrange tendrían que marcharse pero antes prometieron que volverían el fin de semana siguiente y todos los demás hasta el día de la boda. La verdad era que no era necesaria la visita de todos ellos, solo era precisa la presencia de las damas que estaban ayudando a McGonagall con los preparativos, pero como obtuvieron la venia de Dumbledore para visitar a sus parientes, entonces acudirían a Hogwarts regularmente y serían recibidos con gusto porque no podían evitar extrañar los días el año anterior cuando se llevó a cabo el torneo en el colegio y estaban todos juntos.

—Adiós, amor —se despidió Sinistra de Sirius con un beso en los labios—. Te extrañaré.

—Adiós preciosa —respondió éste—. Nos vemos el fin de semana que viene. Te amo.

—¡Ohhh! ¿Quién se hubiera imaginado a Sirius diciendo eso? —bromeó Remus.

Todos rieron.

—Adiós papi —se despidió Luna de su padre con un beso en la mejilla—. Te voy a extrañar.

—Sí, mi Luna, yo también te extrañaré pero nos veremos pronto —dijo él y luego añadió mirando a Vector—: y a ti también te extrañaré, cielo.

Ella lo besó en los labios y Luna suspiró contenta.

—Nos vemos —se despidió Sirius despeinando a Harry en un gesto cariñoso. Éste lo abrazó.

Luego Sirius se encaminó hacia Severus y se despidió de él con un toque de humor, somo siempre.

—Adiós... cerdito rosado —dijo mientras volvía a reírse. Severus bufó molesto.

—Adiós, perro pulgoso —respondió a modo de despedida aunque aceptó el abrazo que el animago le ofreció.

Harry también se despidió de su pequeño ahijado Teddy. Así, todos ellos fueron abandonando el castillo y dejando a los demás.


Los días fueron pasando, días llenos de mucho sol y nubes blancas, en los fines de semana iban a Hogsmeade o por red flu al callejón Diagon a comprar lo que se iba a usar para la boda o para recibir asesoría, eran días de mucha emoción. Durante la semana, todo fue de maravilla con las clases, sobre todo porque los alumnos estaban maravillados con las clases de Encantamientos.

Aquella noche bajaron al gran comedor para la cena, todos estaban expectantes porque la comida aún no aparecía sobre las mesas. Harry echó un vistazo hacia la de los profesores y también ellos se mostraron impacientes, en especial Hagrid. El todavía llamado Niño que vivió, observó también a su madre que conversaba con McGonagall y Eileen. Harry también advirtió que el señor Filch, el celador, permanecía al lado del director con cierta sonrisa de satisfacción en el rostro. De pronto, el silencio fue roto por Dumbledore que comenzó a hablar...

—Buenas noches tengan todos, sé que están hambrientos pero debo anunciarles algo importante —comenzó—. Bien, todos conocen a Gildelroy Lockhart quién fue nuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras hace algunos años, ¿verdad? —la mayoría asintió así que Dumbledore continuó—: Él estuvo recluido en San Mungo por un encantamiento que salió mal y supongo que ya todos conocen la razón porque fue una noticia muy sonada.

El regreso de Eileen Prince SnapeWhere stories live. Discover now