V e i n t e

3.8K 337 69
                                    

Diciembre 10, 2017.

R A C H E L P R I C E.

Todo parece un tanto distinto desde que ocupo mi puesto en el público en vez de estar en la barra.

A veces es difícil acostumbrarse del todo a los cambios, éste ha sido uno de mis lugares favoritos en un buen rato. Año y medio, quizás. Si me remontara a ese tiempo atrás, no sabría con certeza que hacer conmigo misma.

La nostalgia se ha instalado en una parte de mi pecho a penas entré. Es inevitable. 

Ha pesar de que sé que seguiré rodando por aquí, extrañaré este ambiente, no será lo mismo.

Giré mi mirada hacia el pelinegro debajo de mi. Me encontraba encima de sus piernas y su brazo rodeada mi cintura, mi mejilla apoyándose en su cabeza.

Estábamos en un cómodo silencio alejados de los demás. La esquina en la que nos hallábamos nos cubría de las miradas curiosas de mis amigos.
Disfrutamos de la música no en vivo, que suena por los parlantes.

Podía observar tan claro como el agua las pequeñas cosas que hacían diferentes sus facciones. El pequeño aleteo de sus pestañas y el apenas perceptible hoyuelo que se forma en su mejilla cuando sonríe.

Y pienso pero no lo digo:
Estoy bien sin ti. Estoy perfectamente bien sin ti. Pero prefiero estar contigo.

Su mirada encuentra la mía imprevista después de haberme tomado mi momento admirándolo. La comisura de sus labios se estira y su brazo me tira contra él. En un movimiento rápido su nariz choca con la mía en un jugueteo.

—¿Extrañas el lugar?

Dirijo mi mirada a Olivia en la barra. Siento la vívida imagen de cuando llegué aquí pasar por mi mente. Y es frustrante y a la vez hermoso.

—Si —hago una mueca enternecida, luego niego—, aunque no extrañaré el uniforme.

Su entrecejo se frunce.
—¿Estás segura?

Entrecierro mis ojos.
—Dilo.

Sus ojos se vuelven chispeantes.
—Quizás podríamos usarlo alguna vez...

Entorno mi ceja haciéndolo callar.

—No puede ser. ¿Eso pensaste cuando me viste? —lo reto bromeando.

Su expresión se desvanece y frunce el ceño aún más.

—Por favor, no —sus ojos se agrandan alarmados—, ni siquiera pienses eso.

Suelto una risita, entrelazo mis manos por detrás de su nuca.

—De verdad —su mirada me busca—, no quiero que tengas esa impresión de mi.

Relajo mi expresión. Mis dedos recorren las hebras de su cabello.

—No lo hago —confieso suave.

Quizás tenga otras impresiones de él, pero al menos esa no es una de ellas.

Sus ojos se suavizan, y su abrazo me atrae contra él. Una pequeña y tímida sonrisa aparece en su rostro y me quedo sin habla por un momento.

Desde aquel día se ha mostrado más sensible, como si me mostrara otra parte de sí mismo.

—¿Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez?

Asiento embelesada para que continúe.

Me atonta. Él me atonta.

—Pensé... —sus labios crean una sonrisa como si estuviera recordando—, que quería hablarte. Quería conocerte —ríe—. Pensé que en verdad quería conocerte, quería descubrir esas pequeñas partes de ti que nadie más conoce. Quería tener el privilegio de que tus ojos me observaran con emoción en ellos cada vez que llegara, y poder abrazarte —admiro la chispa en sus ojos—. Absolutamente quería abrazarte, tenerte aquí conmigo como te tengo ahora.

Siento el roce de sus labios en la comisura de mis labios antes de que separe.

Nuestros iris azules se encuentran y hablan por sí solos.

No resisto la presión de sentimientos que inunda mi pecho y trato de calmarla juntando nuestros labios. Apenas una presión suave y húmeda, donde nuestras pieles se unen lentamente en un movimiento preciso.

Sin apresurarme. Sin apresurarnos.

Y me encanta la forma en la que mueve su cabeza para sentirlo, las leves caricias que sus dedos dejan con su toque, y sobretodo, la manera en la que parece entregarse a nosotros con cada mínima cosa que hace.

Mi rostro queda a pocos centímetros de la suya, desde éste punto puedo observar lo fascinantes que se logran ver sus ojos llenos de sensaciones corriendo por él.

De fondo la voz de Bon Jovi nos ha acompañado todo éste tiempo, creando una suave cortina alejándonos de los demás.

Suspiro antes de dejar escapar una sonrisa completa. Me levanto y tomo su mano, llevándolo conmigo al centro sin despegar mi mirada.
Comparte una sonrisa cómplice conmigo hasta que llegamos.

Sus brazos rodean mi cintura y su mano se entrelaza con la mía, manteniéndome cerca. Nos balanceamos sin dejar de mirarnos ni un sólo segundo, transmitiéndonos uno al otro todo lo que nuestros labios no han pronunciado.

Acerco mi cabeza a su pecho y ahí la dejo descansar. Su aliento hace cosquillas cuando aproxima sus labios hasta mi oído. Deposita un leve beso y luego los pequeños susurros que salen de su boca me dejan inmovilizada en el momento.

Aún así me quedo sin tiempo, o es que es difícil la conexión, hasta que el pájaro en el cable me envíe de vuelta a ti. Tan solo cierro mis ojos y susurro: nena, el amor ciego es verdadero.

Lo ha cantado siguiendo la canción. Es un susurro ronco, lleno de cariño. Ahogo un jadeo por la impresión y fijo mis ojos en los suyos antes de que me haga dar un vuelta sobre mis pies. Cuando regreso, sus brazos me atrapan con apremio y su sonrisa es la más bella que he visto en mucho tiempo.

Tiempo.

Ahí.

Deteniéndose.

Desconozco por completo si yo también sonreí en ese momento —aunque después lo sabría—, sólo conocí la sensación de fuego que arrasó en mi pecho antes de ver el mundo de color negro.

¿Quieres ser mía?حيث تعيش القصص. اكتشف الآن