capítulo seis

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"suposiciones, relatos, verdades, sintonías, razas, olor, perdición, no sé en qué creer, me pueden decir una cosa y tú con tan solo verte me puedes decir otra, simplemente, no sé en qué creer"

Narrador

No sabemos a quién le pertenecemos hasta que conocemos a esa persona que nos hace sentir llenos con tan solo verla, que con un beso te quita el aliento, que con un rose te quita el alma, como si del mismísimo demonio habláramos, pero que no es más que la simple ingenuidad la que nos atrapa y no nos deja ni un segundo, lo que luego se convierte en dolor, ese dolor, del que jamás podrás escapar...

Narra Abel

Dos días, dos días pasaron sin que pudiera salir, dos días encerrado en aquella mansión, dos días sin ver la tenue luz del sol; Orlando no me dejaba ni recorrer las caballerizas, cada que llega me mira, pero no dice nada, ¿por qué?, porque le dije que Humberto me agradó, no podía ocultárselo, pero... recibí esto como castigo, me gritó diciéndome que al único al que le pertenecía era a él, en ese instante me hizo darme cuenta que a él lo único que le interesaba era el poder, y que... por más que quisiera, no podía escapar de esta cruel realidad.

Orlando había salido por cosas de trabajo desde la mañana, lo único que hice fue comer, leer y darme un baño, son las 9 de la noche y no aparece.

En mi habitación, hay un balcón que da la vista de todos los terrenos que posee Orlando, el enorme bosque con algunos lagos y grandes árboles, una vista sin duda hermosa; tenía mi bata puesta ya que cerca del balcón pega mucho el aire y el aire es frio, recargo mis codos en el barandal, fijo mi vista en los prados, unos con un hermoso pasto verde donde florean flores de cualquier color.

Cierro los ojos y respiro hondo, el dulce aroma a primavera me llena los poros, siento como el frio acaricia mi cabello y recorre mi piel apenas desnuda, si no fuera por la bata que tengo puesta, escucho los aullidos de algunos coyotes y provenientes hombres lobo de la manada que salen a cazar a esta hora, pero, un sonido me llamó la atención, uno donde se escuchaba como los árboles se movían, unos debajo del balcón

-¿Quién está ahí? –pregunto, ya que pienso que es algún peón de Orlando

Unos cuantos segundos de silencio, pero de los arbustos sale una silueta de un hombre...

-Abel –me dice aquel hombre

-¿Quién me llama? –pregunto con un poco de miedo al no saber quién es

-soy yo, Humberto –dijo y salió completamente de aquella obscuridad, tiene una hermosa sonrisa

-¡Humberto! –susurro sorprendido y tapé mi boca

-subiré –antes de que pudiera decirle que no él ya había dado un gran salto para poder escalar el balcón, por inercia me hice para atrás dando lentos pasos- Abel... -dijo acercándose a mi

-no deberías estar aquí, Orlando puede...-me calló poniendo un dedo en mis labios

-no lo menciones... -tomó mis manos y las besó- no ahora, quiero tener este precioso momento cerca de ti en completa tranquilidad –dijo y acarició mis manos con sus mejillas, atesorándolas

No dije nada, solo tragué saliva y luego posó su mirada en la mía

-vine a verte, porque no aguantaba un minuto más sin ti –dijo tomando mis mejillas

-¿por qué? –pregunté, él abrió los ojos, sabía de qué hablaba

-porque no pienso dejarte a merced de Orlando, es un... -lo interrumpí

-antes de verme no pensabas eso –dije

-siempre pensé eso de él, desde que te conocí sabía que eras uno de los pocos omegas que pueden tener dos alfas a los cuales amar –dijo

-¿Quién es ese que me ha estado vigilando a costa de tus ordenes? –pregunto con seriedad

Él desvió la mirada – uno de mis peones, Fernando Molineri –dijo con un hilo de voz

Fruncí el ceño e hice que soltara mis manos – todo lo hiciste por separar a Orlando de mi –dije con enojo en mis palabras al saber que Fernando estaba en esto

-¿lo amas? –preguntó con el mismo tono que yo

-¡a ninguno de los dos! –Dije con furia- los dos son unos imbéciles egoístas que me quitaron mi vida, y de seguro mi padre sabia de esto, por eso no se negó, tarde o temprano seria de uno de ustedes –dije señalándolo

-yo no te compré –dijo

-pero me vigilaste, me encerraste en tu perfecto juego para llegar a enamorarme después, pero créeme, que yo jamás podré enamorarme de ninguno de ustedes –dije y sentí mis lágrimas caer

-no digas eso –dijo con tristeza y trató de acercarse a mi

-son unas bestias de las cuales un humano no debería enamorarse, al menos yo no –dije con odio y rencor- me usaron, solo para verse con el macho alfa de su tonta manada, ¡yo jamás pedí que pasara esto, ¿por qué entonces yo? –dije desesperado y llorando a mil

-Eso es lo que piensas entonces –dijo Orlando entrando furioso por aquella puerta

-y-yo...-comencé a temblar, al verlo ahí parado en el umbral de la puerta, viendo con odio a Humberto

-¿y tú que haces aquí? –dijo señalándolo con enojo

-vine a ver a MI omega –dijo señalándose a sí mismo

-maldito cínico –dijo dispuesto a pegarle pero me interpuse entre ellos

-¡BASTA! –grité poniendo una mano en el pecho de cada quien- no soy de nadie –dije

-yo te compré, y quieras o no eres mío –dijo Orlando con un tono escalofriante en su voz

-maldito infeliz, eso solo hará que te ganes más el odio de Abel dejándolo solo para mí –dijo Humberto con una sonrisa en sus labios

Comencé a hiperventilar, haciendo que sudase frio.

-¡LARGO! –dijo Orlando empujándome en la cama y tomando a Humberto por el cuello de su camisa ahorcándolo, Humberto trató de zafarse de su agarre, pero Orlando estaba sumamente enojado, tenía miedo de que frente a mis ojos se convirtiera en lo que realmente es. Orlando sacó a patadas a Humberto, escuché por el balcón como lo amenazaba de muerte si llegaba a poner un pie en sus terrenos y esta vez no tendría piedad

Escuché pasos secos acerarse a mi habitación, abrió la puerta con rudeza y comencé a temblar, sus ojos tenía ese color que tanto me daban miedo

-espero que con esta lección aprendas a seguir al pie de la letra mis órdenes, porque a la próxima no tendré piedad, ¡y mataré a uno de tus padres si es necesario, así que de aquí no sales! –Dijo con furia y cerró de un golpe la puerta, me derrumbé en el piso llorando sin parar, me sentía lo más mínimo, me sentía muy mal, ojala solamente muriera para acabar pronto con este fastidio, con esta fingida relación, con este amor a fuerzas.

Continuará.... 

Embriagante Destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora