Capítulo II Encadenados

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— Te he dicho que me dejes en paz bastardo.

—¡Misono! ¿Cómo puedes hablarle así a tu hermanito?

El menor de los Alicein bufó fastidiado y se detuvo en el marco de la puerta. Arqueo una caja mientras el rubio mayor se detenía detrás y asomaba la cabeza para ver la causa por la que su queridísimo hermano se detuvo.

—Oh, Lo siento.

Mahiru miró confundido el suelo, preguntándose qué había pasado.

Cuando al fin había logrado que Kuro se levantara para quitarse del camino, había llegado un nuevo chico a la habitación, pero este llevaba distraídamente su equipaje y una nota en las manos, simplemente había entrado y empujado con el equipaje el trasero de Shirota. Este—distraído y levantando de la chamarra al de mirada rubí— había tropezado con sus propios pies y caído, llevándose al perezoso consigo.

Ahora los dos estaban —uno al lado del otro— tirados en el suelo. El castaño boca abajo, y el de celestes cabellos mirando el techo con las manos extendidas.

—¿Por qué hay dos idiotas durmiendo aquí?

Mahiru había escuchado una tercera voz desconocida y se levantó sobándose la frente.

—Lo siento, fue mi culpa. Venía distraído.

El castaño acepto la ayuda del alto rubio causante del pequeño accidente.

—Me hiciste levantarme para dejarme caer. No puedo con esto.

—No lo hice a propósito.

Le regaño mientras, nuevamente, ofrecía su mano para levantar a Kuro. Este, una vez más, la acepto y se levantó.

Mahiru observó los nuevos integrantes del cuarto. Un pequeño chico —el mismo que vio caer en la subida del bus— de mirada algo arrogante. Dos rubios: uno lo conocía, Mikuni, el chico que lo recibió en la entrada; y otro al cual obviamente no reconocía, pero lo había tirado al suelo.

—¡Misono!

—Ya basta.

El pequeño se giró mirando a su hermano y de un empujón lo saco de la habitación.

—¡Pero es mejor que lleves tus cosas a Mi habitación!

—Deja el escándalo. Eres el maldito anfitrión de este lugar. Vete a organizar las cosas.

—¡Pero Miso—!

Y le cerró la puerta en las narices. Cuando se giró a encontrar a sus compañeros de cuarto, los tres se encontraban sentados y miraban curioso la escena.

—¡¿Qué miran bastardos?!

...

Ahora Mahiru miraba curioso el techo del lugar sin prestarle mucha atención a su entorno.

Después de aquella extraña reunión con sus tres compañeros de cuarto, del cual al menos conoció los nombres de ellos. El chico más alto: Sendagaya Tetsu, a pesar de su apariencia, era un chico de catorce años. ¡De verdad había pensado que era universitario! y apenas cursaba segundo de secundaria.

El otro pequeño: Alicein Misono, tenía su misma edad, dieciséis años. Y era, por así decirlo, el dueño de aquel lujoso hospedaje. Su familia era —junto a otra— las dueñas de esas posadas. Por lo tanto Misono era un chico rico.

Y el último; Kuro. No sabía mucho de él, porque sencillamente no quiso hablar. Es más, él tuvo que decir su nombre porque el chico los había ignorado a todos mientras se hacia el dormido. Claro, eso hasta que —al abrir la puerta corrediza—otro chico rubio que pasaba por el pasillo, gritó llamándolo hermano.

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