Capítulo Trece

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"aun creen que todo ha acabado, es hora de demostrar que el amor lo puede todo"

Narrador

En cuanto la pareja destinada se entregó completamente en cuerpo y alma, sus votos matrimoniales fueron oficiales, después de una hermosa noche juntos rosando piel con piel decidieron que era tiempo de volver a casa, se vistieron y trataron de verse lo más normal que pudieron, porque quedaba claro que esta noche que pasaron no se tomaba desapercibido.

Tomaron sus pertenencias y subieron al caballo, Orlando detrás de Abel tomando delicadamente su cintura, comenzaron a cabalgar para regresar a casa ahora comprometidos.

Narra Abel

Sin duda alguna esta fue la mejor noche de mi vida, Orlando y yo estábamos oficialmente comprometidos, no podía desear más. Sé que al principio yo lo llegué a odiar, pero poco a poco me demostró que me amaba y por consecuencia yo ahora lo amo, definitivamente mi vida dio un giro de 180° aunque todo fue para bien.

Me dijo que cuando nos casemos sería oficialmente la mezza luna de la manada "Luna llena", me sentía en cierto modo feliz pero, por otra parte no me sentía preparado para dirigir la manada más prestigiada de todas. Había investigado bien y hay cuatro manadas, unas permanecen en diferentes partes del mundo, pero aun así son pertenecientes a cada una. Por ejemplo está la nuestra, luna Llena, es la más poderosa de todas, por tener a los alfas más fuertes, sus estrategias, cultivos, mágica, poder, sabiduría y agilidad. Por otro lado está la luna nueva, es igual que esta, pero sus alfas más que fuerza, solo tienen la magia, inteligencia y la estrategia, luego está la luna creciente, esta tiene buenos cultivos y una forma de pelear estupenda, Luego está luna menguante, ellos son los más serios de las manadas, ellos pueden engatusar a cualquiera, son sigilosos y son rápidos. Todas esas manadas tienes un poder que los identifique, pero cada una de las manadas se apoyan una entre la otra, cada quien aporta lo poco que tiene... y los alfas de la luna llena son los que hacen todo para poder así tenerlas al margen, para equilibrar la balanza y para que cada una de ellas siga en pie, para que nada caiga.

Dos días habían pasado ya después de que Orlando y yo nos comprometimos, les dimos la buena nueva a todos, nos felicitaron, Auguste y Abraham fueron los que más se emocionaron y los que se ofrecieron como padrinos, estaba tan feliz que desbordaba de alegría, Auguste andaba de un lado a otro preparando la boda, que no sabía cuándo sería.

Estaba cepillando al caballo que la otra vez montamos Orlando y yo, en esa noche mágica, su nombre del caballo me lo sé de memoria, "Hércules", es de un hermoso color negro, completamente.

-Abel -dijo una voz que reconocía a la perfección

Me giré y lo miré con temor- ¿Qué haces aquí? -pregunté

-vengo por lo que me pertenece -dijo acercándose peligrosamente a mi

-¡Basta Humberto! tienes que salir de aquí -dije dando pasos hacia atrás

-se lo dije a Orlando una vez y te lo vuelvo a repetir a ti -me tomó del brazo atrayéndome a él- no soy de las personas que se rinden y deja lo que es suyo a otra persona -dijo con voz ronca

-no soy tuyo -dije sacudiéndome

-por ahora -sonrió con malicia haciéndome estremecer

-suéltame -apreté su mano con la que me agarraba para que me dejara ir

-si no vienes conmigo por las buenas, lo haré por las malas -dijo apretando más el agarre

-no te tengo miedo -fruncí el ceño

Sonrió de lado- no, tú no... pero cuando la luna Menguante se revele ante la luna llena, toda esta mierda de manada caerá y yo... como el alfa de la luna menguante, tomaré el lugar del estúpido de Orlando... -me estaba asustando- ¿y sabes que pasará? -Tomó mi mentón- los de tu manada serán esclavos o simples cadáveres -soltó una carcajada

-no... no querrás hacer una guerra por esta estupidez -dije temblando

-qué mejor que luchar por el amor de mi vida que también es el elegido, envidiado y amado por todos, eres un buen trofeo mi amor, y te verás hermoso en mi cama -susurró en mi oído

-por favor, basta -lo empuje logrando nada, es muy fuerte

-tú decides, quiero la respuesta mañana a más tardar, sino verás la guerra con tus propios ojos y no podrás hacer nada -me besó a la fuerza y me soltó- nos vemos mañana amor -ríe y se fue sin decir más

Me abracé a mí mismo, no sabía qué hacer, en estos momentos desearía ser una persona normal fuera de esta vida tan ajetreada y llena de problemas.

No podía decirle nada a Orlando o él sería el que acabaría haciendo la guerra y no Humberto. Aclarar mis ideas es lo que tengo que hacer, si pude acabar una guerra entre vampiros y Lobos desde hace 500 años puedo con esto.

Salí de los establos corriendo para poder ir a dentro de la mansión sin que nadie me viera, gracias a dios nadie me vio y pude entrar con sigilo a la habitación, me encerré con pestillo y pasé una mano por mi cabello, mi respiración estaba agitada, desde el segundo piso se escuchaban a los peones trabajar, a los capataces gritar ordenando cosas a los peones y a los caballos trotar, pero en la habitación lo único que se escuchaba era mi respiración.

Tenía que pensar con la cabeza fría, relajarme o podría hacer una estupidez

-bien Abel... relájate, respira -inhale y exhale- no puedes dejar a Orlando fuera de esto, pero si lo metes se hará un complot... pero si te vas con Humberto aun así queriendo impedir la guerra, Orlando hará otra y peor -suspiré- y yo no quiero alejarme de Orlando, ¡aggg! ¿Por qué es tan difícil? -me aventé a la cama boca abajo, comencé a llorar en silencio, mi teléfono sonó dándome un gran susto, me levanté y fui por el al tocador, lo tomé y vi que era Cameron

-¿halo? -contesté secándome las lágrimas

-¿Qué pasó, estás bien? -preguntó algo agitado

-espera, espera... ¿Cómo sabes que no estoy bien? -pregunté confundido

-simple, soy un brujo y tú eres el elegido, me trasmites lo que sientes Abel -dijo serio

-bueno... no te puedo mentir a ti... -suspiré- tienes que ayudarme, Humberto me amenazó -dije nervioso

-lo sé... ¿Qué piensas hacer? -preguntó

-no lo sé, no encuentro solución alguna -dije con voz temblorosa

-tranquilo, iré para allá y pensaremos en algo... no tardo -dijo y colgó, yo guardé mi teléfono y me acosté de nuevo en la cama

De pronto se es escuchó ruidos afuera, me asomé por el balcón

-¡MALDITA SEA! ¿Cómo pudo volver a entrar en mis tierras? -dijo Orlando muy molesto, desde aquí se podía ver como tenía los ojos amarillos y se oía su gruñido

-no lo sabemos señor, nosotros pusimos cercas eléctricas, los guardas no vieron nada -dijo uno de los capataces

-Orlando, creemos que aquí hay alguien infiltrado -dijo Abraham con seriedad

-aún no sabemos nada, pero nos pondremos a investigar -dijo Auguste poniéndose a lado de su amado

Esto no saldrá nada bien............

Continuará...

Embriagante Destino©Where stories live. Discover now