Mute; Rocío.

21 5 4
                                    

No puedo.

Bueno, no podría. Me supera en todos los aspectos en los que uno pueda ser vencido.

Hazlo, dicen, tienes que hacerlo. Ya lo sé.

¿Creerán lo que pasa? No lo sé.

¿Harán como que sí, pero luego no? Tampoco tengo idea.

Lo que si sé es que no puedo hacerlo.

Miedo, ansiedad, lo que sea. Al menos no puedo hacerlo yo sola.

Me lo digo a mi misma, inténtalo, muévete, sal, cuéntalo, tranquilízate, vuelve con ella.

Después de todo lo que ella me ha dado, y yo ni si quiera puedo salir de casa por nuestro bien.

.............

Cualquiera podría verme y llamar a la policía reportando que acababa de encontrar un cuerpo y que podría tratarse de un asesinato.

O huir gritando a los cuatro vientos que tenía razón y que el apocalipsis y los zombies estaban llegando.

O mirarme con pena, impotencia, apretando los puños, aguantando las ganas de llorar, gritar o dar un golpe a algo, o todo a la vez. Como era el caso de mi novia.

En ese momento podría estar ciega y hacer el mismo recorrido que había estado haciendo las dos últimas semanas en casa. Despertarme, no moverme, salón, no moverme, baño, habitación, dormir solo 3 horas, repetir.

No era culpa mía estar así, Alba lo tenía claro, pero sabía que dentro de ella, en lo más profundo, su conciencia le gritaba que si lo era, y ella ignoraba esos gritos ahogándolos junto con las ganas de matar al que realmente había causado la aparición de la grave ansiedad y las ganas de acabar con todo en el mal sentido.

Yo misma lo decía, es culpa mía porque no quiero salir de casa, no quiero hablar con nadie, como si no quisiese recuperarme y salir de este estado.

Pero todos sabemos que las cosas no funcionan así, ¿verdad?

Sin importar nada de lo que había estado comiendome los últimos días, decidí que ya era hora de hacer algo, de intentar salvarme de mi misma, y del que me había convertido en mi propia enemiga.

.............

Volver a respirar aire freco -o el más fresco que la capital española podía ofrecer- fue una sensación agradable y, al mismo tiempo, horrible. Fue salir de casa con mi novia y querer morirme porque lo empecé a ver todo borroso y casi caigo por el escalón que no llegaba al centímetro de altura que no habría supuesto un problema nunca antes.

La escasa alimentación e higiene que había obtenido mientras me encerraba en casa con miedo del exterior me estaban pasando factura en ese mismo momento.

Alba me sujetó con todas sus fuerzas y, con una sonrisa en el rostro y su mano derecha acariciando el mio, me dijo que luego iríamos a desayunar, como quien acaba de salir de hacerse un análisis de sangre y necesita comer.

Después de contarle que quería salir, denunciar el acoso que estaba recibiendo y volver a la normalidad, la pelirrosa se veía más feliz.

No se si fue porque dejaríamos de preocuparnos de que había alguien intentando hacerme algo, de que había sido valiente y había reunido fuerzas para hablar con alguien o porque las pocas esperanzas que tenía de recuperarme tanto física como mentalmente habían dado fruto.

Puede que todo un poco.

Caminando hacia la comisaría, no dejó de darme la mano, ni de sonreír, ni de mirarme de vez en cuando, ni de ser preciosa.

Una vez llegamos al edificio, contado nuestro caso, hecho el papeleo y puesta mi denuncia, volví a sentir los suaves labios de Alba sobre los míos, detrozados y en proceso de recuperación, una sensación que echaba de menos y que me hizo llorar de alegría y no querer separarme nunca de ella, quién nunca se dio por vencida y me protegió antes y lo hará siempre.

Aquí comenzaban los cambios en nuestras vidas, los cambios buenoz.

Still Blue | BHG 2 | Sonia Gómez | Sweet CaliforniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora