C u a t r o

8.4K 777 249
                                    

Octubre 16, 2017.

R A C H E L   P R I C E.

—Buenos días... yo —me aclaro la garganta— soy Rachel Price, tengo una cita con el señor Roberts.

—Oh, claro, señorita Price, el director ha estado esperando su llamada.

Doy una sonrisa de boca cerrada. Mis nervios están a flor de piel.

Después de una llamada, la secretaria me indica que pase.

Conozco este camino.

Mis manos han comenzado a temblar, trato de mantenerlas ocupadas así que paso las palmas una y otra vez por la tela del vestido carmín que llevo puesto.

He querido venir con la mayor presentación posible.

Toco la puerta antes de entrar y cuando escucho un "pase", tomo una respiración profunda.

Los ojos oscuros del señor Roberts me miran desde su silla, una sonrisa cálida aparece en su rostro y eso me transmite tranquilidad.

—Rachel, me alegro que hayas decidido venir —parece sincero.

—Tarde o temprano tenía que hacerlo, ¿no?

Él ríe pasando por alto el temblor de mi voz.

—Nos alegrará tenerte aquí, el curso está por terminar, pero ¿te gustaría la idea de integrarte acabando las vacaciones de invierno? Para que... —procede con cautela—, puedas asimilarlo.

Trago fuerte y me obligo a asentir.

—Por supuesto, sería fantástico.

—Genial, las condiciones serán las mismas que hablamos hace un año, ¿necesitas recordarlas?

—No, las tengo claras, señor Roberts.

Bastante claras. Como si fueran un mantra.

—Por favor, Rachel. Puedes decirme Julián —repite.

Sonrío recordando viejos momentos.

—Lo tomaré en cuenta.

Su expresión se vuelve un tanto seria cuando pregunta:—. ¿Cómo sigue tu padre?

Encajo mis uñas a mis piernas, obligándome a no flaquear con ello.

—Igual que hace un año —no quiero, malditamente no quiero, pero mi voz sale en un susurro roto.

Me da una mirada de compasión.

No soporto esa mirada.

Un sudor frío me recorre, los recuerdos se remolinan en mi mente.

Necesito salir de aquí.

Me levanto de golpe sintiendo el frío recorrerme.

—Yo... tengo que irme. Lo veré próximamente, señor Roberts.

Él entiende. —Claro, te enviaré los archivos por correo.

Asiento. Camino con paso apresurado hacia la salida, ni siquiera me detengo cuando la secretaria me pregunta si me encuentro bien, sólo necesito aire fresco un momento.

La luz del sol y el viento pegan como un balde de agua cuando he logrado llegar hasta la salida.

Tomo bocanadas de aire, mi corazón comienza a tranquilizarse y el mareo se está yendo.

¿Quieres ser mía?Where stories live. Discover now