P r ó l o g o

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Algunas noches, cuando pienso en el pasado, y revivo los momentos más caóticos de nuestras vidas, mi mente aún se encuentra indecisa sobre si el destino quería hacernos caer, para poder sostener mutuamente nuestras partes rotas. Porque, si no era así... ¿cuál era su propósito en nuestra historia?

Ese mismo día, unas horas más tarde, estaría despertando y preguntándome qué demonios había hecho la noche anterior, deseando recordar un poco para no tener que verme en la situación en la que me encontraría.

Pero, en ese momento, sólo me dedicaba a estar parada en la calle y disfrutar de la magnífica noche. Pasaba ya de media noche, las dos o tres de la mañana quizás, por lo cual ya había oscurecido, lo único que denotaba entre la noche eran las estrellas parpadeando en el cielo. Recuerdo a mi abuela decir que algún día, ella sería una de ellas, y que me cuidaría desde allí. Contaba con ello.

El clima comenzaba a refrescar, el invierno se acercaba. El uniforme laboral que usábamos no era suficiente para cubrirme, pues consistía en una corta falda rosa y una camisa blanca. Con unas mallas negras que no eran parte y que me rehusaba a no usar en mis turnos largos.

Para en ese entonces, ya llevaba un par de horas trabajando y a pesar de que amaba este lugar, necesitaba llegar a las cuatro paredes de mi apartamento y recostarme sobre la cama.  El roast era como mi segundo hogar. El lugar solía llenarse hasta el tope, sin importar si era fin de semana o no. Desde que Michael había abierto hace años, el lugar estaba siendo un éxito. No era muy espacioso, pero tenía un toque retro que lo hacía ver genial. Era un buen sitio para pasar un rato.

La noche había sido divertida, siempre disfrutaba de ver a los chicos y de charlar con cualquiera que fuera.
Decidí que era momento de irme, por lo que regresé al local, dejé mi mandil sobre el perchero y me despedí de mis compañeras de trabajo. Salí y volteé la mirada para darle rápido vistazo. La gente reía y se divertía. Aún afuera, la música resonaba en mis oídos y las luces parpadeaban tras mis ojos.

Mi vista se enfocó en un punto específico y sonreí sin querer, luego me giré para retomar mi camino por la noche.

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