Sin retorno.

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Me levanté. Era temprano, demasiado temprano. Miré el reloj, apenas eran las ocho de la mañana. Las persianas estaban bajadas y en frente tenía a los tres niños. 

- ¿Pero qué narices? - dije

- Vistete, nos vamos a desayunar y luego iremos de paseo a Barcelona - dijo Diego

- No, hoy me voy a quedar en casa pero si queréis iros podéis hacerlo - dije y me volví a tumbar

- Necesitas salir de la cama y cambiar tus hábitos - dijo Diego

- Que te jodan - dije

- Vamos, drogadicta - recalcó la palabra

Le miré con cara de que le iba a matar pero me levanté como si supiese que era mejor hacerlo y quitarme el muerto cuanto antes y además en realidad me apetecía entretenerme. 

- Dos cosas, una elijo el sitio donde desayunamos y segundo por la tarde quiero estar en casa

- Vale, acepto las dos cosas - dijo con esa sonrisa de impertinente Diego

- Me voy a cambiar, si os importa cerrar la puerta - dije con cierta sorna 

Me puse cualquier ropa mierda, como la llamo yo, ni tenía dinero para permitirme ropa cara y tampoco me interesaba demasiado mi aspecto. Me puse una camiseta lista de un color naranja pálido y unos vaqueros con unas deportivas que ya estaban destrozadas. 

Cuando salí, vi que los chicos seguían con la misma ropa con la que entraron en mi casa.

- ¿No tenéis ropa con la que cambiaros?

- Somos abandonados, no tenemos maleta - dijo Irene como si fuese la cosa más obvia del mundo

- Amm - y miré al suelo - pues vaya - y salí inmediatamente

Nos montamos en el coche mientras íbamos en silencio y ese silencio me jodió, no se por qué así que puse la radio donde empezó a sonar Calvin Harris. Saqué un cigarrillo mientras fumaba y me dirigía al lugar donde de pequeña desayunaba. Quizás estuviera cerrado, quien coño supiese, los dueños ya estarian muertos, eran mayores pero quizás sus hijos estuvieran al cargo. Cuando llegué al sitio ni siquiera me bajé el coche, ya no estaba el lugar, probablemente porque ese lugar o ese barrio había empeorado de manera considerable y en lugar de la cafetería lo que había era un puticlub, entonces me di cuenta de que ese barrio era como yo, habíamos ido a peor. Entonces aceleré el coche, no sé adonde quería ir pero lo que sabía es que quería irme lejos de esa zona. Llegamos a la zona principal donde aparcar era imposible así que busqué un maldito parking de esos que te joden el monedero. Cuando salimos, vi a los niños alucinados del ambiente que se vivía y me dio lástima porque estaban tan perdidos como yo con la muerte de mis padres. Fuimos a una cafetería que no estaba llena pero tampoco vacía, comimos un par de pinchitos de tortilla. Los niños empezaron a entablar una conversación sobre lo rico que era la comida y yo estaba como distraída, sólo escuchaba algunas frases. No quería ser buena, no me lo podía permitir... 

Después del desayuno, los niños estaban exaltados. Les llevé a un parque, donde corrieron como niños y yo no decía nada, simplemente los veia y observaba y pensaba en que un día fui ellos, una niña ingenua y luego me di cuenta de que ellos no eran niños ingenuos, que la vida les había jodido tanto como lo hizo conmigo. La verdad es que me di cuenta de tantas cosas, ,e di cuenta en sus rostros, en su cara cansada, en su ropa ya sucia y en sus dientes amarillentos. Y ya me decidí, les llevé a una tienda donde compré ropa, poca y barata pero la necesaria para que ellos pudieran cambiar su conjunto. Ellos estaban tan felices, eran incapaces de elegir una solap renda, yo simplemente decía que lo hiciesen aunque sabía perfectamente que ellos percibían que hoy estaba de otra manera, que no estaba tan borde, que estaba más inofensiva. Puto Diego, quizás él sabe manejar toda esa situación. Cuando terminamos de comprar, comimos en un restaurante donde hablamos sobre las personas que viven con dinero de más y fue un debate interesante, también hablé de la droga, en cómo se había convertido en una solución factible para los pobres, ellos opinaban que es ese el problema que nos limitamos a rendirnos cuando nos caemos pero yo les conté que la vida a veces te da una ostia tan fuerte que levantarse parece imposible. Una vez que la droga te ayuda, la coges la mano y la conviertes en tu mejor amiga. Ellos se sorpendieron por la manera en la que conseguí hablar del tema sin ser borde. Para mí era algo serio. Estuvimos discutiendo sobre si era más grave el alcohol o la droga tipo cocaína. En realidad, me sorprendió que tuvieran tantos conocimientos del tema pero me di cuenta de que han tenido que vivir muchas situaciones como esas, sin tener que decirselo ellos me contaron que en los primeros días como abandonados dormían en la calle, y eso hacia que conociesen a todo tipo de personas, drogatas y enfermos, gitanos y españoles de una edad demasiado mayor. Los tres coincidían en que los drogatas tenían esa falta de esperanza. Me preguntaron cómo comencé a drogarme y les comenté que la muerte de mis padres fue la razón principal, estaba tan sola, las personas que tenían que estar se fueron y yo me sentí tan mal que simplemente me alejé del mundo y un día conocí la droga y me pareció una manera tan sencilla de olvidarme del dolor que se convirtió en una adicción. También les hablé de Álvaro de como era importante para mí su confianza y que lo que más me gustaba de él era su discreción. No sé cómo empecé a hablar tanto, simplemente las palabras salían sin más. Era como si ellos me comprendiesen. Luego fuimos a dar una vuelta por Barcelona, les expliqué algunas características que estudié en la universidad de Barcelona incluso les hablé del movimiento independentista algo que a los tres les parecía horrible, eso sí, Pablo no decía nada, solo asentía o negaba. Sus palabras sí que poseían gran valor, y me gustaba eso. Seguimos caminando con ritmo cuando de repente me choqué contra una persona. 

Días de veranoWhere stories live. Discover now