Capítulo Cuatro

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"propietario de mis sueños húmedos, causante de mis erecciones, ¿Quién si no eres tú el que sacie mi sed de sexo? ¿Quién si no eres tú el que me enseñe la diferencia entre sexo y hacer el amor?, nadie, solo tú, solo serás tú y nadie más"

Narra Orlando

Ahora que tenía al pequeño no lo dejaría ir ni aunque me cueste la vida, ayer me dejó con una gran erección, toda la tarde estuve pensando en él, sin poder siquiera conciliar el sueño. Pero por ahora no lo tomaré, le enseñaré la manada, la hacienda y mis tierras, una de tantas que poseo.

Estamos en camino a mi hacienda, ahora también de él, les daré a conocer a todos que ahora él también mandará en la manada, aunque sé que nadie se negaría a algo que yo digo, pues, soy el alfa. El pobre chico no deja de temblar, mira al suelo, yo lo tengo tomado de la cintura, me da lástima verlo así, pero ya no hay nada que hacer, sé que ahora me odia por despojarlo de todo, hasta de sus sueños, pero no podía perder el tiempo, lo quiero solo para mí.

Escucho leves sollozos, - Abel –lo llamo y él con timidez me mira, sus ojos cristalinos y rojos de tanto llorar, tomó su mentón y lo beso, un beso tranquilo y tierno, siento como se tensa e intenta alejarse, pero lo tomo de su nuca y lo obligo a acercarse más a mí, ahoga otro sollozo en mis labios y me alejo, él suelta una bocanada de aire y yo lo miró con el ceño fruncido.

-y-yo...-lo callo antes de que diga algo más

-tienes que obedecerme y no resistirte, ¿lo olvidas? –Dije mirándolo a los ojos y él asiente lentamente con una mano en su boca- bien, eso me gusta –dije para después tomarlo nuevamente de la cintura y atraerlo a mi

Al llegar a la afueras de la hacienda donde una gran reja divide mis tierras del exterior, unos de mis guardas abren la reja y dejan pasar la limusina, al entrar se puede ver un hermoso jardín de lujo con una enorme fuente de un lobo en cuatro patas con una postura dominante en el medio, varias flores adornando a los lados y varios metros de tierra y césped más lejos, todo es mío; En el centro de todo yace una mansión de tres pisos, y a lado caballerizas, huertos y una fábrica donde hacemos y procesamos el mejor vino en todo el mundo, algo que viene heredado desde hace varios años.

Nos bajamos de la limusina y mi chofer se lleva el auto para dejarlo en el garaje, yo tomó la mano de Abel y comienzo a caminar, el hermoso chico camina a mi lado con la cabeza gacha y la mirada perdida.

Entramos a mi lujosa mansión, ahí una ama de llaves me recibe – llévenlo a su habitación, que se vista para la ocasión, cuando esté listo me lo mandan a la caballeriza, ordenen sus cosas, quiero que su cuarto esté listo –ordené y la ama de llaves asintió

-acompáñeme joven Balboa –dijo la señora tomando la mano de Abel pero de inmediato interferí

-creo que él puede caminar solo –dije seriamente, no quiero que nadie lo toque más que yo, la ama se disculpó y Abel la siguió, yo salí para poder hablar con los miembros principales de la manada

Narra Abel

La ama de llaves me dejó en mi habitación, algunos sirvientes de Orlando dejaron mis maletas, el cuarto es grande y muy lujoso, pero aun así no me siento cómodo y creo que jamás lo haré.

-Joven Balboa, el alfa me pidió que portara esto –dijo y yo la miré, en sus manos tenía un conjunto de ropa bastante lindo- lo compró especialmente para usted –dijo

-Joven Balboa, el alfa me pidió que portara esto –dijo y yo la miré, en sus manos tenía un conjunto de ropa bastante lindo- lo compró especialmente para usted –dijo

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-está bien, gracias –dije sonriendo con pesar

-oí que lo trajo en contra de su voluntad –dijo inocente la señora

-así es –dije bajando la mirada

-siento ser entrometida, pero, el joven Orlando es muy buena persona, y usted es el primero que trata de esa manera –dijo

-¿a qué se refiere? –pregunte curioso

-dicen que un hombre lobo puede percibir el aroma de su pareja, aquella que se queda para toda la vida a su lado, pero, usted es el primero que le da tantos lujos y detalles como estos, jamás había mandado a hacer un cuarto así como esté para alguien –dijo sonriendo, yo me quede petrificado con lo que dijo- tiene que vestirse, ya debe estar esperándolo, yo lo llevaré cuando termine a las caballerizas –dijo amablemente

-g-gracias, no tardo –dije

-con permiso –dijo y se retiró dejándome solo en el cuarto, tomé la ropa que me había dejado en la cama y comencé a desvestirme.

Cuando estuve cambiado salí del cuarto, ahí la ama de llaves me estaba esperando, bajamos las escaleras hasta el salón principal, ahí estaba Orlando hablando con un hombre de espaldas. Al verme bajar lentamente las escaleras me miró fijamente, con una leve sonrisa y sus ojos con un brillo peculiar

-te queda bien el traje, precioso –dijo sonriendo y el hombre se volteó, era atractivo, con semblante simpático y agradable, tanto como sus ojos como su cabello negros y su piel bronceada.

Me acerqué temeroso a Orlando y él tomó mi mano – Abraham, él es Abel, mi pareja –dijo sonriendo y yo me estremecí, ¿Cómo me llamó?

El nombrado me miró de pies a cabeza- un gusto en conocerte, soy Abraham Ballester –dijo estirando su mano y yo la estreché

-un gusto –susurré tímido

-es una dulzura, pero no tanto como mi flor –dijo gallardo

-por cierto, ¿Dónde está Aguste? –preguntó Orlando con tanta familiaridad

-¡aquí! –dijo una voz alegre de un chico, miramos todos a la gran puerta de madera y ahí se encontraba un chico delgado y de estatura media, con cabello castaño y ojos grises, tez blanca y facciones finas. Se acercó a Abraham y este lo tomó de la cintura para luego besar sus labios

-hola amor –dijo el chico, abrazando por el cuello a Abraham

-hola cariño –dijo sonriendo, el chico me miró y yo me puse rojo de vergüenza por lo que acabo de ver, apreté mis labios y desvié la mirada al suelo

-¿y él, quién es? –preguntó curioso y lleno de gentileza

-es Abel, mi pareja –dijo Orlando, haciéndome estremecer de nuevo

-pero es divino –se acercó a mí- hola, soy Aguste lacumberri, un gusto lindo –dijo extendiendo su mano y con timidez la tomé

-Abel balboa, un gusto –susurré sin poder mirarlo

-valla, ¿Cómo lo conociste? –preguntó y yo me puse nervioso

-no quiero hablar de eso –dijo Orlando seriamente y tanto como Abraham como Aguste no dijeron nada.

-bueno, hay que mostrarle la hacienda y la manada –dijo Abraham y tomó la mano de su, pareja

-vamos –dijo Aguste emocionado y comenzaron a caminar enfrente de nosotros

Orlando me tomó de la cintura y se acercó a mi oído –gracias –susurró

-¿p-por qué? –pregunte con temor

-por no decir nada y comportarte bien –sonrió y besó mi mejilla, ésta vez no me negué y me dejé llevar, comenzamos a caminar, no me sentí forzado ahora, no me sentí asqueado o temeroso por caminar a su lado.

Continuara....

Embriagante Destino©Where stories live. Discover now