Capítulo Catorce

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"te juré que jamás te iba a dejar ir, tú me juraste que jamás te alejarías de mí, no hay marcha atrás, eres mío y yo soy tuyo ahora no hay nada que alegar"

Narra Orlando

Mi impotencia y mi furia era mucha, el saber que Humberto regreso a interrumpir la paz de mi manada y la de mi prometido me hizo hervir la sangre, Abel me había contado todo lo que había pasado y eso me hizo enojar aún más... ¿Cómo osa ese imbécil amenazar a mi prometido? Tuvo muchos huevos para hacerlo, pero no lo tendrá de nuevo para volverlo a hacer.

-Orlando... Orlando maldición di algo –la voz de Abraham retumbó en mi cabeza, yo estaba sentado en mi oficina pensado que hacer, pensativo con una mano echa puño mordiendo los nudillos levemente, el codo recargado en el respaldo de la silla en la que estaba sentado y la otra mano descansaba en mi regazo, mis piernas cruzadas y mi cabeza recargada en la cabecera de la silla. Abel estaba en la habitación cuidado de dos lobos de la manada que fueron entrenados solo para la matanza, estaba custodiado ya que me preocupaba lo que le pasaría- ¡Orlando joder! –chaqueó los dedos frente a mí y por fin reaccioné

-lo siento, estaba pensando –dije recomponiendo mi postura en la silla

-estabas distraído más bien –se cruzó de brazos

-lo siento, dime de nuevo –pedí amablemente

-encontramos a la infiltrada, ¿Qué quieres que hagamos con ella? –en cuanto dijo eso me levanté de golpe

-llévame con ella –ordené y caminamos por los pasillos de la hacienda, salimos de la casa y fuimos hasta las cabañas de la manada, entramos en una en especifico, algo dañada, ahí estaba una mujer de piel morena y rizos obscuros, definitivamente nunca la había visto, la mujer me miró asustada y tenía razón en estar así

- ¿Quién eres? –la miré con odio y rencor, mi voz era ruda y ronca, temerosa para cualquiera

-s-soy Eleonor, por favor se lo suplico, tenga piedad –me rogó arrodillándose ante mí, uno de mis hombres la tomó de los cabellos alejándola

-¿Piedad? –Reí irónicamente- si fuiste inteligente como para hacerle el favor a Humberto también eres inteligente para saber que tú misma hiciste tu condena–escupí las palabras con veneno en ellas para que le doliera a esa extraña mujer

-Humberto me pagó, yo necesitaba ese dinero señor por favor se lo ruego, tenga piedad –rogó con lágrimas en los ojos

-¡AMENAZARON A MI PROMETIDO, Y JAMÁS VOY A...! –mis palabras fueron cesadas

-¡Basta! –La voz de Abel me interrumpió, entró por la puerta de la cabaña hasta llegar a mí- Orlando, basta por favor –dijo mirándome a los ojos

-Abel, tu no entiendes... esta mujer ayudó a Humberto a entrar –dije señalando a Eleonor

-claro que lo entiendo, pero también sé que esa mujer fue amenazada por el mismo y también entiendo que si yo estuviera en su lugar haría lo mismo...todo por cuidar de mi familia –con palabras sabias habló mi amado

-¿Cómo sabes todo eso? –pregunté sorprendido

-porque Cameron me ayudó a darle sentido a todo esto y también a darle una solución –dijo mirándome a los ojos- así que te pido que la liberes –dijo firme

-pero...-no me dejó hablar

-por favor, además Eleonor nos ayudará, no se irá así como así –dijo mirando a la mujer y esta solo lo miró estupefacta

-está bien amor, confío en ti –sonreí orgulloso de Abel, el elegido

Él se acercó a mí, acarició mi mejilla y me besó, yo tomé su delicada cintura y le sonreí

-gracias –susurró y se separó un poco- levántate, irás conmigo –le tendió una mano a la mujer y ella la tomó

Fuimos a la hacienda entrando a mi despacho, la mujer se sentó y Abel permaneció parado al lado de Cameron

-queremos tu ayuda para infiltrarnos en la manada luna menguante –dijo Abel seriamente

-¿Qué? –lo miré confundido y algo preocupado

-ella nos ayudará a darle fin a Humberto, podemos sacar provecho y tomar a la manada completa para llevarla aquí...porque la verdad son solo los esclavos de Humberto, los trata como animales –habló esta vez Cameron

-eso no lo sabía –dije sorprendido

-entraremos gracias a ella, burlaremos los guardias de la casa de Humberto y lo acorralaremos, Cameron lanzará un hechizo en él para que se calme, podemos encarcelarlo o llevarlo a las tierras lejanas a que cumpla su penitencia por haber roto el trato de las manadas –habló de nuevo con tanta sabiduría que me sorprendía que viniera de Abel

-después liberaremos a la mandas y los llevaremos con nosotros –dijo Cameron

Suspiré y asentí- está bien, pero hay que tener bien vigilada a esta mujer –hablé con seriedad

-tendrán mi ayuda sin ningún precio mi señor –se inclinó frente a Abel

-liberaremos a tu familia, Eleonor –dijo Abel acariciando la mejilla de la mujer, he de admitir que me dio un poco de celos

Después de haberle dado una habitación mejor a la mujer, Cameron se fue al bosque y nosotros fuimos a nuestra habitación

En cuanto Abel entró pude ver su redondo trasero desde atrás, mordí mi labio y cerré la puerta con pestillo sin que él se diera cuenta, vi cómo se quitaba su suéter y dejaba su delgada camisa acentuada a su cintura, me acerqué a él y tomé su cintura con mis enormes manos

Narra Abel

Sentí las manos de Orlando en mi cintura, pegó su pecho en mi espalda y pude sentir su gran erección es sus pantalones, sonreí al saber que era provocada por mi

-te deseo –susurró en mi oído haciéndome estremecer

-¿Cuánto me deseas? –ronronee rosando mi cadera con su pelvis, conseguí un gruñido desde lo más fondo de su pecho como todo un lobo y eso me encendió más

-demasiado –me giró y lo miré a los ojos, sus ojos cambiaron a un intenso color amarillo, sentí como comenzó a respirar mi aroma

-tómame entonces –tomé su rostro y me estiré para poder besarlo ya que era más alto que yo

Me besó con hambre, me pegó más a él y me hizo caminar hacia atrás para llegar a la cama, me depositó con cuidado en ella sin dejar de besarme. Sonidos y chasquidos húmedos provenían de nuestra boca.

Comencé a desabotonar su camisa con desesperación, en cuanto ya iba a quitársela un estruendo se escuchó fuera, me separé de él con la respiración agitada y lo miré a los ojos

-¿Qué fue eso? –Me levanté y fui al balcón, encontré a Humberto cargado con una pistola, estaba furioso y con los ojos rojos- ¡Orlando! –dije asustado y me alejé de la ventana, un disparo hizo romper el cristal de la ventana, Orlando me atrajo a su cuerpo cubriéndome para que ningún vidrio me cortara. Humberto se adelantó, y ahora no podíamos realizar nuestro plan... prendimos la furia de Humberto....


Embriagante Destino©Onde histórias criam vida. Descubra agora