V e i n t i o c h o

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Enero 09, 2018.

R A C H E L   P R I C E.

—Hace unos meses fui a ver al señor Roberts. Aquel amigo tuyo de la universidad; se portó muy amable conmigo, dijo que podía regresar —tragué el nudo de mi garganta y una pequeña sonrisa nostálgica se coló en mis labios—, así que eso hice, ayer fue mi primer día. Aún me falta mucho, pero creo que es exactamente como me habías dicho que sería —le susurré—, hay personas muy agradables. Los alumnos son un poco —reí cortamente—, tú sabes de eso.

>>Pero creo que, a pesar de todo, estoy... bien —esperé un segundo—. Tengo esa sensación... ¿sabes? Esa cuando sientes que, sin importar el final, estás haciendo lo que querías y te embarga el sentimiento de una clase de... felicidad. Aunque todavía es muy pronto, creo que fue lo correcto.

Cerré los ojos un momento, donde el recuerdo me invadía. Podía sentir las lágrimas detrás de mis párpados luchando por ser libres, sin embargo, cuando abrí los ojos, ninguna salió.

—Fui a ver a papá —miré directamente hacia al frente—, no está bien. Creo que está peor. Desde que no estás, todo ha sido difícil para él, para todos —agregué—, pero... su mente está jugando con él y creo que una parte de mi es egoísta respecto a él. Una quiere que estés aquí, si estuvieras, él no estaría así. Pero, la otra, no te quiere aquí. No quisiera que vieras en lo que el dolor lo ha convertido.

Me agaché hasta dejar la rosa encima de la lápida. Una rosa que me recordaba a ella; blanca, blanca, como su piel. Tan tersa.
Acaricié un momento la fría piedra, pasando mis dedos sobre el relieve del grabado.

Maddelyne Price.
1981-2016.
Siempre vivirás en nuestros corazones.

Así. Sin más.

Eso era lo curioso de la muerte. Que sólo pasaba, así, sin más. Y sólo quedaba una única cosa; palabras grabadas en piedra.

Aquellas palabras habían marcado un fin y un principio en etapas distintas de mi vida. Habían cambiado todo, hasta lo que era.

No podía ver a las personas que habían estado un día con ella, no podía ver sus pertenencias, aquellas que algún día sus tibias manos, que ahora no eran más que polvo, tocaron. No podía simplemente seguir adelante con mi vida. Porque ya no era la misma, en ese momento un letrero enorme de stop se cruzó en mi camino impidiéndome avanzar.

Pero ahora lo hacía por ambas, por lo que algún día fue nuestro sueño. El mío era sólo aquel, y el suyo era verme cumplirlo.

Dejé escapar una de las lágrimas, la cual se derramó en caída libre por mi mejilla hasta llegar al mármol. Ahí se quedó. Transformándose en una pequeña gota que no tardaría en secarse.

Me levanté, sintiéndome más fuerte de lo que llegué.

—Creo que las cosas van bien, madre —una pequeña sonrisa de labios cerrados se formó en mis labios—, espero que lo puedas ver en algún momento.

Con aquello, quedaba marcada una nueva etapa de mi vida, donde buscaba regresar a aquellos sueños que una vez tuve.

Porque en eso consistía la vida: cambiabas y no lo notabas, hasta que eran consciente de que no veías el mundo de la misma forma que el día anterior. Y que al siguiente día, al despertar, tampoco lo harías.

¿Quieres ser mía?Kde žijí příběhy. Začni objevovat