T r e i n t a y c u a t r o

1.3K 92 2
                                    

Febrero 17, 2018.

R A C H E L   P R I C E.

Lo único que podía recordar de aquella noche era la forma en la que todo sucedía en cámara lenta y en silencio frente a mis ojos.

Sentía que todo era surreal, que en realidad no estábamos viviendo esto. Quería creerlo, quería creerlo con todas mis fuerzas mientras Eiden se deshacía pedazo por pedazos en mis brazos.

Había tenido razón cuando mis pensamientos me indicaban que algo malo sucedería y se sentía tan jodidamente pésimo, porque en ningún momento pasó por mi mente que a unos días del juicio, el padre de Eiden moriría.

Cuando recibimos la llamada ya no podíamos hacer nada, no había nada más por hacer. Todo se había acabado en cuestión de minutos.

Ahora nos hallábamos aquí: en su funeral.

Frente a mi, a unos pasos no muy alejados, se encontraba su tumba.

Me parecía extraña la forma en la que el destino actuaba en la vida de las personas; juntándolas antes de destruirlas, como era el caso de ese chico de ojos azules que lloraba sobre la lápida de su padre o al revés, destruyéndolas antes de juntarlas, como era mi caso.

Mientras me mantenía ahí, con la mirada baja me era inevitable no pensar en que hace no más de dos años era yo la que estaba en sus zapatos: llorando sobre una fría lápida que no se comparaba con la tibieza de la piel humana.

Así que podía sentir su dolor, y el mío propio. Mis manos tiritaban, y me era difícil mantener la mente clara. Era exactamente lo mismo: personas vestidas de negro, un ataúd negro, flores, ese olor a... me era asfixiante volver a estar aquí pero me obligué a quedarme de pie.

Tomé un entrecortado suspiro que me quemó como fuego, y avancé sigilosamente más cerca de él hasta que escuché su voz y ésta me hizo detenerme abruptamente.

—Recuerdo ese día cuando era un niño... —su voz se cortó—, y me dijiste que alguien quería conocerme —sorbió—, que vendría en camino a verme. Yo había pensado "¿ahora quién?", y era... era Emma, tan linda como lo es ahora, con esa felicidad tan propia de ella, con esa fortaleza que ninguno de los dos tenemos —lo último lo susurró.

»Ahora estoy pensando en cómo demonios voy a enfrentarla y a decirle la verdad —tiró de su cabello—, ni siquiera puedo enfrentarla aún yo mismo.

Emma... ella no estaba aquí. La noticia todavía no se le había comunicado, Eiden no quería que ella tuviera que pasar por eso frente a todos los demás, donde tuviese que fingir ser fuerte.

Sería peor, lo sabíamos. 

Las pocas personas que se encontraban aquí —suponía trabajadores de su padre, o quizás socios—, miraban a aquel chico  hundido con lástima, quise odiarlos por eso, pero... ¿qué quedaba?

Melanie había tenido esa misma expresión hace unas horas cuando me explicó lo que pasaría: se lo llevarían, la persona con la que tanto había luchado se lo llevaría al final.

Sin otro familiar cercano más que ella, los niños quedarían en su custodia. Así que ¿cómo aquellos hombres no podían mirarlo si no con lástima?. Su hermana había tenido un accidente, su padre había muerto y ahora tenían que mudarse con la mujer que ocasionó todo.

Yo me sentía pésima. Horrible. Porque no había nada que pudiese hacer para ayudarlo, era de esos casos en los que no se podía aplicar el: querer es poder. Porque yo quería, y demonios si quería con toda mi alma, pero no podía; nos tenía atados de manos y nos había arrinconado hasta que no tuviéramos más escapatoria que rendirnos.

Mi cabeza dolía y las lágrimas inundaron sus ojos apenas se levantó del suelo y vino a mis brazos, sosteniéndome fuerte. Lo rodeé con los míos y acaricié su cabello mientras se derrumbaba en mi hombro.

—¿Qué haré ahora, Rachel?

Quise responder pero en mi garganta sólo había un nudo gigante que me dificultaba respirar correctamente.

—No lo sé —susurré no queriendo hacerlo. Esa era mi respuesta para todo últimamente, porque no sabía nada, absolutamente nada. Y la odiaba, me daba náuseas tan sólo pronunciarla—, pero halláremos algo bueno, créeme.

No sabía si era cierto, pero quería buscar hasta debajo de la última roca por algo que me dijera que no me equivocaba.

Lo único que agradecía era que a pesar del dolor que sentía, nunca se culpó a sí mismo, porque si lo hubiese hecho, mi corazón hubiese terminado hecho trizas. Esas grietas que ahora lo marcaban iban a terminar desbordándose.

Así que mientras lo sostuve. Luego hubo otras personas que querían darle sus condolencias, le pregunté si estaba seguro de querer recibirlas y asintió. Lo dejé ir y mientras lo veía caminar, y caminé en sentido contrario, yendo hacia Melanie.

Me paré a su lado e hice la pregunta del millón:

—¿Qué más podemos hacer?

Sus padres no eran abogados, pero tenían cientos. Y pedir aquella ayuda era lo único que estaba en mis manos hacer.

Me dirigió una mirada incierta pero se comprometió a investigar de inmediato. Supe que una parte de ella agradecía la distracción, también le costaba estar ahí, los funerales la ponían nerviosa, su cuerpo temblaba ligeramente. Los odiaba.

Ella aún más que yo.

Porque, por cómo fuera que sonase, una parte de mi comenzaba a acostumbrarse, no era que lo quisiese así, sin embargo, toda ella nunca podía hacerlo. Su vida estaba construida en base a eso.

Y en cuánto vi que el rostro de Eiden se contraía en lágrimas decidí que era hora de alejarlo de las personas, pero no nos fuimos, sólo nos quedamos ahí atrás viendo todo como si fuéramos simples espectadores más.

Creo que internamente nos sentíamos así, porque aunque fuéramos los protagonistas de la historia, aunque la historia girara alrededor de nuestras vidas, no podíamos hacer nada para cambiarla.

Sólo podíamos mirar y esperar.

¿Quieres ser mía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora