Capítulo 29: Vértigo.

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Nathan

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Nathan.

—¿Qué se siente que tu primera vez haya sido sexo de reconciliación? —Le susurro.

Me desperté con una sensación de satisfacción enorme y con una sonrisa imborrable cada vez que un recuerdo de lo sucedido anoche aparecía en mi mente.

Elliot me mira sonriente mientras juega con mi cabello.

No sé si ignora mi pregunta o está perdido en su mundo, enrulando un mechón que cae en mi frente.

Es de mañana y la claridad que entra por la ventana me permite apreciar mejor al Elliot desnudo. Dejo mi mirada vagar por la curva de su cintura y mi mano en ella, que hace caricias por toda su espalda. Su suave piel está pegada a la mía, su cálido aliento en mi pecho y su sonrisa, aparentemente, igual de permanente que la mía.

Tiene un brillo en los ojos que hace que quiera mirarlo todo el tiempo. Todo en él parece brillar, está especialmente lindo.

Lo observo en silencio, perdiéndome en el color de su cabello.

—Se está haciendo más claro —Enriedo mis dedos entre las hebras azul-celestes y lo peino—, ¿volverás a teñirte?

Su sonrisa se borra y la expresión que pone hace que me pregunte qué dije para hacerlo sentir mal.

—Sí, seguramente. —Vuelve a armar la sonrisa, pero no es igual de sincera.

No estoy seguro de que quiera hablar de ello, así que intento no entrar en detalle. Aunque muero por preguntarle qué ocurre. Ya me lo contará.

—Me gustaría ver un Elliot castaño.

Él suelta una carcajada.

—No, no quieres.

Alzo las cejas y lo miro divertido.

—Estoy segurísimo de que hay fotos del Elliot con cabello color chocolate.

—Esas fotos están guardadas bajo llave y custodiadas cuidadosamente. —Ambos reímos.

—No puede ser tan malo. —De hecho me encantaría verlo con otro color de cabello—. Es cierto que te pareces a tu madre, y a ella no le quedaba mal.

No sabía que sacar a su madre en el tema haría que vuelva a poner esa expresión aún indescifrable para mí.

—¿Qué sucede? —Esta vez no aguanto el impulso de preguntar.

Se acurruca contra mi cuerpo y yo lo abrazo.

—Mi madre... —Noto que le cuesta llamarla de ese modo—. Ha hecho su vida, ¿sabes? Tiene otra familia, incluso un hijo, aunque no sea suyo. Se ha mudado enfrente de mi casa.

Me sorprendo e instintivamente lo aprieto más fuerte.

—¿Has hablado con ella?

—No, no quiero verla.

Blue. Where stories live. Discover now