Safe; Sonia.

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-Buenos días, ¿cómo estás hoy?

Aunque un poco lejana por culpa de la infección de oído, o lo que fuera que me pasara, escuché la voz de mi novia desde la puerta de la habitación.

Elena solo llevaba una de mis camisetas y un pantalón corto que enseñaba sus bonitas piernas, pero estaba completamente peinada y no parecía tener sueño.

-Mucho mejor -le sonreí, estirando mis brazos- ¿Qué hora es?

-Son solo las diez, si quieres puedes seguir durmiendo, pero antes... -de un bote, llegó hasta la cama y se abalanzó sobre mi, uniendo sus labios con los míos en el acto- Quería un beso.

-Eres adorable -contesté- No tengo sueño, tengo hambre.

-¿Te has levantado con ganas?

-Eres... de lo que no hay -dije levantándome para posteriormente ponerme las zapatillas y salir de la habitación.

-Pero me quieres -logré escuchar.

-¡Te amo!

........

-Eres preciosa, ¿lo sabes?

Mi cara, por primera vez en días, ardió y no fue por culpa de la fiebre, sino por las palabras de mi novia.

-Tengo un regalo para ti.

-¿Qué es?

-Lo sabrás dentro de poco, pero me apetecía molestarte.

-Y eso, ¿porqué? -me crucé de brazos- No merezco que me trates así.

No se porque fue en ese instante en concreto, pero me di cuenta de nuestra posición en el sofá y en lo cómoda que estaba, y lo bonitos que eran sus ojos.

-Elena, acércate -ella bajo su cabeza hasta que nuestras respiraciones chocaron, yo me encontraba tumbada y usándola de almohada

-Dime.

-Tienes unos ojos muy bonitos -el tono rojo que antes decoraba mi rostro, ahora se encontraba en el suyo, haciéndome sonreír- He pensado que... quiero hacer... hacerlo... eso...

-¿Eso, eso? -preguntó, asentí como respuesta- ¿Ahora mismo? -volví a dar una respuesta afirmativa- ¿Porqué ahora?

-Porque te amo.

.....

Acarició de arriba a abajo mis brazos con las yemas de sus dedos, recorriéndolos hasta llegar a mis manos, llevandome de ellas hasta la cama, donde me tumbó para después colocarse entre mis piernas y besarme en los labios. Pasó a mi cuello mordiendo, besando, haciendo lo que ella quisiese en una de las zonas más sensibles de mi cuerpo, levemente, ni si quiera me preocupé de que si se pasaba un poco podría dejar su huella en mi piel.

El tiempo estaba pasando lentamente, de besar mi mandíbula, subía a mis labios, de ahí se movía a mi clavícula, pero de ahí no llegaba a bajar.

Yo no sabía realmente que hacer, así que subí mis temblorosas manos a sus costados y las dejé ahí, de vez en cuando moviéndolas, subiendo su camiseta y volviéndola a bajar con mis movimientos.

Sin darme cuenta sus manos se colaron bajo mi ropa y sentí el frío de su piel, pero pasaron unos segundos cuando todo lo que notaba era el calor que emanaban estas cuando estuvieron un rato acariciando mi abdomen.

-Sonia... -susurró cerca de mi oído- Antes de... que hagamos esto.

Se colocó de rodillas y yo me senté, mis piernas rodeándola.

-Quiero que sepas que llevaba mucho tiempo queriendo hacer esto contigo, ¿sabes? Realmente nunca me había importado, porque hacer cualquier cosa contigo me encanta, quiero que tengas eso en mente, ¿vale? -mientras hablaba, acariciaba mis mejillas y me sonreía dulcemente- Quiero decir, que esto no es, o sea sí, está bien, pero no es obligatorio, en plan, si tú quieres lo hacemos, si no, no pasa nada, ya vemos, esto es cosa de dos.

Dejé que mi cuerpo hablara y no fueran necesarias las palabras, y la besé, volviendo a colocarnos como lo estábamos anteriormente.

A partir de ahí nos dejamos llevar completamente, me atreví a meter las manos bajo su camiseta, ante esta acción, ella la levantó más y se la quitó, dejándola tirada en el suelo, junto a la cama. En este punto comencé a asustarme y volvieron a temblarme las manos, los pensamientos negativos me inundaron la mente.

¿Y si no lo hacía bien?

Mi cuerpo es horrible y se va a dar cuenta hoy, más que nunca.

Me va a dejar porque no voy a saber hacerle algo que le guste.

Soy completamente inútil.

-Amor mío -no me había dado cuenta de que habíamos dejado de besarnos hasta que ella me habló- ¿Sabes porqué no suelo llamarte así, con motes? -negué con la cabeza- Es porque me encanta tu nombre, Sonia -dicho esto posó sus labios en mi frente, dejando un beso que demostraba todo lo que estaba diciendo y más- Relájate y déjate llevar.

Usando sus manos, llevó las mías hasta el cierre de su sujetador y las dejó ahí, sus labios subieron desde mi mandíbula de nuevo hasta el oído para volver a decirme algo.

-Quítalo.

Mientras ella seguía rozando sus labios con mi oreja y mi mejilla, yo hice lo que me pidió con algo de torpeza, porque no conseguía asumir lo que estaba haciendo.

Ella fue la que acabó quitando completamente la última prenda que le quedaba de cintura para arriba. Mis manos ahora descansaban en sus hombros, inseguras.

-Tranquila -me besó- Tócame, Sonia.

No se si fue lo que dijo o como lo dijo... Pero mi piel se erizó y algo dentro de mi se activó y desapareció la Sonia que no tenía ni idea de lo que hacer.

Bajé las manos y sentí el cuerpo de Elena en todos los sentidos, sin prendas de por medio y sin miedos innecesarios que se apoderasen de mi.

Después de un rato, mi camiseta y mi sujetador también habían desaparecido, y con esto cualquier vergüenza que pudiera haber sentido anteriormente.

Nuestros cuerpos se pegaban y nuestros labios, fueran en la boca o en cualquier otra parte del cuerpo, jamás se despegaron de la otra.

Los dedos juguetones de Elena habían viajado hasta la parte baja de mi abdomen y no quisieron llegar a más porque la chica que los controlaba volvió a parar de besarme para decirme algo.

-Ahora o nunca, peliazul -me dijo, mirándome mientras se mordía el labio y seguía jugueteando con mi pantalón- ¿Quieres que siga?

Debido a la situación en la que nos encontrábamos, fue difícil decir que no, añadiéndole también que estaba segura de todo lo que iba a pasar, pero miento si digo que no lo pensé un segundo antes de ser yo misma la que acabara de bajar su mano hasta lo que más atención necesitaba ahora mismo de mi cuerpo.

Elena me miró algo sorprendida pero luego me sonrió y continuó lo que yo había empezado, haciendo que las sábanas de la cama, la cual ni si quiera habíamos deshecho antes, se arrugasen dentro de mis puños.

Por un momento deje de oír cualquier sonido que estuviese produciendo y todos mis sentidos solo tuvieron sitio para los ojos de Elena. De alguna manera, su mirada, mientras me tocaba, intensificó el placer y no pude aguantar más. Cerré los ojos y, tal y como me había dicho ella, me dejé llevar.

Still Blue | BHG 2 | Sonia Gómez | Sweet CaliforniaWhere stories live. Discover now