Capítulo 8: Niño virgen.

22.7K 2.6K 990
                                    

Nathan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nathan.

Y como de costumbre todos voltean en cuanto ven mi auto. Creo que ya todos deben conocerme en este colegio.

Observo como mi hermano, Kyle, se abre paso entre la multitud hacia mí.

—Hey, aquí estoy, ¿vamos? —Dice con su voz cantarina.

Creo que había olvidado decirle a mi hermano que su enemigo trabaja para mí ahora. Ups.

—Tenemos que esperar a alguien.

Él me mira confundido, finalmente se encoge de hombros y sube al asiento de copiloto. Hago una mueca. Por alguna razón quería que Elliot se siente adelante conmigo.

Reconozco una cabeza azul entre todas las demás. Todas son iguales, cabellos rubios y castaños por doquier, todos son tan básicos. Exepto él, Elliot sobresale en cualquier lado.

Sonrío absurda y patéticamente en cuanto tengo al pequeño delante mío. Porque eso es lo que es. Es pequeño, no sólo de edad (bueno sólo nos llevamos 4 años) sino también de estatura, y me encanta molestarlo con su tamaño.

Él, en cambio, me mira con cara de enojado. Y sé exactamente lo que tengo que decir a continuación.

—Anda, sube niño virgen. —Elliot me fulmina con la mirada. Literalmente, si las miradas matasen... él ya me hubiera exterminado.

Sin embargo me obedece y sube en el asiento de atrás. Sonrío satisfactoriamente. Me encanta cuando me hacen caso.

Subo también y arranco.

Lo primero que noto cuando estoy dentro es la tensión. Por un momento había olvidado que estos dos se odian.

No aguantando más el odio que se transmitían con las miradas, decido romper el hielo.

—Así que... ¿por qué dijeron que se odian ustedes dos? —Bueno quizás no era una pregunta muy inteligente pero el silencio incómodo estaba acabando conmigo.

Dejan de mirarse con odio para guiar sus ojos hacia mí. Genial, ahora yo soy el odiado.

Adolescentes. Jamás los entenderé ni me caerán bien.

—¡Porque él es un imbécil! —Gritan ambos al mismo tiempo a la vez que se señalan.

—Está bien, lo capto. —Pero no lo hago. No tengo ni puta idea de porqué se odian. Si yo tuviera que odiar a todas las personas imbéciles seguro que me quedaría sin amigos.

—De todas formas, ¿¡qué demonios hace él aquí!? —Señala indiscretamente al peliazul. Casi puedo sentir su mirada perforando mi espalda.

—¡No hables de mí como si yo no estuviera aquí, idiota!

Estos niños me estaban sacando de mis casillas. ¿En qué momento decidí juntarlos en un mismo auto en un viaje de una hora?

—Ya, dejen de gritar los dos porque sino los dejo aquí varados.

Blue. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora