Capítulo once

3.9K 294 0
                                    


"mi vida y la tuya serán una, no comas ansias amor, que pronto serás mío"

Narrador

Todo para Orlando había cambiado para bien, pues ahora ninguna guerra seguía en pie y su amado Abel estaba ahora para siempre con él, los de la manada ahora sabían que la mezza luna era Abel, y eso les daba mucha alegría y paz.

Orlando le había enseñado todo lo que ahora le pertenecía a Abel, Abel estaba encantado con tanta bella naturaleza y Orlando estaba fascinado con la hermosa sonrisa de su amado. Tres meses ya habían pasado desde que Orlando trajo a Abel a vivir con él, no habían vuelto a hacer el amor, no porque no quisiera uno de los dos, sino porque Orlando tenía algo en mente, y no iba a desaprovechar.

Narra Abel

Me fascinaba este lugar, sin duda alguna estar con Orlando fue lo mejor que me pudo haber pasado, me trata con tanto cariño y cuidado, es muy romántico, siempre me dice que me ama, y a pesar de que es muy celoso eso me encanta, pues sé que esto no es un juego y él me ama de verdad.

Me he enterado de que Orlando trabaja el más fino vino de toda Europa, así que lo he estado ayudando con el proceso del vino y de las cosechas, pues necesitaban una gran ayuda de un especialista en comercio y valores de ingresos.

Cada día me levanto, me doy una ducha, desayuno con Orlando y de ahí tomo un caballo para ir a los viñedos, de ahí comienza mi trabajo, uno muy bueno.

-por favor, necesito los valores crecientes de estos últimos meses de las cosechas... ¡ah! Y una tabla de información sobre la botella de vinos, para ver si necesitamos otros asociados –los que trabajaban con Orlando especialistas en las cosechas y en la planta de maquinaria de botellas me estaban escuchando con atención, en cuanto les dije lo que quería fueron a por ello, ya que lo necesitaba para poder proseguir con lo demás

-creo que esto te está gustando –dijo la voz de Auguste detrás de mí, me giro y lo miro

-claro, esto es mi especialidad –dije sonriendo

-me alegro que estés feliz –dijo acercándose a mi

-y como no, si Orlando me ha tratado de maravilla estos días, y sin mencionar que ahora los vampiros están de nuestro lado –dije con alegría, dejé mi tabla de notas en una mesita de alado y lo miré

-sí, y eso no pudo ser mejor –dijo tomando mis manos

Le sonreí, escuché unos galopes acercarse, me asomé y era Orlando en su caballo

-anda, te espera –dijo Auguste soltando mis manos

-¿sabes algo de esto Auguste? –pregunté mirándolo con mis ojos entrecerrados

-nop, nada –ríe y fingió cerrar su boca con un candado, no le tomo mucha importancia, me despido de Auguste y voy con Orlando

-hola precioso –me dice y le sonrío

-hola amor –me acerco y él se agacha para poder besarme, me paro de puntillas y planta un beso en mis labios

-quiero llevarte a almorzar, ¿me haces el honor? –dijo extendiendo su mano frente a mí, sin dudar tomo su mano y me alza sin dificultad con una sola mano para ponerme enfrente de él- sostente fuerte –susurró detrás de mi oído haciéndome estremecer, asiento, tomo las riendas del caballo, Orlando también la toma con una mano y con la otra toma mi cintura, le da una orden al cabello y comienza a galopar

-¿A dónde iremos? –pregunté con curiosidad, Orlando toma el control de la riendas y yo me recargo de su pecho

-es una sorpresa –dijo y me besa la mejilla, sonrío un poco sonrojado por tal acto, miro al frente disfrutando de la belleza natural

Veo que nos adentramos al hermoso bosque al que la otra vez entré pero con Auguste, aunque íbamos en una ruta distinta, los arboles estaban de una forma extraña, haciendo un arco muy largo hacia los adentros del bosque, era mucho más hermoso, pues tenía demasiadas flores de muchos colores, criaturillas jugueteando en cada árbol y un aire refrescante, entre más nos acercábamos, más se podía oír el sonido de la cascada. Me emocioné pero no dije nada, de pronto nos quedamos parados frente a un mural de pierdas y unas plantas que simulaban una cortina. Orlando se bajó y se acercó a la cortina de plantas.

-te enseñaré algo que jamás nadie ha visto, solo yo, tú serás el que pueda apreciar tanta belleza, algo del cual te quiero compartir porque eres lo más importante en mi vida y quiero que esto siempre quede grabado en tu memoria pase lo que pase –eso lo dijo con un tono bastante romántico y muy lindo que me hizo sonreír por tanta ternura. Asentí emocionado sin poder pronunciar una sola palabra, Orlando comenzó a abrir las cortinas y el caballo avanzó, entramos a una cueva, una pequeña, pero lo vi a él mover una gran roca, entraron los rayos de sol y lo que vi me enamoró.

Era una hermosa cascada rodeada de mucha fauna, el agua tan azul y clara, un ambiente tan romantico, pocos animales detrás de arubustos he incluso bebiendo agua, aves muy hermosas y flores de colores increibles. Sin duda el paraiso

-¡Dios! Esto es hermoso –dije bajandome del caballo rapidamente, casi tropiezo pero enseguida camino y miro todo a mi alrededor, estoy tan emosionado que de mis ojos caen pocas lagrimas

-¿amor, estás bien? –preguntó Orlando preocupado, se acercó a mi y yo me aventé a él para abrazarlo

-gracias –susurro y él me da un gran abrazo con un giro tierno

-me alegra que te haya gustado –susurró, nos separamos un poco y yo tomé su rostro para después besarlo con ternura, detrás de él miré que había un pequeño picknick en el pasto, con vino, fruta, una sensilla comida y flores alrededor

-que romantico –dije y él sonrió, me bajó y tomó mi mano

-vamos a almorzar –nos acercamos al picknick y nos sentamos en la mantel, Orlando sirvió el vino y me entregó una copa- por nosotros, por ti y la gran belleza que posees –dijo acercandose a mi, puso una mano detrás de mi para apoyarse de lado y se sentó sobre su pierna derecha

-por nosotros, y por el gran regalo que me has dado –dije y chocamos las copas, bebimos un poco y lo sellamos con un beso, él me sirvió un poco de todo y comenzamos a comer, me hizo darle en la boca, a lo que se lo daba con unas pocas risas y palabras bonitas

Al terminar de comer nos levantamos y comenzamos a caminar tomados de las manos alrededor de la cascada.

A los pocos minutos estabamos sentados en una roca, yo en el regazó de Orlando, el abrazandome por detrás y con su barbilla en mi hombro, yo con mi cabeza en su pecho.

-¿quieres nadar? –preguntó de la nada haciendo que lo mirara

-¿de verdad? –dije alegre

-claro, te veo con muchas ganas –dijo riendo un poco, yo asentí y me paré

-vamos entonces –dije y me bajé de la roca, me paré en el pasto y comencé a desvestirme quedandome solo en boxers- vamos amor –dije pasando una mano por mi cabello, él me miró de arriba abajo sin reaccionar y yo reí, reaccionó y se mordió su labio para después llegar hasta donde yo y se desvistió también....

Continuará.....

Embriagante Destino©Where stories live. Discover now