T r e i n t a y d o s

1.4K 97 0
                                    

Febrero 14, 2018.

R A C H E L P R I C E.

Me encantaría decir que las cosas mejoraron, que Emma ahora se encontraba con nosotros, y que ya no había más problemas asechándonos... pero no fue así.

La realidad era que todo seguía exactamente igual, no había cambiado nada, ni para bien o para mal; parecía que el tiempo había decidido detener nuestras vidas porque ni Emma había salido del orfanato donde la ingresó su madre, Eiden y yo seguíamos juntos, seguía viendo a Melanie y a Brent aunque en menor medida pues si no estaba en el trabajo, estaba apoyando a Eiden, seguíamos asistiendo de vez en cuando al roast para despejarnos del mundo mientras Eiden tocaba su guitarra y yo lo veía; todo había continuado su curso, pero era como si nuestras vidas estuvieran sólo esperando el momento de impacto.

Sin embargo, nada había ocurrido, y aunque sabíamos que vendría tarde o temprano a por nosotros, no podíamos darnos el lujo de desperdiciar el tiempo.

Así que alcé mi vaso en su dirección y le guiñé un ojo antes de tomar un trago manteniendo mis ojos fijos en los suyos.
Ahí parado a unos buenos metros, sin quitar su vista de mi.
No pude evitar que una sonrisa se extendiera en mis labios mientras bajaba la vista para evitar sospechas.

Toda esta situación: el ser catedrática a tan corta edad, el asunto con Emma, la enfermedad de mi padre, me hacían sentir mayor. Desconocía si exteriormente se me veían los años, pero interiormente me pesaban terriblemente, engañando a mi memoria sobre mi edad.

Ahora me encontraba aquí, viendo como chicos —quizás de mi misma edad, o mayores aún—, convivían en sus años de universitarios que yo había pasado con rapidez.

Sonreí con nostalgia viéndolos ahí divertirse mientras volvía a tomar un sorbo. Mis años de juventud que sabía estaban todavía escondidos justo ahí, muy al fondo de mi, proclamaban por ser yo quien estuviese en su lugar; jugando aquellos juegos mecánicos, comprando libremente en los puestos —cosa que si podía hacer—, y bailar. Pero, después de todo... ¿porqué no lo hacía? Oh, cierto, había normas, normas que ya bastante estaba desatendiendo al salir con el alumnado, para darme la libertad de correr más riesgos.

Y... ¿qué demonios estaba pensando?

—Maestra, ¿no quiere bailar conmigo?

Era un alumno de la clase, estaba segura de ello. Aún no me aprendía del todo los nombres pero si recordaba su rostro. Casi quise rodar los ojos —porque si, había escuchado los rumores—, pero le sonreí cordialmente en respuesta.

—No, gracias —estuve a una milésima de segundo de decir "estoy mayor para estas cosas" y por suerte no lo hice. Así que tenía dos opciones: aceptar que la situación me causaba gracia o exasperarme, y si, escogí la primera—, estoy bien aquí.

—¿Tiene novio? 

Bufé. ¿Porqué los estudiantes eran así? Iba a contestar pero alguien me interrumpió:

—Señor Coleman, ¿no debería estar disfrutando del día?

Volteé hacia dónde provenía la voz, un cátedra del mismo departamento, y si, tampoco conocía su nombre. Pero si lo había visto a él, era atractivo a decir verdad —cabello castaño, ojos verdes—, si lo hubiese conocido hace cuatro meses, la historia quizás sería diferente, pero no tenía que ser así. Entonces caí en cuenta que efectivamente habían pasado cuatro meses desde que me había cruzado con Eiden por primera vez.

—Eso hago, profesor Roger, eso hago —me guiñó un ojo y se fue.

Alcé una ceja ante aquella insinuación.

—Estos jóvenes —comentó el que al parecer, era el profesor Roger.

Casi quise reír porque vamos, todavía pertenecía a esa generación de "jóvenes". Aunque al menos el parecía ser unos años mayor, su intento de impresionarme no me había pasado desapercibido.

Tomó mi silencio ante una iniciativa a seguir hablando, porque estiró su mano hacia mi.

—No había tenido el gusto de presentarme. Noel Rogers.

La acepté.
—Rachel Price.

—¿Nos conocemos de algún lado? Creo que su rostro me parece familiar —ladeó la cabeza intentando recordar.

Negué—. No lo creo.

Sin embargo, era probable que hubiese conocido a mi madre.

—¿Ha vivido toda su vida aquí?

Asentí—. Así es.

No sabía que me repararía el destino por ahora, pero un amigo más no me caería mal. No obstante, también percibía esa vibra de algo más, que tendría que detener.

—Entonces creo suponer que conoce un restaurante cerca de aquí, quizás podríamos ir y...

Mi celular vibró en el bolsillo de mi chaqueta y me excuse mientras revisaba el mensaje que había recibido.

Sonreí porque llevaba esperando este mensaje desde que había llegado.

Melanie:
"¿Estás aquí? Tantas parejas comienzan a asfixiarme".

Yo:
"Justo al lado tuyo".

Melanie:
"¿Eiden está también ahí?"

Reí entre dientes pero evité mirar hacia la dirección del susodicho.

Yo:
"Está por ahí".

Melanie:
"Llego en 10".

Levanté la mirada hacia la persona que había dejado hablando sola.

—Disculpe, tengo que irme; me están esperando.

Él asintió serio.

—Le agradezco la invitación, quizá luego podamos ir.

Tomé mi celular y tecleé otro mensaje.

Yo:
"Te alcanzo".

¿Quieres ser mía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora